Informe Nº: 58318/01/2015
Se consolida el aletargamiento del contexto internacional que en la década pasada fue muy favorable para América del Sur. Esto implica que se enfrentan condiciones menos propicias para el crecimiento económico y más dificultades para crear empleos. Los desafíos ahora son mayores para los países que menos aprovecharon la bonanza internacional debido a la baja […]
Se consolida el aletargamiento del contexto internacional que en la década pasada fue muy favorable para América del Sur. Esto implica que se enfrentan condiciones menos propicias para el crecimiento económico y más dificultades para crear empleos. Los desafíos ahora son mayores para los países que menos aprovecharon la bonanza internacional debido a la baja calidad de sus políticas laborales. Este es el caso de la Argentina.
En la reciente publicación Panorama Laboral 2014, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta sobre un menor crecimiento económico para los países de América del Sur. La razón es la caída de los precios internacionales que se viene observando desde el 2012 y el aumento en las tasas de interés. La reversión no es drástica, pero implica un contexto menos favorable que el observado entre los años 2002 y 2012. Esto lleva a reducir las expectativas de crecimiento. El informe de OIT destaca que tanto la CEPAL como el FMI estiman un crecimiento de 0,8% para el año 2014 y entre el 1,6% y 1,8% para el 2015. Lejos de las tasas de más del 5% anual que la región disfrutó hasta el año 2012.
Con menores tasas de crecimiento, se debilita la capacidad de creación de empleos. La OIT señala que esto, por ahora, no se refleja en más desocupación porque aumentó la inactividad laboral, especialmente entre jóvenes y mujeres, y la informalidad. Pero en el futuro el desempleo crecerá porque la participación laboral no puede caer indefinidamente y hay un flujo de jóvenes que contínuamente se incorpora al mercado de trabajo.
También resulta pertinente considerar los diferentes desempeños que han mostrado los países en este periodo de bonanza. Tomando como referencia la tasa de ocupación, es decir la relación entre el empleo y la población en edad de trabajar, el Panorama Laboral de la OIT advierte que entre los años 2004 y 2014:
Esto datos muestran que el empleo aumentó en la Argentina, pero bastante menos que en el resto de la región. La información desagregada que publica la OIT muestra que entre los países de América del Sur con mejor desempeño se destacan Uruguay (9,4 puntos porcentuales de incremento en la tasa de ocupación), Colombia (6,9 puntos porcentuales) y Chile (6,3 puntos porcentuales). Salvo Ecuador (-1,8 puntos porcentuales), Argentina es el país sudamericano que menos empleos generó durante la bonanza.
Otra diferencia con respecto al resto de la región es que el aumento en la tasa de ocupación en la Argentina estuvo concentrado en los primeros años del ciclo. Uno de los factores que explican esta particularidad es que la generación de empleo fue impulsada por la fuerte licuación de costos laborales que produjo la mega-devaluación del año 2002. Es decir, al contexto internacional favorable se le sumó la situación interna de salarios excepcionalmente bajos. Como era previsible, las remuneraciones tendieron a recuperarse y como los aumentos de salarios no fueron acompañados por políticas que los hicieran sustentables, la creación de empleos se debilitó. A partir del año 2011, la tasa de ocupación urbana cae, explicitando los costos de haber profundizado reglas que castigan la productividad y potencian la burocratización y la litigiosidad laboral.
De los datos de la OIT se deducen dos consecuencias muy importantes. Por un lado, que la Argentina desaprovechó la bonanza para generar más empleos. Haber aumentado la tasa de ocupación, como lo hicieron por ejemplo Uruguay y Chile, habría implicado que muchas familias tendrían hoy más miembros adultos trabajando y, por lo tanto, no dependiendo de los ingresos de otros integrantes del hogar o del asistencialismo. Por otro lado, que tampoco se aprovechó el ciclo externo favorable para construir instituciones que den sostenibilidad al crecimiento de la producción y el empleo. El fin de la bonanza desnuda la falta de visión de la dirigencia argentina para implementar políticas internas que sustenten el progreso ante el previsible cambio de contexto externo.
Afortunadamente la reversión del ciclo no se presenta de manera abrupta. Esto ayuda a que la reconstrucción de instituciones económicas y sociales que necesita la Argentina sea menos costosa y más viable. De todas formas, la degradación institucional es tan profunda que se necesitará mucho profesionalismo y visión política para compensar el desperdicio de oportunidades de los últimos años.