Recaudación impositiva
Se ha hecho rutina anunciar “récords” de recaudación impositiva que, más que una buena noticia, testimonian la intensidad del proceso inflacionario. En los últimos meses, la particularidad fue que el crecimiento de la recaudación se basó también en un inusual incremento de la recaudación de impuestos a las importaciones, a pesar de que las autoridades tratan de desalentar las compras en el exterior. Se trata de otra evidencia de que cuando la política económica es inconsistente, las trabas administrativas y los controles son cada vez más inefectivos y el ajuste vía devaluación del tipo de cambio oficial cada vez más inevitable.
VERDatos referidos al primer semestre del año confirman que el crecimiento de la recaudación impositiva se desacelera y, con ello, los recursos que automáticamente se transfieren a las provincias. El cambio no es abrupto y, por lo tanto, sus consecuencias no deberían generar grandes dificultades. Sin embargo, la dinámica fiscal de un gasto público que no cesa de crecer, montada en el marco de un contexto internacional inéditamente favorable, no es sostenible. De no mediar un cambio de estrategia, las dificultades que exterioriza la Provincia de Buenos Aires deberían considerarse como el primer síntoma de una crisis fiscal más profunda y generalizada con riesgo de contagiar al resto del país.
VERDesde hace varios años el crecimiento del gasto público es vertiginoso. La principal fuente de financiamiento ha sido el aumento de la recaudación impositiva que vino creciendo a tasas superiores al 30% anual. Ahora aparecen evidencias de que el crecimiento de los ingresos tributarios se apacigua. El gobierno nacional parecería inclinado a delegar –vía negación de recursos a las provincias– la responsabilidad de liderar el ajuste fiscal. La estrategia es atractiva, por los dividendos políticos de erosionar la imagen política de potenciales contendientes electorales, pero no brinda solución al problema del creciente gasto público que no se puede financiar.
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