Informe Nº: 108028/07/2024
Para aumentar la competitividad sin devaluar se requieren reformas estructurales que son difíciles de llevar a la práctica. Sin embargo, Brasil, en un entorno de dificultades similares a la de Argentina, encaró una ambiciosa modernización laboral y tributaria. Esto demuestra que avanzar en las reformas estructurales es posible.
En el Reporte de Julio de 2024 del FMI sobre la economía de Brasil se destaca el crecimiento en la productividad de las empresas mano de obra intensivas derivado de la reforma laboral del 2017. El informe analiza los impactos positivos que se lograron gracias a los cambios legales que permitieron reducir sustancialmente la litigiosidad laboral. Visto desde la perspectiva de la Argentina se trata de un factor que coloca en desventaja a la producción local muy afectada por los masivos y onerosos juicios laborales.
Otra dimensión de la reforma de Brasil es que tiende a descentralizar la negociación colectiva. Se establece que la negociación por empresa prevalece sobre el convenio sectorial y cuenta con amplias facultades para modificar el entorno regulatorio. Esto incluye, por ejemplo, la posibilidad de negociar reducción de salario con estabilidad del puesto, flexibilidad de la jornada y remuneración por productividad. En cambio, en la Argentina prevalece la negociación centralizada a nivel de sectores sin posibilidad para las pymes de negociar con sus propios trabajadores las condiciones laborales y la organización de la producción.
¿Cómo impacta la centralización en los contenidos de la negociación colectiva en la Argentina? Según la Secretaría de Trabajo, para el período 2009 – 2022, se observa que:
Estos datos muestran que la negociación centralizada está fuertemente enfocada en definir salarios, el financiamiento de los sindicatos y la resolución de conflictos entre delegados sindicales. Más que negociación colectiva, son “acuerdos paritarios”. En cambio, temáticas relacionadas con la organización de la producción para mejorar la productividad o abordar crisis ocupan un lugar secundario. Para las empresas, especialmente las más chicas, los convenios colectivos son una poderosa fuente de rigidez ya que imponen escalas salariales y contribuciones para los sindicatos, sin posibilidad de organizar mejor la producción para aumentar la productividad o negociar las mejores alternativas para afrontar las crisis.
Brasil, además de la modernización laboral, también está avanzando en la unificación de varios impuestos a las ventas en el IVA. La lógica es mantener la misma presión tributaria, pero sustituyendo malos impuestos por un tributo de mejor calidad. El mismo Reporte del FMI destaca que esta reforma agregará un crecimiento estructural del 0,5% anual a su PBI por las ganancias de eficiencia que produce esta simplificación tributaria. Así, por el lado tributario también hay desventajas para las empresas argentinas altas y crecientes.
Hay coincidencias en que la manera genuina de ganar competitividad es con reformas estructurales, entre las más importantes, las laborales y tributarias. Pero también se admite que son cambios difíciles de llevar a la práctica. Entonces, prima la resignación que lleva a un debate con resultados desalentadores. Por un lado, están los que argumentan que es preferible paliar los problemas de competitividad flexibilizando la política cambiaria, aunque esto implique ser menos ambiciosos en el proceso de baja de la inflación. Por otro lado, están los que acompañan al gobierno en la visión de que la devaluación solo produce más inflación, por lo tanto, hay que aguantar el atraso cambiario y las consecuencias que esto tiene en términos de demorar la recuperación de la producción y el empleo.
Para Brasil las transformaciones no son menos desafiantes que para la Argentina. Adolece de similares distorsiones y dificultes derivadas de la diversidad y dispersión de alineamientos políticos en el Congreso, resistencia de entidades gremiales y una organización federal que potencia las complejidades. Aun así, avanza con las transformaciones logrando los resultados esperados. Si la Argentina no imita rápidamente a Brasil –donde están sus principales competidores– habrá que seguir resignándose a optar entre más inflación o más recesión y asumir que ambas alternativas implican la continuidad de la decadencia.