Un nuevo informe de Edulab advierte que la pobreza educativa sigue siendo uno de los principales problemas estructurales del sistema educativo argentino. Este indicador combina dos dimensiones centrales del derecho a la educación: asistir a la escuela y adquirir los aprendizajes básicos. En 2022, el 25,9% de los niños de 11 años no cumple al menos una de estas condiciones.
La pobreza educativa se expresa en la imposibilidad de leer y comprender un texto simple al final de la primaria, ya sea por falta de escolarización o por bajo nivel de aprendizaje. Este umbral es clave para desenvolverse en la vida cotidiana y continuar estudiando.
El promedio nacional oculta fuertes desigualdades provinciales. Mientras que en la Ciudad de Buenos Aires la pobreza educativa alcanza al 14%, en provincias como Chaco supera el 38%, con una brecha de más de 24 puntos porcentuales. Además, un mismo nivel de pobreza educativa puede tener causas distintas: en algunas jurisdicciones predomina el bajo aprendizaje y en otras, la exclusión por falta de acceso.
Las brechas se profundizan por nivel socioeconómico. A nivel nacional, la pobreza educativa afecta al 37,7% de los niños de menores ingresos, frente al 11,2% entre los de mayores ingresos, con diferencias que en algunas provincias se multiplican por cinco.
El informe muestra que la pobreza educativa se asocia fuertemente a la pobreza por ingresos y, en menor medida, al gasto educativo por alumno. Sin embargo, las diferencias entre provincias con niveles de inversión similares indican que el desafío no es solo gastar más, sino gestionar mejor los recursos y usar los datos disponibles para focalizar políticas. Reducir la pobreza educativa es clave para evitar que las desigualdades se consoliden a lo largo de toda la trayectoria escolar y laboral.


