La Argentina disfruta de precios de exportaciones respecto al de importaciones mucho más favorables que en la década de los ’90. Sin embargo, el aumento del dólar paralelo vuelve a colocar al salario medido en dólares por debajo de aquella época. La paradoja de un país con mayor capacidad adquisitiva de sus exportaciones pero menor […]
La Argentina disfruta de precios de exportaciones respecto al de importaciones mucho más favorables que en la década de los ’90. Sin embargo, el aumento del dólar paralelo vuelve a colocar al salario medido en dólares por debajo de aquella época. La paradoja de un país con mayor capacidad adquisitiva de sus exportaciones pero menor capacidad de compra de su población se explica por la alta presión impositiva y la baja competividad. La solución pasa por mejorar el funcionamiento del sector público para que los impuestos se traduzcan en mejores servicios y se fijen reglas que induzcan a las empresas a ganar eficiencia.
Por primera vez desde hace mucho tiempo las autoridades señalaron como tema prioritario el problema de la baja competitividad. Esto es consistente con las manifestaciones que últimamente vienen planteando distintos sectores productivos y que se materializan en las crecientes presiones para restringir o prohibir las importaciones.
La competitividad tiene estrecha relación con los niveles de vida de la población. Cuando una sociedad es competitiva genera más valor agregado por trabajador y esto se traduce en mayor bienestar. Una manera de analizar las diferencias en niveles de vida entre países es a través del salario medido en términos de una moneda con alto reconocimiento internacional; a los fines prácticos, la más utilizada es el dólar. Por ejemplo, según datos de la OECD, en el año 2011 Alemania registró un salario promedio del orden de los U$S 4.700 mensuales y en sostenido crecimiento, mientras que en los países más atrasados de África los salarios representan menos de un décimo de ese valor y con tendencia al estancamiento. La diferencia se explica por los altos niveles de competitividad de la economía alemana.
En la Argentina, por su parte, este mismo indicador muestra una evolución ambivalente. Según datos del Ministerio de Economía y el BLS de Estados Unidos, se observa que:
• Entre los años 1994 – 2001 el salario promedio en dólares en Argentina fue de U$S 1.290 a precios del 2012 que, con la crisis del 2002, se redujo a U$S 402.
• A partir del 2003, el salario promedio en dólares se recupera hasta llegar en el año 2011 a U$S 1.345, es decir, un nivel similar al promedio de la década de los '90.
• En el año 2012, con las prohibiciones al dólar oficial y la escapada del dólar paralelo, el salario promedio en dólares cae a U$S 1.088.
Estos datos muestran que recién en el año 2011 se recupera el nivel salarial registrado antes de la crisis del año 2002. Con la escapada del dólar en el año 2012, el salario en dólares vuelve a caer y se ubica un 15% por debajo del promedio de la década de los ’90. Particularmente llamativo es que esto se da en el marco de términos del intercambio externos que son un 37% superior a la década de los ´90. Es decir, el país tiene mayor poder de compra gracias a que los precios de sus exportaciones subieron más que los precios de sus importaciones, sin embargo, la población argentina sufre una menor capacidad de compra internacional medida por el menor salario en dólares.
La brecha se explica por la generalizada pérdida de competitividad. Por un lado, el Estado cobra más impuestos pero no brinda más y mejores servicios públicos. Por otro, se multiplican las reglas que inducen a las empresas a dilapidar esfuerzos en actividades que no generan valor agregado, como la burocracia, las trabas, las prohibiciones y la litigiosidad.
El aumento del dólar paralelo a $7,5 no es un problema sólo para quien hace turismo en el extranjero. Posiblemente éste sea el menos importante de sus impactos. Mucho más relevante es la incidencia del dólar paralelo sobre el precio de una enorme cantidad de bienes y servicios, algunos de primera necesidad. Se argumenta que para las importaciones el dólar relevante es el oficial. Esto es parcialmente cierto ya que como se aplican restricciones y prohibiciones a las importaciones, hay muchos bienes que no se pueden importar o la única oferta disponible son sustitutos nacionales más caros. De aquí que los precios terminen ajustándose en función del dólar paralelo. Por esto, más allá de factores transitorios, el aumento del dólar paralelo termina generando el ajuste en el nivel de vida de la población que imponen los degradados niveles de competitividad vigentes.
Para aumentar la competitividad es imprescindible modernizar y profesionalizar el sector público. Las sociedades progresan cuando el Estado devuelve los impuestos con servicios, infraestructura y reglas que induzcan a las empresas a canalizar esfuerzos para ser más eficientes. En la medida que esto no ocurra, las subas del tipo de cambio paralelo seguirán operando como termómetro del deterioro en la calidad de vida de la gente debido a la mala calidad de las políticas públicas que se vienen aplicando.