Aumento de mínimo no imponible de ganancias es regresivo. - IDESA

Informe Nº: 38312/11/2011

Aumento de mínimo no imponible de ganancias es regresivo.

No hay objetivo de política que reciba más adhesiones que una distribución del ingreso más igualitaria. Por eso, llama la atención la ansiedad del oficialismo y la oposición por atribuirse la “paternidad” de la elevación del mínimo no imponible de ganancias. Disminuir la incidencia del impuesto a las ganancias es una medida regresiva porque implica […]

No hay objetivo de política que reciba más adhesiones que una distribución del ingreso más igualitaria. Por eso, llama la atención la ansiedad del oficialismo y la oposición por atribuirse la “paternidad” de la elevación del mínimo no imponible de ganancias. Disminuir la incidencia del impuesto a las ganancias es una medida regresiva porque implica bajar la presión tributaria sobre los ingresos altos, mientras se mantiene muy elevada la carga sobre los ingresos bajos. Una reforma progresiva sería no tocar el impuesto a las ganancias y disminuir las cargas sociales.

 

El impuesto a las ganancias generó una intensa puja política en torno a la “paternidad” del aumento de los mínimos no imponibles. La oposición había realizado un intento en el Congreso que fue frustrado por el oficialismo por falta de quórum. Posteriormente, el oficialismo anunció la medida de manera unilateral en una actitud sugestivamente demostrativa de promocionarse como el generador de la medida. La oposición responde que la elevación es de magnitudes insuficientes y además critica el estilo confrontativo para la toma de decisiones que adopta el Poder Ejecutivo, aun en temas que gozan de consenso.
Es difícil encontrar un discurso político que no coloque como tema prioritario la redistribución de ingresos. De allí que resulta extremadamente llamativa la disputa por apropiarse de la  “paternidad” de una idea que implica disminuir la incidencia del impuesto más progresivo. Más aún teniendo en cuenta la despreocupación por la altísima presión impositiva que sufren de manera directa los salarios más bajos, fenómeno que se potencia por otros impuestos (como IVA e Ingresos Brutos) con alta incidencia sobre las familias más pobres.
Tomando como referencia un trabajador soltero y sumando la incidencia de las cargas sociales más el impuesto a las ganancias se llega a las siguientes diferencias:

  • Los trabajadores con remuneraciones cercanas al salario mínimo ($1.840) soportan una carga impositiva equivalente al 34,6% del costo laboral total.
  • Los trabajadores con remuneraciones entre $6.000 y $10.000 soportan una carga de imposiciones sobre el salario creciente, pero que en promedio se ubica en el 37,5%.
  • Con la elevación del mínimo no imponible de ganancias, los salarios más bajos seguirán soportando la misma carga (34,6%) pero las remuneraciones entre $6.000 y $10.000 verán disminuida la presión impositiva al 36,3% del costo laboral total.    

Este simple cálculo permite ejemplificar la contradicción del oficialismo y la oposición que se autocalifican como progresistas pero toman medidas muy regresivas. Es difícil encontrar antecedentes de este tipo. Un ejemplo podría ser la  política conservadora del ex-presidente Bush en EEUU que priorizó la rebaja de los impuestos a la gente de altos ingresos, mientras mantenía elevada la presión tributaria sobre la gente de bajos recursos.
Ciertamente que la elevación del mínimo no imponible de ganancias responde al objetivo de evitar que las personas con salarios entre $6.000 y $10.000 no vean espuriamente incrementada la presión impositiva por el mero hecho de obtener un aumento salarial en compensación por la alta inflación. Pero este acto –de estricta justicia contributiva– no debería oscurecer que es más prioritario reducir la muy elevada presión impositiva que sufren los salarios más bajos debido a las altas cargas sociales. Así como no es razonable subir la presión impositiva de los salarios altos, no hay justificativo para que gente de bajos salarios pierda, vía cargas sociales, más de un tercio de su remuneración.
Según información oficial, hay 6,4 millones de trabajadores asalariados registrados (el 89% del total) y 4 millones de asalariados no registrados que tienen remuneraciones por debajo de los $5.000. Para ellos, la situación no cambia con la disminución del impuesto a las ganancias dado que continúan soportando las elevadas cargas sociales (ya sea pagándolas o quedando condenado a trabajar en la informalidad). La medida también conlleva una fuerte inequidad regional. Los grandes beneficiados son la Patagonia (el salario formal promedio supera los $6.000) y la Ciudad de Buenos Aires (media salarial próxima a los $5.000). Mientras que en la región centro (media de salario formal de $3.500) y en el norte argentino (media por debajo de los $3.000) son muy pocos los beneficiados.   
Una propuesta progresista sería dejar fijo el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y bajar simultáneamente las cargas sociales. Esto se podría instrumentar disminuyendo progresivamente las alícuotas de los aportes personales y permitir tomar parte de las contribuciones patronales como “IVA-compras”, priorizando los puestos de trabajo generados en las zonas más rezagadas. De esta forma, sin poner en riesgos la solvencia fiscal, se podría avanzar –como lo están haciendo otros países– hacia un sistema tributario con una distribución más equitativa de la carga fiscal y un mayor federalismo.

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