Informe Nº: 86331/05/2020
La coparticipación acentúa la concentración de riqueza en Buenos Aires y la dependencia del interior del nivel central. Modificarla es una idea inconducente. Sería mejor eliminarla. Que cada provincia recaude sus propios impuestos y crear un Fondo de Convergencia para promover el desarrollo de las regiones rezagadas. El problema del coronavirus está concentrado en el […]
El problema del coronavirus está concentrado en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Esto explica la decisión del gobierno nacional y los gobiernos de Ciudad y Provincia de Buenos Aires a ser más estrictos con el aislamiento de la población en estos distritos. El indicador de movilidad de Google aporta evidencias sobre esta situación. Mientras que en el AMBA la movilidad en los lugares de trabajo está reducida en un 45%, en el interior del país la reducción es del 23% en promedio.
La libertad en el interior no se va a reflejar en una más rápida recuperación productiva por varios motivos. Algunos vienen de la época colonial, como la enorme concentración logística que se produce en el Gran Buenos Aires. Otro, muy decisivo, es la forma en que se cobran y distribuyen los impuestos. En promedio, los estados provinciales del interior se financian en un 72% con la coparticipación de impuestos nacionales y apenas en un 28% con impuestos provinciales. En casos extremos, la dependencia llega al 90%. Con la región del AMBA semiparalizada, la coparticipación está estancada. Como la inflación es del 45% anual, esto está generando severos problemas fiscales en las provincias.
¿Es necesario semejante nivel dependencia de las provincias del Estado nacional? Para responder esta cuestión resulta pertinente apelar a datos que aporta el Ministerio de Economía de la Nación. Según esta fuente se observa que:
Estos datos muestran que el rezago productivo está concentrado en el norte del país. Allí, es claro que se necesita transferir recursos desde las regiones más productivas a los fines de corregir asimetrías. Pero para el resto del país, donde vive más de tres cuartas parte de la población, hay potencialidad productiva para no necesitar de la coparticipación sino solo la oportunidad de poder desarrollarse autónomamente. En otras palabras, para reducir las brechas de desarrollo regional no es necesario un mega-mecanismo de transferencia de recursos como es la coparticipación. Alcanza con un mecanismo más pequeño y focalizado en dinamizar el norte del país.
La coparticipación federal de impuestos, tal como está diseñada, genera incentivos perversos asociados a la dependencia de las provincias respecto al Estado nacional. La presión tributaria total es de aproximadamente el 28% del PBI, de los cuales 23 puntos son impuestos recaudados por el Estado nacional y sólo 5 puntos son generados directamente por las provincias. De los 23 puntos recaudado por el Estado nacional, sólo 8 puntos vuelven a las provincias vía coparticipación. Esto delata dos grandes distorsiones. Una es la desproporcionada apropiación de recursos por parte del nivel nacional. La otra es la gran dependencia de todas las provincias, no solo las más rezagadas, de las transferencias nacionales.
Desde varias perspectivas la coparticipación es un fracaso. El más visible es que no fue una herramienta útil para corregir asimetrías entre regiones. Muy por el contrario, su efecto es profundizarlas al punto que, mientras CABA tiene niveles de calidad de vida similares a países desarrollados, el norte se asimila a los subdesarrollados. Pero más negativo aún es que la concentración de recursos y poder de decisión en el nivel nacional provoca un estado de dependencia generalizado con una estructura de incentivos muy perversa. Estos malos incentivos son que las dirigencias provinciales son inducidas a poner más energías en congraciarse con el gobierno nacional que en desarrollar capacidades productivas locales.
Actualizar los porcentajes de la coparticipación es una estrategia inconducente. En primer lugar, porque nunca va a ocurrir que una provincia ceda participación. En segundo lugar, porque sus incentivos son intrínsecamente perversos. Más conducente es desarmar la coparticipación y que cada provincia se financie con su propia recaudación. Para las asimetrías regionales, que los distritos más ricos (fundamentalmente CABA) financien un Fondo de Convergencia –de tamaño mucho más reducido que la actual coparticipación– para promover el desarrollo en las regiones más atrasadas del norte.
Para más información, puede comunicarse con el Economista Jorge Colina. Mail: jcolina@idesa.org Tel: +54 9 11 4550 6660.