Sólo el 18% de los jóvenes tiene un empleo asalariado formal - IDESA

Informe Nº: 40917/11/2011

Sólo el 18% de los jóvenes tiene un empleo asalariado formal

La falta de oportunidades laborales para los jóvenes aparece como una de las principales causas de protestas sociales en varios países de diferentes regiones. El fenómeno está asociado a las dificultades que presenta la transición hacia el mercado de trabajo. La experiencia internacional también muestra que la mejor manera de promover el empleo juvenil es […]

La falta de oportunidades laborales para los jóvenes aparece como una de las principales causas de protestas sociales en varios países de diferentes regiones. El fenómeno está asociado a las dificultades que presenta la transición hacia el mercado de trabajo. La experiencia internacional también muestra que la mejor manera de promover el empleo juvenil es con dispositivos legales que faciliten el desarrollo de prácticas en las empresas. En la Argentina, por las regulaciones tan restrictivas y burocráticas, la mayoría de los jóvenes permanece en la inactividad, el desempleo o la informalidad, y sólo una minoría accede al empleo formal.

En diferentes regiones del mundo se está produciendo una cadena de protestas motorizadas por revueltas juveniles. Comenzó en los países árabes, donde las razones de la disconformidad fueron atribuidas fundamentalmente a la falta de libertades, democracia y ámbitos de participación, pero también se ha dado en los países avanzados occidentales donde uno de los disparadores es el alto desempleo juvenil. En este último grupo se cuentan los países mediterráneos, con España a la cabeza donde la tasa de desempleo juvenil alcanza al 42%, Grecia con 33% y Portugal con 22%. Pero también Francia con 22% (que ha sufrido en el pasado reciente severos disturbios juveniles) e Italia con 28% (que no tiene revueltas, pero la disconformidad se manifiesta en la emigración).

En la Argentina, no se registran hasta el momento protestas tan intensas. Sin embargo, la falta de oportunidades laborales y la mala calidad de los empleos puede ser un problema latente. En este sentido, resulta pertinente analizar la información de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC correspondiente al 2° trimestre del 2011.
Según esta fuente oficial se observa que:

  • Sólo el 56% de los jóvenes entre 18 y 25 años de edad trabaja o busca trabajo; el resto se distribuye entre jóvenes que declaran dedicarse exclusivamente a estudiar (30%) y los que ni trabajan, ni buscan trabajo, ni estudian (14%).
  • De este 56% que trabaja o busca trabajo, el 17,8% no lo encuentra por eso son jóvenes desempleados.
  • De los que consiguen trabajo, en el 60% de los casos se trata de empleo informal.

Los datos oficiales muestran que la tasa de desempleo juvenil es más del doble de la tasa general (7,3%). Entre el 44% que no trabaja ni busca trabajo, dos tercios estudia pero un tercio ni siquiera estudia. Esto resulta particularmente preocupante ya que no se trata de adolescentes sino de personas mayores de edad. El panorama se completa con el hecho de que los pocos que consigue trabajo, la mayoría lo hace como asalariado “en negro”, servicio doméstico ó cuentapropista. En suma, sólo el 18% de los jóvenes entre 18 y 25 años de edad tiene un empleo formal.

Dentro de la multiplicidad de factores que explican este fenómeno, uno de particular importancia es que contratar un joven resulta, en la mayoría de los casos, una alternativa muy poco atractiva. La clave del problema es que las regulaciones laborales exigen aplicar a un joven prácticamente las mismas reglas de contratación que a un adulto. Esto colisiona con la realidad de que la inexperiencia de los jóvenes hace que sean, por cierto tiempo, mucho menos productivos. Por eso, la legislación termina imponiendo una fuerte discriminación en contra de los jóvenes.

En los últimos años se han planteado instrumentos legales cuyo objetivo declamado es eliminar o al menos reducir esta discriminación. Por ejemplo, la ley de pasantías para estudiantes universitarios sancionada en el año 2008 y, más recientemente, la norma que regula las pasantías para estudiantes en los últimos años de la educación media. Sin embargo, el exceso de requisitos y de burocracia limita el uso de estos dispositivos legales. Peor aún, al ser sólo aplicables a estudiantes excluyen a los jóvenes que no estudian pero que necesitan de una práctica en una empresa para obtener la experiencia y la formación que el sistema educativo no les dio.

Resulta muy sugerente que no todos los países sufren crisis de desempleo juvenil. Por ejemplo, en Austria, Alemania, Holanda, Suiza las tasas de participación laboral de los jóvenes menores de 25 años son las más altas de Europa y las tasas de desempleo juvenil las más bajas. Esto responde a varios factores, pero uno de central importancia es que en esos países los contratos para las prácticas laborales de jóvenes son usados masivamente porque resultan atractivos. La inteligencia reside en no tomar a estas reglas promocionales como de “explotación de los jóvenes” sino como el medio para facilitarles la entrada al empleo formal. El trato diferencial no se asume como una discriminación ni un factor de precariedad, sino –por el contrario– como un instrumento para contemplar la necesidad del joven de obtener formación y acumular experiencia laboral.

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