Informe Nº: 59512/04/2015
En el año 2014 la mayor parte del crecimiento de la población en edad de trabajar permaneció en la inactividad o se insertó como empleado público. Por ello, la falta de oportunidades laborales no se manifiesta en crecimiento del desempleo abierto. El riesgo es que se subestime la dimensión de los problemas acumulados y la […]
En el año 2014 la mayor parte del crecimiento de la población en edad de trabajar permaneció en la inactividad o se insertó como empleado público. Por ello, la falta de oportunidades laborales no se manifiesta en crecimiento del desempleo abierto. El riesgo es que se subestime la dimensión de los problemas acumulados y la trascendental importancia de avanzar en una profunda y necesaria reforma de las instituciones educativas, laborales y de los programas asistenciales.
El INDEC terminó de publicar las bases de datos de la Encuesta Permanente de Hogares referidas a todos los trimestres del año 2014. Esto permite mejorar los diagnósticos sobre la situación del mercado de trabajo. Se trata de un tema particularmente importante desde el punto de vista del bienestar de la población.
Una manera de evaluar la evolución del mercado laboral es observando los diferentes tipos de estados ocupacionales que van adquiriendo las personas en edad de trabajar. Si bien convencionalmente se toma como edad de trabajar a las personas mayores de 15 años, a los efectos de evitar algunas distorsiones que resultan del empleo entre los adolescentes resulta más pertinente considerar a las personas entre los 20 años y las edades jubilatorias (60 para las mujeres y 65 para los varones).
Según los datos del INDEC, del total del aumento de la cantidad de personas que vive en los centros urbanos de todo el país y tienen entre 20 años de edad y la edad jubilatoria, se observa que entre los años 2013 y 2014:
Estos datos muestran que casi dos tercios del aumento en la cantidad de personas en edad de trabajar no ingresaron al mercado de trabajo. De los que lo hicieron, algunos pocos entraron en situación de desempleo abierto y un cuarto consiguió algún tipo de ocupación. Resulta muy notable que la gran mayoría de los empleos adicionales generados fueron en el sector público. Aproximadamente 8 de cada 10 de los nuevos empleos generados en el año 2014 fueron en el Estado.
El leve aumento del desempleo abierto refleja de manera muy parcial la insuficiente generación de oportunidades laborales de calidad. El fenómeno más importante es que se intensificó la inactividad laboral. Probablemente esto refleje el desaliento de muchas personas en edad de trabajar ante las muy bajas probabilidades de conseguir un empleo y el deficiente diseño e instrumentación de los programas asistenciales que inducen a que la gente permanezca en la inactividad. Pero también es muy relevante la falta de creación de empleos asalariados privados registrados al punto que sólo se generaron oportunidades laborales en el sector público y, en menor medida, en el informal.
No es la primera vez en la Argentina que los déficits laborales no se manifiestan a través del desempleo abierto sino por la inactividad y las ocupaciones de bajo nivel de productividad. Esto lleva a alertar sobre el riesgo de subestimar la gravedad de los problemas laborales. La estrategia de absorber la mayor parte de la fuerza de trabajo en empleos espurios en el Estado e inducir a la inactividad laboral a través de programas asistenciales es insustentable. Implica desaprovechar el capital humano disponible y está limitada a la disponibilidad de recursos fiscales. A medida que el déficit fiscal se vuelva más insostenible, se impondrá la informalidad como último recurso para subsistir.
Desempleo, inactividad laboral y empleos de baja productividad son las dimensiones que señalan la enorme insuficiencia de empleos de calidad. Esto plantea un desafío que sólo podrá ser abordado con éxito si, además de corregir la política económica, se abordan profundas reformas en las instituciones sociales. Mejorar el desempeño del sistema educativo, reducir impuestos al trabajo, eliminar burocracia y litigiosidad laboral, y rediseñar los programas asistenciales para inducir a la búsqueda de empleo, forman parte de la agenda extremadamente desafiante que le espera al gobierno que vendrá.