No son las conspiraciones, es el déficit fiscal - IDESA

Informe Nº: 56621/09/2014

No son las conspiraciones, es el déficit fiscal

La escalada del dólar está asociada al crecimiento exuberante del gasto público. Sin posibilidades de seguir aumentando impuestos y sin acceso al crédito, el creciente déficit fiscal se financia con emisión monetaria que presiona sobre el precio del dólar. Apelar a complejas argumentaciones conspirativas es caer en un grosero error de diagnóstico ya que un […]

La escalada del dólar está asociada al crecimiento exuberante del gasto público. Sin posibilidades de seguir aumentando impuestos y sin acceso al crédito, el creciente déficit fiscal se financia con emisión monetaria que presiona sobre el precio del dólar. Apelar a complejas argumentaciones conspirativas es caer en un grosero error de diagnóstico ya que un análisis simple de teoría económica alcanza para entender que el exceso de emisión monetaria provoca inflación y esto genera estancamiento económico y del empleo, deterioro social e inestabilidad cambiaria.  

El dólar paralelo superó la barrera de los $15 y continúa su escalada alcista. En lo que va del año acumula un incremento del 50%, ampliando la brecha al 75% con respecto al tipo de cambio oficial. El fenómeno genera justificadas preocupaciones, por eso resulta muy importante contar con un diagnóstico correcto sobre cuáles son sus factores causales para delinear las estrategias correctivas.

Las autoridades señalan que la escalada del dólar tiene origen político. En esta visión, la inestabilidad cambiaria es motorizada por un complejo entramado de acciones conspirativas liderada por los fondos “buitres” y la complicidad de políticos de la oposición, sindicalistas, empresas y periodistas. Una explicación diferente surge de aplicar el análisis económico. En este sentido resulta muy relevante observar que desde el año 2010 las reservas internacionales vienen cayendo a un ritmo de -13% por año (pasando de U$S 52 mil millones a U$S 28 mil millones), el dólar creció a un ritmo del 40% por año (paso de $4 a $15) y la base monetaria –o sea, la emisión de dinero– creció a un ritmo de 29% por año.

Para tomar un punto de comparación de esta dinámica se puede tomar la experiencia de los países vecinos que no sufren inestabilidad cambiaria. Según datos de los bancos centrales de cada país se observa que entre los años 2010 y 2014:

  • En Brasil, la emisión de dinero y las reservas crecieron al 10% anual.
  • En Chile, la emisión monetaria creció al 12% y las reservas al 17% anual.
  • En Uruguay, la emisión monetaria creció al 15% y las reservas al 24% anual. 

Estos datos muestran que en los países vecinos el crecimiento de la base monetaria fue mucho más moderado que en la Argentina y en todos los casos estuvo acompañado por importantes aumentos de las reservas internacionales. Asociado a ello, aparece la estabilidad cambiaria. Entre los años 2010 y 2014, la devaluación en Brasil fue del 8% anual y en Chile y Uruguay del 4% anual. En estos países, el Banco Central no está sometido a las presiones de un elevado déficit fiscal por eso utiliza la política monetaria para estimular la producción, controlar la inflación y proveer estabilidad al tipo de cambio.

En la Argentina, por el contrario, el Banco Central opera en función de las necesidades de emisión monetaria que impone el muy elevado déficit fiscal. La presión alcista sobre el dólar proviene del simple hecho de que la abundancia de pesos y la alta inflación alimentan la demanda de dólares por parte de la población. Cuando se modificó la carta orgánica del Banco Central, abriendo la posibilidad de financiar déficit fiscal con emisión monetaria, se argumentó que esto permitiría motorizar el crecimiento económico, el empleo y la inclusión. Las evidencias demuestran lo contrario ya que el Banco Central se ha convertido en un mero financiador del Tesoro Nacional desvirtuando las funciones que en un país bien organizado tiene esta institución. Las consecuencias son alta inflación, inestabilidad cambiaria y deterioro de la producción, el empleo y la situación social.

Según datos de la Secretaría de Hacienda, en los primeros siete meses del año el gasto público nacional creció a una tasa del 46% interanual. Agotadas las posibilidades de seguir aumentando impuestos y sin acceso al crédito, esta dinámica en el gasto público impone una masiva emisión de moneda. Ante estas evidencias que denotan el enorme desequilibrio macroeconómico, no hay espacio para elucubraciones. Es muy visible que el principal factor generador de la escalada del dólar no son las conspiraciones, sino el déficit fiscal.

El conflicto con los fondos “buitres” es un tema menor frente a la enorme degradación al que ha sido sometido el sector público. Por eso, el tema más prioritario y complejo no es restablecer el acceso a los mercados financieros internacionales sino repensar la organización del Estado. De ser una fuente de empleo espurio, corrupción, ineficiencias y burocracia, debe pasar a ser un factor promotor del desarrollo social a partir del replanteo de sus prioridades y la profesionalización de su planta de personal.

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