Informe Nº: 41227/10/2011
El crecimiento del empleo y los salarios observado en los dos ciclos de gobierno que concluyen fue posible, entre las principales razones, porque se partió de niveles muy deprimidos –debido a la licuación del salario real provocada por la megadevaluación– y al excepcional contexto internacional. De cara al nuevo ciclo que se inicia, es imprescindible […]
El crecimiento del empleo y los salarios observado en los dos ciclos de gobierno que concluyen fue posible, entre las principales razones, porque se partió de niveles muy deprimidos –debido a la licuación del salario real provocada por la megadevaluación– y al excepcional contexto internacional. De cara al nuevo ciclo que se inicia, es imprescindible idear nuevas estrategias ya que con costos laborales en dólares superiores a los registrados antes de la crisis resulta riesgoso confiar en que la bonanza de los precios internacionales se profundice.
Comienza un nuevo ciclo para el Gobierno y, con ello, se renuevan las expectativas, tan generalizadas como legítimas de que los aumentos de empleos y salarios se sostengan y aceleren. Estas aspiraciones van en línea con el convencimiento de que la vía genuina para resolver los problemas sociales es la generación masiva de empleos de calidad y no la proliferación de programas asistenciales.
Según los datos del Ministerio de Economía, entre los años 2003 (inicio de la gestión actual) y 2011, el total de ocupados urbanos creció un 23% (casi 3 millones de puestos de trabajo adicionales) y el salario real formal (tomando la inflación oficial de San Luis) habría crecido un 56%. Si se considera como base el segundo quinquenio de la década de los ´90, es decir, los niveles previos a la crisis del año 2002, las variaciones también son importantes: 33% en el empleo y 33% en los salarios reales. Sin perjuicio de ello, la posibilidad de sostener en el futuro el crecimiento del empleo y los salarios depende decisivamente de la capacidad para preservar la competitividad internacional. Una aproximación a la situación de la competitividad internacional que se enfrentará en el nuevo ciclo que se inicia se puede obtener analizando la evolución de los costos laborales (salario bruto más las contribuciones patronales) medidos en dólares. En este sentido, los datos del Ministerio de Economía muestran las siguientes tendencias:
• En el año 2011, el costo laboral en dólares alcanzará los U$S 1.620.
• En el año 2003, el costo laboral en dólares, ajustado por inflación mayorista de EEUU, era de U$S 576.
• En el promedio de los años 1996 – 2000, el costo laboral en dólares, ajustado por inflación mayorista de EEUU, era de U$S 1.430. Que los costos laborales medidos en dólares se hayan multiplicado por 3 respecto al año 2003 y sean un 13% superiores al nivel de la segunda mitad de la década de los ´90 implica que las empresas argentinas tienen hoy menos capacidades para competir –ya sea exportando de manera directa, formando parte de una cadena productiva exportadora o compitiendo con importaciones– que en el pasado. Lo que hoy juega a favor es que, a diferencia de la época de la convertibilidad, los precios de las exportaciones han crecido mucho más que los precios de las importaciones. En el año 2011, los términos del intercambio (el cociente entre los precios de las exportaciones y las importaciones) son un 44% superior al período 1996 – 2000. Esto significa que la Argentina disfruta de un “efecto riqueza” producto de que puede vender al exterior o proveerse de insumos, tecnología y maquinarias importadas con un menor esfuerzo productivo ya que sus exportaciones tienen precios más elevados. Ayuda también que el dólar esta muy debilitado respecto al Euro y al Real brasileño, lo que implica que los costos laborales locales medidos en términos de estas monedas han crecido menos que en relación al dólar.
De cara al tercer ciclo de gestión del gobierno se plantean certezas e incertidumbres.
La certeza es que las presiones sindicales se van a mantener muy activas. Más allá de los condimentos políticos que subyacen en ellas, es indudable que canalizan un reclamo legítimo por sostener la mejora en los niveles de vida de la gente. La incertidumbre se plantea en cómo sostener esas mejoras de salarios sin agregar presiones inflacionarias, pérdidas de competitividad y/o destrucción de empleos.
La alternativa más fácil es seguir confiando pasivamente que Asia y Brasil sostendrán el crecimiento. De Asia depende que los precios del complejo sojero, hidrocarburos y mineros se mantengan elevados y de Brasil las exportaciones de autos. Según los datos oficiales, estos cuatro sectores representan prácticamente la mitad de las exportaciones argentinas. Se trata de una apuesta de alto riesgo. Por eso, es aconsejable acompañar el favorable contexto internacional con políticas internas, fundamentalmente cambios en las regulaciones laborales e impositivas que eliminen costos espurios y fomenten el crecimiento de la productividad. El nuevo ciclo que se inicia constituye la oportunidad.