Informe Nº: 42019/12/2011
La generación de empleos formales opera como un poderoso factor de movilidad social. La evolución de los últimos años muestra una fuerte creación de empleos “en blanco” gracias a que las empresas compensaban los costos espurios que provocan muchas regulaciones laborales pagando salarios reales “licuados” por la devaluación del año 2002. Pero apenas el salario […]
La generación de empleos formales opera como un poderoso factor de movilidad social. La evolución de los últimos años muestra una fuerte creación de empleos “en blanco” gracias a que las empresas compensaban los costos espurios que provocan muchas regulaciones laborales pagando salarios reales “licuados” por la devaluación del año 2002. Pero apenas el salario real recuperó su nivel anterior a la crisis, la compensación dejó de ser posible y se aletargó la reducción de la informalidad. Por eso, y ante la posible reversión del “viento de cola” internacional, aumenta la urgencia y la prioridad de revisar las regulaciones laborales.
Existen indicios de que el ciclo de condiciones externas excepcionalmente favorables para la Argentina se está debilitando. Con esta orientación se presenta la débil recuperación de EEUU, la crisis del Euro, el posible estancamiento de Brasil y la caída de los precios internacionales de la soja.
Con la bonanza económica, se sostuvieron y profundizaron muchas reglas de la organización económica y social de muy baja calidad. Bajo un contexto internacional no tan favorable, las consecuencias negativas de haber adoptado esta estrategia se harán más explícitas. Ejemplos concretos son la precaria situación fiscal, disimulada con transferencias extraordinarias desde el Banco Central y las AFJP, y las distorsiones en las instituciones laborales.
Un indicador que muestra claros signos de agotamiento es la reducción de la informalidad entre los trabajadores asalariados. Tomando los datos del INDEC aparece que:
• Entre los años 2004 y el 2008, cuando la “licuación” de los salarios reales producida por la devaluación operaba a pleno, la tasa de empleo asalariado no registrado cayó del 48 al 37%.
• Entre los años 2009 y el 2010, cuando los salarios reales recuperaron el nivel previo a la devaluación, la reducción fue mucho más modesta ya que la tasa de empleo no registrado se ubicó entre 36 y 35%.
• En el año 2011, con fuerte crecimiento en la producción pero con salarios reales altos, el empleo no registrado converge al 34%.
La información oficial muestra que la generación de empleos “en blanco” fue muy intensa hasta el año 2008. Un factor clave, además del alto crecimiento de la producción, fue el salario real muy deprimido, herencia de la megadevaluación de comienzos de la década pasada. Pero apenas el salario real recuperó su nivel anterior a la devaluación (esto ocurre en el año 2009), los progresos en términos de reducción de la informalidad laboral son mucho más modestos y con tendencia al amesetamiento.
Mientras el salario real estuvo “licuado” y el nivel de actividad económica se expandía a tasas muy altas y sostenidas (2004 – 2008), las empresas –sobre todo las medianas y grandes–, generaron mucho empleo asalariado registrado. Los exageradamente altos costos no salariales (cargas sociales, aportes sindicales, rigideces en las normas laborales, litigiosidad laboral) eran compensados con un salario real del trabajador muy deteriorado. Pero apenas las remuneraciones recuperaron el nivel previo a la crisis, esta compensación de mayor costo laboral por menor salario real dejó de ser posible. Así, el costo laboral no salarial que deben pagar las empresas para tener trabajadores “en blanco” se eleva, induciendo a una menor generación de empleo formal. Por esto, desde el año 2009 los progresos en términos de reducción de la informalidad laboral son muy modestos, aún cuando fue muy alto el crecimiento de la actividad económica.
Si de aquí en adelante las condiciones de la economía internacional dejan de ser tan favorables, como parecen presagiar las noticias que llegan desde EEUU, Europa, Brasil y los precios de los commodities, los progresos en términos de reducción de la informalidad se pueden revertir. Con menor nivel de actividad económica (a causa de la economía mundial) y costos laborales no salariales creciendo (por inconsistencias internas), el empleo asalariado informal puede volver a crecer con consecuencias sociales muy negativas.
Para impulsar un proceso sustentable de reducción de la informalidad es imprescindible modernizar las instituciones laborales. Se trata de potenciar la protección de los trabajadores eliminando costos espurios. Un ejemplo concreto es aplicar mínimos no imponibles a las cargas sociales en lugar de elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. Esta medida es mucho más eficiente y progresista porque aminoraría la presión impositiva sobre los salarios bajos (que se donde más impactan las cargas sociales) en lugar de aminorárselos a los salarios altos (que es donde se aplica el impuesto a las ganancias).