La Argentina tradicionalmente era reconocida en América Latina por la mayor extensión de su clase media. Pero esta posición se viene diluyendo en las últimas décadas. Si bien la bonanza económica tiene asociada mejoras en los indicadores sociales de todos los países, el crecimiento de la clase media en la Argentina es sensiblemente menor al […]
La Argentina tradicionalmente era reconocida en América Latina por la mayor extensión de su clase media. Pero esta posición se viene diluyendo en las últimas décadas. Si bien la bonanza económica tiene asociada mejoras en los indicadores sociales de todos los países, el crecimiento de la clase media en la Argentina es sensiblemente menor al observado en Brasil, Chile y Uruguay. Esto no se explica por diferencias en la dotación de recursos naturales ni cuestiones ideológicas sino por la calidad de las políticas públicas. Por eso, para no seguir desperdiciando oportunidades alcanzaría con emular a los países vecinos.
El Banco Mundial, en un reciente estudio histórico-comparativo, realizó un interesante ejercicio de análisis sobre las mejoras sociales en América Latina desde principios de la década de los ’90 hasta el año 2009. Tomando un criterio de ingresos, desagregó a la población en tres niveles socioeconómicos. Definió como pobre a todos aquellos hogares que viven con menos de U$S 4 diarios por persona, como vulnerable a los que viven con entre U$S 4 y U$S 10 diarios por persona y como clase media a los hogares que disponen de más de U$S 10 diarios por persona. En todos los casos, se trata de dólares corregidos por paridad de poder de compra, a los efectos de hacer válida la comparación entre países, y corregidos por inflación, para permitir la comparación histórica.
El estudio destaca que entre principios de la década de los ’90 y el año 2009, la clase media en América Latina se expandió de 21% a 41% de la población, es decir, prácticamente se duplicó. El crecimiento fue generalizado en la región, pero con intensidades diferentes entre países. En el caso de Argentina, la clase media pasó del 44% al 57% de la población, o sea un incremento de 13 puntos porcentuales. Este progreso de la Argentina estuvo por debajo del promedio de la región y también fue muy inferior al registrado en países vecinos. En este sentido, según el estudio del Banco Mundial se observa que:
• En Brasil, la clase media pasó del 20% al 47% de la población.
• En Chile, la clase media pasó del 20% al 53% de la población.
• En Uruguay, la clase media pasó del 50% al 74% de la población.
Esta información, que toma como base a estadísticas oficiales de las encuestas de hogares de los países, muestra que los progresos registrados en países vecinos son sensiblemente más altos que los conseguidos por la Argentina. Brasil más que duplicó el tamaño de su clase media y Chile casi la triplicó. Uruguay, que partió de una proporción de clase media superior a la Argentina, obtuvo 24 puntos porcentuales de expansión de la clase media, es decir, casi el doble que el observado en la Argentina.
¿Por qué, en esta perspectiva de largo plazo, otros países progresan más que Argentina? La explicación no es una menor dotación de recursos naturales. Las diferencias tampoco son ideológicas ya que en la región hay gobiernos que tienen antecedentes y orientaciones muy diferentes. Por el contrario, lo que el estudio está sugiriendo es que, más allá de las particularidades de cada país, en general, Brasil, Chile y Uruguay han demostrado gestionar mejor las reformas de la década de los ’90 y, por esa vía, aprovechar con mayor intensidad la bonanza económica iniciada a comienzo de siglo.
Por ejemplo, en materia previsional gobiernos con orientaciones ideológicas muy diferentes, como los de Uruguay y Chile, centraron esfuerzos en perfeccionar el sistema mixto que combina capitalización con reparto. Ninguno cayó en la tentación de utilizar fondos públicos para distribuir indiscriminadamente jubilaciones, como la Argentina. Tampoco montaron mecanismos que de manera discrecional y poco transparente reparten enormes masas de recursos para subsidiar empresas públicas y privadas. En este aspecto resulta muy ilustrativa la actitud del gobierno de Uruguay que, frente a la inviabilidad de su empresa aérea estatal, prefirió la dura opción de la quiebra antes que dilapidar recursos como lo hace Argentina con Aerolíneas. En igual sentido, no abusan de la propaganda oficial, ni del uso del empleo público para distribuir favores políticos y personales. Otro rasgo diferenciador es que no desconocen que el impuesto inflacionario es altamente regresivo y perjudicial, por eso se ocupan de no generar déficits fiscales no financiables.
En otras palabras, el rezago relativo de la Argentina está asociado a la mala calidad de las políticas públicas. Para revertir este proceso y no seguir desaprovechando la histórica oportunidad que brinda el inédito contexto internacional favorable, alcanza con incorporar racionalidad y profesionalismo en el manejo del Estado. No se trata de grandes invenciones sino simplemente de emular a los países vecinos.