Informe Nº: 41422/11/2011
La maternidad temprana, fundamentalmente entre los hogares pobres, impide el desarrollo social con equidad. En general, es un fenómeno que induce a una temprana deserción escolar de las jóvenes condicionando, por lo tanto, las futuras posibilidades de una inserción laboral de calidad. El desarrollo social requiere niveles educativos elevados y homogéneamente distribuidos entre géneros y […]
La maternidad temprana, fundamentalmente entre los hogares pobres, impide el desarrollo social con equidad. En general, es un fenómeno que induce a una temprana deserción escolar de las jóvenes condicionando, por lo tanto, las futuras posibilidades de una inserción laboral de calidad. El desarrollo social requiere niveles educativos elevados y homogéneamente distribuidos entre géneros y estratos sociales, por eso resulta de importancia estratégica instrumentar, con sentido práctico y sin hipocresías, políticas de familia y maternidad.
Uno de los principales factores causales de pobreza es la baja empleabilidad de sus miembros en edad activa. Esto está íntimamente asociado a precarios niveles de formación. Más importante aún es que la pobreza tiende a reproducirse y perpetuarse porque frecuentemente los hijos también abandonan tempranamente la escuela y repiten la falta de capacidades de sus progenitores para insertarse productivamente en el mercado laboral. La intensa dinámica bajo la que opera esta transmisión intergeneracional de la pobreza condiciona de manera decisiva el progreso social.
El mecanismo más potente de transmisión intergeneracional de la pobreza es la maternidad temprana en los hogares de bajos ingresos. En un contexto familiar donde las posibilidades de dar apoyo a las jóvenes madres en la crianza del niño y en su desarrollo personal son limitadas el resultado es el abandono escolar. Esto condiciona severamente su futuro ya que, con baja educación, es altamente probable que caiga en la inactividad laboral o, en el mejor de los casos, sus posibilidades se limiten a un empleo de muy baja calidad.
En Argentina no se dispone de datos sistematizados sobre maternidad temprana. Pero a través de fuentes alternativas, como la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, es factible trazar una aproximación. Según este relevamiento oficial se observa que:
• Aproximadamente el 10% de las mujeres entre 15 y 24 años (que equivaldría a unas 340 mil chicas) es jefa de familia o cónyuge y ya tiene un hijo o más de uno.
• De estas jóvenes, el 80% pertenece a los hogares de los 2 quintiles más pobres.
• De este 80% de mujeres jóvenes pobres con hijos, el 30% estudia y/o trabaja y el restante 70% no estudia, ni trabaja.
La encuesta de hogares del INDEC sólo identifica a las jóvenes madres que declaran ser cónyuges o jefas de hogar, pero no a las madres tempranas que son hijas o nietas dentro de un hogar ampliado. Dado que seguramente esta situación es muy frecuente en los hogares de bajos ingresos, los datos son una estimación parcial. Aun con estas limitaciones, son suficientes para dimensionar las consecuencias sociales de la maternidad temprana. No sólo por sus impactos presentes, sino por su alta carga de regresividad social hacia el futuro.
Esta realidad contrasta con la baja calidad de las políticas públicas que se implementan supuestamente para resolver el problema. Hasta ahora la regla viene siendo la improvisación y el oportunismo. Un ejemplo concreto es el argumento de que con la Asignación Universal por Hijo se ha instrumentado una herramienta potente y eficaz para revertir la pobreza en la infancia. Esto implica confiar en que la joven madre tiene resuelto el problema con sólo recibir del Estado $270 mensuales por hijo, con el condicionamiento de que el 20% del monto depende de la matriculación del niño en la escuela. El condicionamiento va en la directa correcta, pero resulta extremadamente débil y parcial cuando se trata de una madre adolescente o joven. Resulta exagerado pretender que la Asignación por Hijo aporte soluciones a problemas asociados a la maternidad temprana.
Otro testimonio es el debate por la ampliación de los supuestos para considerar legal el aborto y la difusión de métodos anticonceptivos. Prevalecen discusiones con un exceso de connotaciones espirituales, religiosas e ideológicas, y un gran vacío de contenido y pragmatismo. En paralelo se filtran el oportunismo y la hipocresía. Los errores formales cometidos en el tratamiento del proyecto de ley sobre el aborto muestran la improvisación en un tema tan serio. Mientras tanto, cientos de miles de mujeres jóvenes enfrentan junto con sus hijos situaciones muy críticas con daños difícilmente reversibles. La realidad es que la maternidad temprana afecta mucho más intensamente a las jóvenes pobres, no sólo porque en las clases medias y altas la juventud tiene mejor acceso a educación sexual y métodos anticonceptivos, sino también porque acude con más frecuencia a abortos clandestinos.
La historia y la experiencia internacional muestran que el proceso de desarrollo social va de la mano de la elevación y una distribución homogénea de los niveles de educación entre géneros y niveles socioeconómicos. Esto redunda en igualdad de oportunidades para el acceso a empleos de calidad. La maternidad temprana colisiona con este objetivo. Por ello, es fundamental una agenda de políticas públicas integral y sincera, que supere el conformismo con la Asignación Universal por Hijo y el escándalo en la discusión del aborto.