Informe Nº: 38912/11/2011
Aerolíneas Argentinas motivó el enojo presidencial y fuertes críticas de la oposición. La raíz de los inconvenientes no pasa por la desconsideración de los sindicatos –como sugiere el oficialismo– ni por la gestión poco profesional –como lo señala la oposición– sino por haber adoptado una estrategia equivocada. Contar con una “línea de bandera” no es […]
Aerolíneas Argentinas motivó el enojo presidencial y fuertes críticas de la oposición. La raíz de los inconvenientes no pasa por la desconsideración de los sindicatos –como sugiere el oficialismo– ni por la gestión poco profesional –como lo señala la oposición– sino por haber adoptado una estrategia equivocada. Contar con una “línea de bandera” no es un factor de progreso. Así lo demuestran los países que hace rato han logrado convertir a la industria aerocomercial en un consumo popular y masivo, factor de integración, gracias a concentrar los esfuerzos del Estado en aplicar una inteligente regulación sobre los operadores privados.
La idea de que el país necesita una “línea de bandera” es el argumento más común utilizado para justificar la estatización de Aerolíneas Argentinas y para avalar el uso masivo y creciente de fondos públicos con la finalidad de financiar el déficit de la empresa. En términos simples, la estatización y los subsidios se justifican por tener una compañía aérea estatal que garantice a todas las regiones del país contar con servicios de transporte aerocomercial de pasajeros.
No hay dudas de que este tipo de servicios es de valor estratégico para el progreso económico y social del país. Sobre todo por la amplitud geográfica de la Argentina más las fuertes distorsiones que sufre el interior. Sin embargo, para que el argumento de la “línea de bandera” sea válido habría que demostrar que es imposible brindar los servicios aeronáuticos con la iniciativa privada complementada con una buena intervención en la regulación y el control estatal.
A modo de aproximación, la cobertura de servicios aerocomerciales regulares con que actualmente cuenta el país se puede derivar de la información que publica Aeropuertos Argentina 2000. Sintetizando, estos datos referidos a 38 localidades donde operan regularmente los aeropuertos nacionales brindan la siguiente información:
Una evaluación completa de la cobertura requiere considerar un análisis más profundo de los vuelos aerocomerciales. Pero estos datos alcanzan para mostrar que el rol de la “línea de bandera” garantizando que todas las localidades tengan vinculación aerocomercial está –como mínimo– muy diluido. En 2 de cada 3 localidades se cuenta con servicios de otra empresa además de los que ofrece la “línea de bandera”. Si bien hay localidades donde la única oferta es la de Aerolíneas Argentinas, hay otras donde vuelan solamente otros operadores. Estas evidencias sugieren que para tener cobertura de vuelos aerocomerciales en todo el país no es imprescindible una “línea de bandera”.
Las tendencias modernas en la industria aerocomercial internacional van en el sentido contrario a las “líneas de bandera”. Los países desarrollados, en su gran mayoría, dejaron de lado este concepto arcaico y apelaron, como instrumento para diseminar la cobertura aerocomercial y hacer de este moderno medio de transporte un consumo masivo, a la desregulación de sus cielos. De esta forma, en Europa se comunican localidades minúsculas con cualquier parte del continente y muchas frecuencias de vuelos. En Latinoamérica, Brasil, Chile y Uruguay se insertan en la misma tendencia. En sentido contrario, es decir, aferrados al concepto arcaico, aparecen Bolivia y Venezuela.
Persistir con ideas arcaicas y equivocadas tiene enormes costos. Especialmente para la gente que vive en el interior del país. Por un lado, porque implica una gran asignación de fondos públicos. Durante el año 2010, más de $2.250 millones se canalizaron como subsidios del Estado nacional hacia Aerolíneas Argentinas y en el presente año se perfila que los subsidios serán un 50% superior. Por el otro, porque la baja calidad de los servicios potencia el aislamiento. La “línea de bandera” se convierte en otro factor de discriminación contra las zonas más alejadas de Buenos Aires.
Plenamente justificado está el enojo de la Presidenta con los sindicatos, como las críticas de la oposición a la baja calidad profesional de los funcionarios que la Presidenta designó para administrar la empresa. Sin embargo, son temas secundarios. Lo central es que para lograr una amplia cobertura de vuelos en todo el territorio nacional no se necesita una “línea de bandera” sino una inteligente política de incorporación de operadores privados aerocomerciales orientados por un Estado con buenas regulaciones y eficaz supervisión.