Informe Nº: 56805/10/2014
A partir de la salida de la crisis del 2002 el empleo privado registrado experimentó un fuerte crecimiento. El proceso no fue sustentable porque estuvo asociado a la licuación de salario real que produjo la mega devaluación. Prueba de ello es que la generación de empleos se fue debilitando a medida que las remuneraciones recuperaron […]
A partir de la salida de la crisis del 2002 el empleo privado registrado experimentó un fuerte crecimiento. El proceso no fue sustentable porque estuvo asociado a la licuación de salario real que produjo la mega devaluación. Prueba de ello es que la generación de empleos se fue debilitando a medida que las remuneraciones recuperaron poder de compra. Actualmente, la única fuente de creación de empleo formal es el sector público. El empleo público improductivo e innecesario agrava los problemas ya que aumenta el déficit fiscal y degrada la calidad del Estado.
Se dieron a conocer los datos oficiales sobre la evolución del empleo asalariado registrado correspondiente al 2° trimestre del 2014. Comparado con igual período del año anterior se observa un crecimiento del 0,9%. Este promedio surge del fuerte aumento del empleo público (5%) y el estancamiento del empleo asalariado privado registrado (-0,1%). Así, se consolida en la primera mitad del año 2014, el estancamiento del empleo privado formal y el crecimiento basado exclusivamente en el empleo público.
En una mirada coyuntural, el estancamiento del empleo privado formal aparece asociado al estancamiento en la actividad productiva. En este sentido, los datos oficiales del INDEC señalan que en el primer semestre del 2014, la actividad económica prácticamente no creció y las mediciones privadas sugieren incluso que se estaría contrayendo. Sin negar la estrecha asociación entre actividad económica y empleo, resulta pertinente también observar la evolución pasada del empleo privado en un período de tiempo más amplio.
En este sentido, los datos del Ministerio de Economía correspondientes al 1° semestre de cada año muestran que:
Los datos oficiales muestran que en los primeros 5 años, luego de la salida de la crisis, se crearon 2 millones de nuevos puestos privados formales, en los 4 años siguientes se generaron medio millón de puestos formales y en los últimos 2 años prácticamente no hubo variación en la cantidad de empleos privados. Es decir, la creación de empleos privados formales se comienza a desacelerar a finales de la década pasada y muestra signos de estancamiento desde el año 2012. La profundización de esta tendencia lleva a que se acumulen dos años que en la formalidad sólo se genera empleo público.
La evolución del empleo privado está ligada fundamentalmente al comportamiento del salario real y la bonanza internacional. En la primera etapa, la licuación del salario real producida por la mega devaluación del año 2002 y el fuerte aumento de los términos de intercambio externos fueron los motores del muy alto crecimiento en el empleo. A finales de la década pasada, la licuación del salario real desaparece pero los precios de las exportaciones siguieron siendo muy favorables. A partir del año 2012, la capacidad de generación de empleos privados quedó condicionada por el nivel elevado de los salarios reales y los precios internacionales que dejaron de aumentar.
En el año 2014 el salario real está cayendo producto de que la inflación es mayor a los aumentos nominales de las remuneraciones. Esto mitiga el ajuste en el empleo. Se trata de la principal diferencia entre la crisis actual con la de fines de la convertibilidad. Bajo un régimen de convertibilidad, al no poder devaluar y por ende licuar salarios con inflación, el ajuste se canaliza casi exclusivamente en destrucción de empleo. En la situación actual, por el contrario, la inflación y la devaluación llevan a un ajuste que combina disminución más atenuada del empleo privado con caída del salario real.
Frente al estancamiento del empleo privado, expandir el empleo público improductivo no es un paliativo. Por un lado, porque profundiza el desequilibrio fiscal motorizando la inflación y el deterioro del salario real. Por el otro, porque nombrar gente en el sector público para satisfacer favores personales o alimentar la militancia degrada al Estado. No se trata de posicionamientos ideológicos, sino simplemente de asumir que la falta de profesionalismo en el empleo público es el principal factor que cercena las posibilidades de construir un Estado que promueva el crecimiento con inclusión social.