Informe Nº: 40317/11/2011
El sistema de educación de Chile está siendo fuertemente cuestionado por sus inequidades. La manifestación más visible del problema son las bajas chances que tienen las familias más humildes de que sus hijos ingresen a la universidad debido a que no reciben una educación básica de calidad. En la Argentina, las brechas son aún mayores, […]
El sistema de educación de Chile está siendo fuertemente cuestionado por sus inequidades. La manifestación más visible del problema son las bajas chances que tienen las familias más humildes de que sus hijos ingresen a la universidad debido a que no reciben una educación básica de calidad. En la Argentina, las brechas son aún mayores, sólo que las inequidades se ocultan detrás del ingreso irrestricto a la universidad. Chile genera mejores resultados y menos desigualdad porque el sistema educativo funciona bajo reglas que estimulan el esfuerzo y los logros, como por ejemplo el pago por desempeño a sus docentes.
En Chile, una parte importante de la población está cuestionando severamente su sistema educativo. Los motivos son múltiples y complejos. El núcleo del reclamo son las grandes diferencias de calidad de la educación que reciben los alumnos pobres y los que provienen de las familias más pudientes. Esto se manifiesta con crudeza en la instancia de aspirar al acceso a la universidad. Como las exigencias académicas para ingresar a la universidad son elevadas, los hijos de las familias de menores ingresos tienen bajas probabilidades de superar esta barrera por la baja calidad de la educación que recibieron en el nivel básico y medio. Las inequidades se potencian porque la universidad es arancelada, por lo tanto, las familias tienen que contar con recursos para pagarla o comprometerse a devolver un crédito que el Estado ofrece a tasas subsidiadas.
Mientras que en Chile las consecuencias de las desigualdades educativas se hacen visibles en la instancia de ingresar a la universidad, en la Argentina el fenómeno se diluye por el ingreso irrestricto. De allí la pertinencia de considerar otros indicadores de calidad, como es el caso de la evaluación PISA que mide las habilidades de lectura, matemática y ciencias de los jóvenes de 15 años en 62 países. Tomando la última evaluación disponible, correspondiente al año 2009, en lectura se puede observar que:
Si bien la evaluación PISA tiene limitaciones, las diferencias son muy contundentes. El sistema educativo chileno genera mejores resultados en desempeño y calidad que el argentino y, aunque lo hace con desigualdades elevadas, éstas son menores a las observadas en la Argentina. Asumiendo que quienes asisten a las escuelas privadas son, en general, los hijos de las familias de mayores ingresos, en Chile la diferencia de resultados con los alumnos de las escuelas públicas es del 11%. En la Argentina, en cambio, los alumnos de escuelas privadas obtienen resultados un 23% superior a los de la escuela pública. Es decir, la desigualdad educativa en Argentina duplica a la de Chile, solo que el problema y sus consecuencias se ocultan detrás del ingreso masificado a la universidad.
Chile es el país que mayores innovaciones incorporó en gestión educativa. Avanzó en la descentralización delegando la gestión a los municipios que, a su vez, delegan parte de la gestión en las propias escuelas. El financiamiento público se hace a través de bonos de manera que los recursos públicos “siguen” a los alumnos en el sentido de que se asignan a las escuelas, públicas o privadas, que eligen los padres. Uno de los principales problemas es que los municipios tienen capacidades financieras muy diferentes. En el extremo se ubican los municipios donde vive la gente más humilde. En estas zonas las escuelas generalmente cuentan con menores recursos y, asociado a ello, ofrecen educación de menor calidad. Este es el principal factor de desigualdad, que ahora se busca solucionar volcando mayores recursos y capacidades de gestión a los municipios desaventajados.
Chile genera mejores resultados y menos desigualdad que la Argentina porque establece reglas que estimulan el esfuerzo y los logros. Entre otras, aplican exámenes nacionales para medir los logros educativos de los alumnos, pagos por desempeño a los docentes y examen de ingreso a la universidad. En la Argentina, las reglas premian la mediocridad y desalientan el esfuerzo, por eso no sólo la calidad es mucho más baja sino que las injusticias son mucho más profundas. La principal diferencia es que mientras en Chile los problemas se explicitan, en la Argentina se tratan de disimular con acciones y discursos cargados de hipocresía, oportunismo y mediocridad.