Costos laborales superiores a los de la convertibilidad. - IDESA

Informe Nº: 38012/11/2011

Costos laborales superiores a los de la convertibilidad.

Los costos laborales medidos en dólares y corregidos por productividad han superado los niveles de la década de los '90. No hay riesgos de una crisis como en el 2002 gracias al favorable contexto internacional. Sin embargo, se explicita que el “modelo de tipo de cambio alto” fue una experiencia transitoria que se esfumó ante […]

Los costos laborales medidos en dólares y corregidos por productividad han superado los niveles de la década de los '90. No hay riesgos de una crisis como en el 2002 gracias al favorable contexto internacional. Sin embargo, se explicita que el “modelo de tipo de cambio alto” fue una experiencia transitoria que se esfumó ante la previsible presión social por recuperar el salario real. El remedio no pasa por otra devaluación, ni en poner trabas a las importaciones o fijar ajustes salariales inferiores a la inflación, sino por repensar integralmente el sector público para enfocarlo a mejorar la productividad de la economía.

 

Para alcanzar elevados niveles de vida es necesario sustentar los aumentos de salarios con incrementos de productividad. De esta manera, se mantienen las potencialidades para exportar y para competir con las importaciones. Un indicador que aproxima esta potencialidad es el costo laboral en dólares corregido por la productividad. Si los costos laborales (salarios más cargas sociales) medidos en dólares crecen a un ritmo parecido al de la productividad (el valor agregado de cada trabajador) no hay riesgos de perder capacidad competitiva frente a los trabajadores de otros países. Así, con aumentos de productividad se viabiliza el crecimiento de los salarios reales.
El ejemplo que mejor ilustra este concepto es Europa. En España, Portugal, Grecia, Irlanda, los costos laborales aumentaron más que la productividad, por eso, están en crisis. En cambio, Alemania tiene costos laborales más altos que estos países y sin embargo mantiene su dinamismo gracias a los altos incrementos de productividad que logra por sus sistemáticos esfuerzos en mejorar la eficiencia de su organización productiva.
Para el caso de la economía argentina, procesando información oficial del Ministerio de Economía para el año 2010, se llega a las siguientes evidencias:

  • El costo laboral en dólares estaría un 18% por encima del promedio 1996 – 2000.
  • La productividad, medida a través del PBI por ocupado, es aproximadamente un 16% superior al promedio 1996 – 2000.
  • De esta forma, el costo laboral en dólares ajustado por productividad superaría en un 2% al promedio 1996 – 2000.

Los datos oficiales muestran que los costos laborales medidos en dólares, luego de la abrupta caída asociada a la mega devaluación del año 2002, han superado en el 2010 el nivel que tenían antes de la crisis y esto fue parcialmente compensado con aumentos en la productividad. Consecuentemente, muchos productores nacionales enfrentan niveles de competitividad similar o peor a los que se registraban antes del año 2002.  
La situación no es explosiva, gracias al buen contexto internacional. Por un lado, porque la presencia internacional de los gigantes asiáticos (China e India, básicamente) eleva el precio de la principal exportación argentina, la soja, a niveles inéditamente altos. Por el otro, porque a fines de los ´90 el principal socio comercial de Argentina (Brasil) había devaluado, mientras que en la actualidad presenta una apreciación de su moneda que beneficia a las exportaciones argentinas, especialmente a las del complejo automotriz.
Sin embargo, es evidente que el “modelo de tipo de cambio alto” ha quedado en el pasado. Se trató de una experiencia transitoria e insostenible porque la población no tolera por mucho tiempo caídas de los ingresos reales. Luego de la megadevaluación, cuando el costo laboral en dólares equivalió a apenas un 36% del promedio 1996 – 2000, fueron crecientes las demandas por recuperar los salarios reales. En la medida que los aumentos de salarios no fueron acompañados por similares aumentos de productividad, las ganancias de competitividad se fueron diluyendo. Es una evidencia más de que el “modelo de tipo de cambio alto” no fue una decisión estratégica, sino una derivación de la crisis. Por eso, duró el efímero tiempo que la población toleró la caída de los salarios reales
La solución no pasa ni por propiciar otra devaluación, ni por paliativos como las licencias no automáticas para importaciones o que los aumentos de salarios sean no remunerativos (así se elude el pago de cargas sociales). Tampoco por presionar para que en las negociaciones salariales los incrementos sean inferiores al 30%, cuando en realidad este porcentaje apenas compensa la inflación. Como lo demuestran las experiencias de otros países, el camino es promover la competitividad en base a mayor productividad (en lugar de reducciones de los salarios reales). Para ello es clave repensar integralmente el sector público. Esto implica una estructura tributaria más eficiente y equitativa, mayor calidad del gasto público y regulaciones que fomenten la transparencia y la competencia.

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