Informe Nº: 07/10/2021
“Poner plata en el bolsillo de la gente” produce una paradoja: si se financia con emisión monetaria, eso hace que, luego, la inflación la licúe.
El año pasado, en el momento más duro del confinamiento ?que fue el 2° trimestre?, se perdieron 3 millones de empleos informales. Esto supuso que muchas familias que no eran pobres, pero estaban en riesgo de serlo, se quedaran sin su flujo regular de ingresos. Así fue como en el 2020 la pobreza urbana aumentó en 3 millones de personas de las cuales un millón eran indigentes (es decir, sus ingresos no le alcanzaban para comer).
En el 2° trimestre de 2021, la recuperación del empleo informal fue total. Aumentó otra vez en 3 millones de informales. Obviamente que no necesariamente se trata de las mismas personas, pero si el año pasado 3 millones de informales perdieron el trabajo y este año hay 3 millones más de informales que el año pasado es altamente sugerente de que las condiciones laborales en la informalidad se recuperaron. Esto dio a pensar que la pobreza se iba a reducir. Pero no pasó.
En la primera mitad del 2021 la pobreza sigue arriba de las 16 millones de personas con un crecimiento respecto del mismo período el año anterior de unos 200.000 pobres más. De este aumento, un tercio fue aumento de pobres y dos tercios aumento de la indigencia.
¿Qué es lo que sucedió para que, habiéndose recuperado las condiciones del empleo informal ?que es donde se desempeña la población de menores ingresos?, la pobreza empeorara tanto en cantidad como en intensidad?
El mensaje de la gente es “no me pongas plata en el bolsillo, sino no hagas que la inflación me quite lo que yo puedo obtener con mi trabajo”. Pero es una lectura que en el oficialismo se niegan a hacer.
El año pasado, las familias pobres obtenían ingresos totales (laborales y del asistencialismo) equivalentes al 60% de la Canasta Básica Total (CBT) y este año obtuvieron ingresos por la misma proporción. Entonces, si bien hubo recuperación del empleo en los entornos laborales donde se desempeña la gente de menores niveles de ingresos, el trabajo y el asistencialismo no alcanzaron para compensar la inflación.
Esto demuestra que la idea de emitir moneda para “poner dinero en el bolsillo de la gente” es un contrasentido por donde se lo mire.
En primer lugar, el asistencialismo nunca va a reemplazar al trabajo como fuente de ingreso que permita a las familias salir de la pobreza. No es posible dar desde el asistencialismo la suficiente cantidad de dinero como para sacar a los hogares de la pobreza. La explicación es que, a medida que la gente pobre recibe mayor cantidad de dinero a través del asistencialismo, tiende a trabajar menos horas en consideración a que está recibiendo por otra fuente el dinero que el trabajo le estaba dando. Este fenómeno, incluso, se da con mayor intensidad entre las mujeres de las familias pobres donde deben compartir el trabajo remunerado con el trabajo familiar.
Hay casos donde las personas pobres mantienen o aumentan el trabajo, aun cuando reciban la ayuda asistencial. Es más, saben que trabajando más convierten a la ayuda asistencial en el complemento que les permite a salir de la pobreza. Pero estos son algunos casos y no necesariamente la mayoría. Por esta razón es que, en el agregado, el asistencialismo tiende a desplazar horas trabajadas. De aquí que se entiende que hay que ser medido con el asistencialismo.
En segundo lugar, generar inflación para financiar el asistencialismo hace que (para las personas pobres) el trabajo no las saque de la pobreza. Se produce la famosa paradoja de que “poner plata en el bolsillo de la gente” con emisión monetaria hace que luego fatalmente la inflación le licue, no sólo lo que recibió desde el asistencialismo, sino también lo que obtuvo por su trabajo.
La disminución de la pobreza requiere un proceso que lleva tiempo. No puede hacerse en el corto plazo. El proceso comienza por un ordenamiento integral del Estado que permita llevar la inflación a niveles de un dígito anual.
Esto es lo que está sucediendo en Argentina cuando las encuestas electorales señalan que la principal preocupación de la gente es la inflación. Es como que el mensaje de la gente es “no me pongas plata en el bolsillo, sino no hagas que la inflación me quite lo que yo puedo obtener con mi trabajo”. Pero es una lectura que en el oficialismo se niegan a hacer.
La disminución de la pobreza requiere un proceso que lleva tiempo. No puede hacerse en el corto plazo. El proceso comienza por un ordenamiento integral del Estado que permita llevar la inflación a niveles de un dígito anual.
Con esto, la gente se asegura que el fruto de su trabajo no se va a diluir con el aumento de los precios. Lo mismo ocurre con la inversión. Con baja inflación toma sentido la inversión productiva porque la especulativa no rinde. La inflación es la madre de la especulación financiera. Con baja inflación, la única forma de hacer rendir el capital es produciendo bienes y servicios.
Si además el Estado está ordenado puede generar bienes públicos de calidad lo que implica un entorno propicio para que las empresas aumenten la productividad. Con aumentos de productividad se eleva el salario real. Esto es lo que erradica la pobreza.