Informe Nº: 100812/03/2023
El deterioro educativo es alarmante. Pero más preocupante es el consenso de que la solución pasa por aumentar la inversión en educación. Las evidencias muestran que para salir de la decadencia es mucho más importante mejorar la gestión que aumentar el presupuesto educativo.
El tremendo deterioro que sufre el sistema educativo argentino no es novedad. Los resultados de las últimas pruebas Aprender reportan que el 50% de los niños de las escuelas del Estado que en el 2021 estaban en 6° grado tienen capacidades insuficientes o básicas en lectura y matemática. En palabras llanas, la mitad de los alumnos de primaria no saben leer, escribir, sumar ni restar. Con estas debilidades de base no debe resultar extraño el estrepitoso fracaso en la secundaria y las propuestas de permitir acumular muchas materias previas para morigerar la repitencia y la deserción.
¿Hay algo peor que esta larga y profunda decadencia que hipoteca el futuro? La respuesta lamentablemente es sí. Más grave aún, es el férreo consenso sobre la mala idea de que esto se resuelve con más presupuesto. El planteo no solo es enfáticamente defendido por políticos de diferentes extracciones ideológicas, sino también por especialistas en educación y comunicadores sociales.
Comparando el gasto por alumno y los resultados educativos en tres jurisdicciones de similares características se pueden obtener algunas ideas clarificadoras. Según datos del Ministerio de Educación referidos al año 2021 se observa que:
Estos datos muestran que el tamaño del presupuesto educativo no es el principal determinante de los resultados educativos. Ciudad de Buenos Aires gasta casi el doble que Córdoba en educación pública por alumno y tiene similares resultados en términos de niños que fracasan en primaria. La provincia de Santa Fe gasta más que Córdoba con peores resultados. Para que Santa Fe mejore los resultados educativos el camino no es la Ciudad de Buenos Aires que gasta más, sino Córdoba que gestiona mejor.
El factor decisivo para una mejor educación es la gestión. Según el Ministerio de Educación, en CABA hay 7 alumnos por cargo docente, mientras que en Córdoba hay 18 alumnos por cargo docente. Esto no es porque en CABA hay una educación más personalizada, sino porque las tasas de ausentismo docente son mucho más altas. El enorme desperdicio de recursos públicos pagando sueldos a docentes que no educan explica que, aun con mayor gasto en educación, CABA pague menores salarios a los docentes. La mala gestión lleva a que el salario docente de un maestro de primaria con 10 años de antigüedad en CABA sea de $123 mil, mientras que en Córdoba sea de $153 mil.
Asociada a la idea de que la solución es aumentar el presupuesto educativo, emerge el otro consenso equivocado de que hace falta una gran política educativa nacional. Así se llega a la incoherencia de que la Nación pague parte del salario docente, cuando la educación básica es exclusiva responsabilidad de las provincias. Esto contribuye a que las provincias se excusen en que no reciben suficiente apoyo de la Nación en lugar de concentrarse en mejorar sus capacidades de gestión administrativas y pedagógicas. Canadá es un país federal, con excelentes resultados educativos y no tiene ministerio de educación nacional. Cada estado canadiense administra su propio sistema y en base a la sana competencia y la emulación de las mejores prácticas logran buenos resultados nacionales.
Bregar por más presupuesto educativo se explica por oportunismo o por error. En ambos casos es funcional a los intereses corporativos. Para poner como prioridad a los estudiantes se necesita que cada provincia se concentre en mejorar la gestión y no eluda su responsabilidad por los malos resultados. La principal contribución a la educación del gobierno central es darle profundidad a la buena práctica que adoptó el Ministerio de Educación nacional de aportar estadísticas para evaluar la educación en cada provincia y que la población presione a sus gobiernos locales a mejorar los resultados.