Informe Nº: 39112/11/2011
La calidad de las instituciones determina la capacidad de progreso de un país. Los rankings de competitividad brindan indicios de cómo se posicionan las instituciones de cada país respecto al resto del mundo. Más allá de las limitaciones de estos indicadores, varias evaluaciones internacionales colocan a la Argentina en una posición muy rezagada y descendente. […]
La calidad de las instituciones determina la capacidad de progreso de un país. Los rankings de competitividad brindan indicios de cómo se posicionan las instituciones de cada país respecto al resto del mundo. Más allá de las limitaciones de estos indicadores, varias evaluaciones internacionales colocan a la Argentina en una posición muy rezagada y descendente. Esto confirma que aunque la Argentina disfruta de un contexto internacional muy favorable, en las cuestiones sustanciales sigue inmersa en un proceso de decadencia sistemática.
El crecimiento en los niveles de actividad económica, consumo privado y gasto público sigue siendo vigoroso y sostenido. En contraste, aparecen la muy alta inflación, la persistencia de la pobreza, la conflictividad laboral, la discrecionalidad y la baja calidad de las intervenciones públicas y un nuevo frente de conflicto con los principales países compradores de las exportaciones argentinas (China y Brasil). ¿Está la Argentina en una senda de progreso sustentable o sigue inmersa en un proceso de decadencia sistemática disimulado por un contexto internacional inéditamente favorable?
Un factor clave como determinante de la capacidad de progreso de un país es su competitividad. Recientemente fue publicado el Ranking de Competitividad Mundial que elabora el Instituto de Desarrollo Gerencial (IMD) de Suiza. Este ranking se suma a otros dos conocidos rankings de competitividad que elaboran el Banco Mundial (Doing Business) y el Foro Económico Mundial (Indice de Competitividad Global), este último famoso por sus eventos en Davos. Con diferentes metodologías cada uno trata de medir la calidad de las instituciones de un país en términos de ofrecer un marco propicio para producir y generar bienestar.
Según los sitios Web de estas tres organizaciones se puede observar que:
Estas mediciones tienen una importante cuota de subjetividad, imprecisión y arbitrariedad. Sin embargo, los tres principales ranking de competitividad que se utilizan en el mundo ubican a la Argentina siempre más cerca del fondo que de los primeros puestos. Además, la tendencia de los últimos años es a ocupar posiciones cada vez mas rezagadas. Todo lo contrario a lo que ocurre con otros países latinoamericanos, como por ejemplo Chile, Perú y Colombia, que presentan mejoras institucionales importantes, a tal punto que se ubican por encima de la Argentina.
¿Cómo se explica en Argentina la combinación de una economía en crecimiento con boom de consumo y gasto publico, en un marco de persistente pérdida de competitividad? La respuesta es la inédita bonanza internacional. En otras palabras, la Argentina crece, a pesar de que pierde competitividad, gracias a que las exportaciones del complejo sojero y automotriz se mantienen y diseminan al resto de los sectores económicos la pujanza de la demanda externa. En la medida que ingresa una abundancia de dólares por las ventas externas, se disimulan los crecientes problemas internos para producir.
Los índices ilustran este proceso. Por ejemplo, el Índice de Competitividad Mundial toma en cuenta para medir la capacidad de generación de riqueza cuatro factores: el desempeño económico, la eficiencia del gobierno, el entorno para hacer negocios y la infraestructura. En desempeño económico (que considera las variables macroeconómicas) la Argentina está en el puesto 39 entre 59 países relevados, pero en eficiencia del gobierno y el entorno para hacer negocios (que comprende la estructura y la gestión tributaria, la calidad de los marcos regulatorios y el funcionamiento de las instituciones) Argentina aparece en los puestos 57 y 51, respectivamente. En infraestructura (que comprende infraestructura propiamente dicha más educación, salud y medio ambiente) aparece en el puesto 45.
El gran desafío para el sistema político, en el marco del proceso electoral que se avecina, es distinguir lo transitorio (la bonanza externa inéditamente favorable) de lo permanente (la calidad de las instituciones). La bonanza es un elemento exógeno y transitorio. Las instituciones para inducir al esfuerzo, la educación y la capacitación, la inversión y la innovación tecnológica y la eficiencia son lo importante y lo que perdura. Allí están las bases para un proceso sustentable de crecimiento económico con desarrollo social.