Informe Nº: 54313/04/2014
Las principales fuentes de progreso y bienestar son los aumentos de productividad que sustentan mejoras de las remuneraciones y la masiva generación de empleos de calidad para que las familias tengan más miembros generadores de ingresos dentro del hogar. Por eso, es fundamental que las instituciones laborales y la política asistencial sean muy sensibles a […]
Las principales fuentes de progreso y bienestar son los aumentos de productividad que sustentan mejoras de las remuneraciones y la masiva generación de empleos de calidad para que las familias tengan más miembros generadores de ingresos dentro del hogar. Por eso, es fundamental que las instituciones laborales y la política asistencial sean muy sensibles a los incentivos en favor de la maternidad responsable y la activación de la mujer para su incorporación en el mercado laboral.
El INDEC presentó los resultados de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) correspondiente al 3° trimestre del 2013. A diferencia de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), que refiere a datos sólo de los grandes aglomerados urbanos, la EAHU expande su cobertura a las pequeñas poblaciones del interior del país (2.000 habitantes o más). De la EAHU se publicaban datos laborales, pero en esta ocasión una novedad positiva es que también se presentaron datos sobre distribución del ingreso por provincia.
Uno de los varios datos interesantes que ofrece este informe es el del ingreso per capita de los hogares desagregado por provincia. Según el INDEC, la mediana de ingresos per cápita de las familias en el año 2013 es de unos $2.500 por persona por mes. Esto quiere decir que la mitad de los hogares argentinos vive con menos de $2.500 mensuales por persona. Aunque este promedio esconde una fuerte heterogeneidad entre regiones.
Si bien muchos factores determinan las diferencias entre provincias uno particularmente sugerente es la asociación entre nivel de ingreso de los hogares y la conformación de las familias. Así, en los datos publicados por el INDEC se observa que:
· En Chaco, Formosa, San Juan y Santiago del Estero hay 3,7 miembros por hogar, el 37% de las mujeres trabaja y el ingreso per capita familiar alcanza a $1.576 promedio.
· En el resto del NOA, Cuyo, Mesopotamia y región pampeana hay 3,4 miembros por hogar, el 42% de las mujeres trabaja y el ingreso per capita familiar es de $2.310.
· En la Ciudad de Buenos Aires, Santa Cruz y Tierra del Fuego hay 3,0 miembros por hogar, el 50% de las mujeres trabaja y el ingreso per capita familiar es de $4.822.
Estos datos muestran, como tendencia, que los mayores niveles de ingresos están asociados a mayor tasa de empleo de las mujeres y menor tamaño de los hogares. Extremando la simplificación, la asociación observada podría esquematizarse en que por cada punto porcentual que aumenta la tasa de empleo femenino el ingreso per capita de los hogares aumenta en aproximadamente un 14%.
Esta manera de cuantificar la relación entre empleo femenino y nivel de ingreso de los hogares es rudimentaria y requiere análisis estadísticos más completos y sofisticados para darle rigurosidad y precisión. Pero alcanza para explicitar la enorme importancia que tiene, como determinante del progreso social, la generación de oportunidades laborales de calidad para las mujeres. Como surge de las diferencias entre las provincias argentinas, y con mayor contundencia en la comparación entre países, a medida que las mujeres encuentran mayores oportunidades de trabajo, aumenta el ingreso del hogar y el tamaño de las familias tiende a ser menor. El resultado es un incremento del ingreso per capita de la familia que implica mejor calidad de vida presente y mejores condiciones de prosperidad para el futuro debido a la mayor y mejor educación, recreación y formación de los hijos.
Esto alerta de que los avances observados en materia social en la última década, aunque importantes, son insuficientes y poco sustentables. Por un lado porque están ligados a la bonanza originada en los altos precios de las materias primas y muy bajas tasas de interés. Por el otro, porque responden a una visión conservadora que pone más énfasis en la distribución de recursos públicos vía asistencialismo que en generar oportunidades para que las familias sea artífices de su propio progreso.
Para dar un giro progresista en las políticas públicas es fundamental reformar las instituciones laborales poniendo énfasis en la generación de empleos para las mujeres, especialmente, para las jóvenes prevenientes de los hogares más pobres. El otro eje central es el rediseño de los planes asistenciales incorporando incentivos a una maternidad responsable y a una mayor participación laboral, en particular, modernizando la Asignación Universal por Hijo y el Progresar.