Informe Nº: 97631/07/2022
En el marco de la aceleración de la crisis se anunció abruptamente una nueva renovación del gabinete nacional. El principal cambio es la designación de un ministro de economía con mayor sustento político. De todas formas, el éxito de su gestión dependerá de que el liderazgo sea usado para abordar el descalabro fiscal.
Mientras se estaba negociando con organismos internacionales y se anunciaban medidas para incentivar la liquidación de exportaciones de soja, se dispuso un nuevo cambio de gabinete. En los pocos días que estuvo en el cargo, la ministra de economía saliente marcó con énfasis que el problema central es de naturaleza fiscal. Según su visión, el actual desequilibrio en las cuentas públicas –en un contexto de muy limitado acceso al crédito– lleva a excesos de emisión monetaria que provocan inflación alta y creciente. Pero, probablemente por contar con un débil sostén político, las medidas que propuso para revertir la situación fueron insuficientes. Esto explica que la crisis se haya acelerado.
Se espera que el nuevo ministro cuente con mayor aval político que su antecesora por ser uno de los líderes de la coalición gobernante. Este sostén es condición necesaria, pero no suficiente, para evitar que la crisis se siga acelerando. Lo que resulta imprescindible es partir de un buen diagnóstico de la crisis y usar el liderazgo político para diseñar e instrumentar la estrategia más conducente. Por esto, es clave dilucidar si el diagnóstico de Batakis, centrado en la situación fiscal, era pertinente.
Para ello se puede apelar a datos del Ministerio de Economía y el Banco Central. Según estas fuentes en el primer semestre del 2022 se observa que:
Estos datos muestran que el desequilibrio fiscal asciende a 6,2% del PBI. Al exceso de gastos por encima de los ingresos públicos y los intereses que el Tesoro nacional debe pagar por su deuda en letras y títulos públicos, se le suma una enorme masa de intereses que paga el Banco Central por las Leliqs y los pases. Estos instrumentos se usan para absorber los excesos de emisión monetaria y, paradójicamente, su uso abusivo lleva a retroalimentar la emisión monetaria. Es claro que el diagnóstico de la ex-Ministra sobre la imperiosa necesidad de reducir el desequilibrio fiscal no es una exageración.
El origen del descalabro fiscal en Argentina se remonta a varias décadas atrás. Pero su actual tendencia a escalar exige ahora tomar medidas rápidas y profundas que demandan un fuerte sustento político. En este aspecto, el nuevo ministro tiene ventajas respecto a su antecesora: tiene fortaleza política. Pero el éxito para revertir la crisis depende de un plan para abordar el desequilibrio fiscal y los apoyos necesarios dentro de su propia coalición de gobierno para implementarlo. Aquí es donde prevalecen más las dudas que el optimismo.
Resulta muy sugerente que, hasta ahora, el ministro Massa no haya planteado el tema del descalabro fiscal con la claridad y el énfasis que lo hizo Batakis. También es orientativo que, entre las versiones de cambios, las áreas más desestabilizantes de las cuentas públicas (energía, ANSES, empresas del Estado) son las que aparecen menos mencionadas. Por otro lado, los trascendidos sobre el plan que se anunciaría en los próximos días ponen énfasis en la política cambiaria y monetaria. Estas medidas –como ocurre con las que ya se tomaron para incentivar la liquidación de la soja– aumentan la emisión monetaria y, con ello, el desequilibrio del Banco Central.
Que Massa tenga mayor apoyo político que Batakis es una diferencia importante pero no definitoria. Si esto se usa para diseñar y aplicar una estrategia centrada en desandar el descalabro fiscal, hay posibilidades de revertir la aceleración inflacionaria. Por el contrario, si el liderazgo político se usa para intentar eludir la corrección de los desequilibrios fiscales mediante alguna alquimia cambiaria y monetaria, el fracaso está asegurado.