Informe Nº: 37312/11/2011
La práctica de realizar pagos con dinero en efectivo está íntimamente vinculada con la muy alta evasión impositiva. Son muchas y graves sus consecuencias negativas, que van desde los hechos luctuosos (como las salideras bancarias) a algunos impensados (como la falta de billetes). El nuevo impulso oficial para imponer una modernización de los métodos de […]
La práctica de realizar pagos con dinero en efectivo está íntimamente vinculada con la muy alta evasión impositiva. Son muchas y graves sus consecuencias negativas, que van desde los hechos luctuosos (como las salideras bancarias) a algunos impensados (como la falta de billetes). El nuevo impulso oficial para imponer una modernización de los métodos de pagos fracasará (como los anteriores) si no media una profunda reforma tributaria. Un aspecto clave es la eliminación del impuesto al cheque, el principal factor de desaliento a la bancarización, sustituyéndolo, si fuera necesario, por un impuesto al uso de dinero en efectivo.
Los problemas generados por la falta de billetes llevaron a las autoridades a ventilar la idea de obligar a los comercios a aceptar tarjetas de créditos y débito. No es la primera vez que se explicita una reacción frente a las consecuencias muy negativas de la cultura, fuertemente arraigada en la ciudadanía, de utilizar intensamente los pagos en efectivo. No es la primera vez, tampoco, que se apela a improvisar remedios de tipo “obligacionista”, es decir, procurar soluciones forzando a los ciudadanos y a los agentes económicos a hacer algo que, en general, no es de su interés ni su conveniencia y que en muchos casos escapa a sus posibilidades.
Hace algunos meses, frente a las trágicas consecuencias de las salideras bancarias, se apeló a obligar a los bancos a ofrecer gratuitamente cheques cancelatorios y se fijaron topes para las comisiones por transferencias bancarias. Simultáneamente se estableció que los bancos tienen que ofrecer la cuenta bancaria universal gratuita.
Sin embargo, no se perciben cambios en los hábitos de la ciudadanía. A los fines de entender el arraigo en el uso de dinero en efectivo resulta ilustrativo un ejercicio numérico referido a un hipotético pago de $100.000. Con las medidas tomadas, las opciones son:
Es decir, las medidas obligando a los bancos a proveer cheques cancelatorios gratuitos o fijando topes de comisiones para las transferencias vía internet resultan irrelevantes frente a los muy altos costo que produce el impuesto el cheque. A estoy hay que agregar la manera improvisada y errática en que se han producido las medidas. Por ejemplo, mientras se declama la necesidad de promover el uso de dinero electrónico, se eliminó la devolución de parte del IVA cuando se paga con tarjeta de crédito y no se actualizó el tope fijado en $1.000 para recibir reintegros cuando se usa tarjeta de débito.
Es indisimulable que el uso de dinero en efectivo está íntimamente relacionado a la evasión impositiva. Son muy pocas las empresas que operan pagando estrictamente los impuestos que fijan las normas, mientras que la viabilidad de una enorme proporción del aparato productivo depende de evadir, al menos parte, de las obligaciones tributarias. Frente a esta realidad, se reduce a mero voluntarismo toda estrategia que apunte a eliminar el uso de dinero en efectivo sin contemplar una profunda reforma tributaria.
Un componente clave es la eliminación del impuesto al cheque. Si por razones fiscales no se considera conveniente perder esta fuente de financiamiento, la alternativa es reemplazarlo por un impuesto a las extracciones en efectivo. En palabras simples, se trataría de “invertir” el impuesto al cheque. En lugar de cobrar impuesto cuando se realizan transacciones por vía electrónica, es preferible cobrarlo cuando se extrae dinero en efectivo de los bancos. Así como son aceptados los altos impuestos al consumo de bebidas alcohólicas mientras que se minimizan los que se aplican sobre los lácteos, bajo la misma lógica es aplicable incentivar con herramientas tributarias el uso de dinero electrónico y desalentar los pagos con dinero en efectivo.
Como ocurre con el resto de los impuestos, es necesario extremar los cuidados en el diseño y en la instrumentación. Por ejemplo, hay que contemplar mínimos no imponibles, es decir, montos mínimos para extraer efectivo sin pagar el impuesto. Estos montos deberían ser fijados en función de los gastos menores que las familias necesitan pagar en efectivo.
La bancarización es una estrategia de altos réditos sociales. Pero para lograrla es imprescindible una profunda reforma del sistema tributario. Se trata de un desafío tan importante como complejo. En la línea de avanzar hacia la racionalización del sistema tributario sin comprometer las cuentas fiscales un primer paso debería ser sustituir el impuesto al cheque por un tributo que se aplique sobre el manejo de dinero en efectivo.