Informe Nº: 48224/02/2013
En las instituciones laborales y educativas subyace un gran celo frente a la posibilidad de la incorporación temprana de los jóvenes al mundo del trabajo. El principal argumento es que lo único valioso para un joven sería concentrarse en estudiar. Sin embargo, las mejores prácticas en el ámbito internacional demuestran que el empleo juvenil es […]
En las instituciones laborales y educativas subyace un gran celo frente a la posibilidad de la incorporación temprana de los jóvenes al mundo del trabajo. El principal argumento es que lo único valioso para un joven sería concentrarse en estudiar. Sin embargo, las mejores prácticas en el ámbito internacional demuestran que el empleo juvenil es un medio para mejorar la formación de los jóvenes y motorizar su progreso. La clave del éxito es incorporar en la secundaria contenidos de educación para el trabajo y promover una inserción temprana en una empresa.
El INDEC ha publicado un informe especial con el título “Módulo de Actividades de Niñas, Niños y Adolescentes” que se llevó adelante durante el operativo Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) del tercer trimestre de 2012. Esta es una iniciativa del Ministerio de Desarrollo Social, del Ministerio de Trabajo y de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil, con la colaboración operativa del INDEC. El objetivo es trazar un panorama del uso del tiempo libre, el acceso a tecnologías y, fundamentalmente, del trabajo infantil en niños y jóvenes de 5 a 17 años de edad.
De los principales resultados surge que los niños con entre 5 y 13 años de edad suman aproximadamente 5,4 millones, de los cuales 106 mil trabajan en el mercado laboral (o sea, excluyendo tareas de servicio doméstico). Estos son casos típicos de trabajo infantil y que, por ello, son disvaliosos. Por otro lado, se detectó que los jóvenes entre 14 y 17 años de edad suman 2,5 millones de los cuales 315 mil (12%) se incorporaron al mercado laboral. Este grupo integra una zona gris, ya que no responden a la tipología de trabajo adulto pero tampoco al de trabajo infantil.
Una perspectiva interesante sobre el tema del empleo juvenil aparece al comparar datos entre países. Según información del INDEC y la OECD, entre los jóvenes de 15 a 24 años de edad se observa las siguientes tendencias:
· En Argentina, la tasa de empleo entre 15 y 24 años de edad es de 33%.
· En los países de la OECD, la tasa de empleo promedio de este segmento es de 39%.
· Dentro de la OECD, se destacan Holanda con tasa de empleo juvenil del 64%, Suiza con el 63%, Dinamarca con el 58%, Canadá con el 55% y Alemania donde el 48% de los jóvenes trabajan.
Estos datos muestran que el empleo juvenil en Argentina es relativamente bajo para el concierto internacional. Particularmente altas son las diferencias que se observan con países que tienen una alta estima por la educación y la equidad social. Una de las razones es que el empleo entre los adolescentes –de 14 a 17 años– es muy bajo en Argentina. Como señala el informe del INDEC, apenas un 12% declara tener un empleo.
La información descriptiva que provee el mismo estudio del INDEC brinda evidencias de que el trabajo de los adolescentes no tiene, en la mayoría de los casos, las connotaciones negativas del trabajo infantil. De los 315 mil adolescentes que trabajan, el 84% lo hace por menos de 10 horas semanales, es decir, una dedicación muy parcial. Pero lo más importante es que el 90% afirma que no se cansa, que no se aburre y que le gusta hacerlo y un 66% que aprende trabajando. Son indicios fuertes de que, como ocurre en las mejores prácticas internacionales, el empleo adolescente tiene una enorme potencialidad como facilitador de la difícil transición de los jóvenes al mercado de trabajo.
Sin embargo, las instituciones educativas y laborales no acompañan este saludable y espontáneo proceso. Las escuelas medias –salvo contadas excepciones– no preparan ni promueven a los adolescentes para su incorporación temprana al mercado laboral. Parecería que sólo contemplan las necesidades de los jóvenes que aspiran a ingresar a la universidad, ignorando y discriminando a la gran mayoría que no tiene ese objetivo.
Las instituciones laborales potencian esta discriminación. En teoría, los adolescentes entre 16 y 18 años están legalmente habilitados para trabajar, pero en la práctica las trabas burocráticas los condenan a que sólo puedan hacerlo en la ilegalidad. En el extremo de la hipocresía, el Congreso sancionó recientemente una ley habilitándolos a votar, es decir, se les legaliza los mismos derechos políticos que a los adultos, pero se les pone trabas a la legalidad a quienes tienen la iniciativa, la responsabilidad y las ganas de empezar a trabajar.
La información que publica el INDEC sugiere que es un error asociar al empleo adolescente a las mismas connotaciones negativas del empleo infantil. Muy por el contrario, demuestra que se necesita un profundo cambio en las instituciones laborales y educativas a los fines de promover la combinación de estudio y trabajo. De lo contrario, se seguirá discriminando a la gran mayoría de los estudiantes que no van a ser profesionales universitarios y que necesitan, tanto en las escuelas técnicas como en los bachilleratos, contenidos de educación para el trabajo.