Informe Nº: 20/10/2021
Lo que hay que mejorar es la calidad de los empleos y la empleabilidad de los pobres, no aumentar el asistencialismo.
El año pasado, en el momento más duro del confinamiento, 3 millones de ocupados en relación de dependencia no registrados y cuentapropistas se quedaron sin trabajo. Para tener una idea de órdenes magnitud, este segmento de trabajadores ?que genéricamente se entienden como los informales? eran 9 millones cuando empezó el confinamiento. O sea que la caída fue del 33%.
Como la informalidad laboral está estrechamente asociada a los bajos ingresos, esta caída del empleo informal es lo que explica que el año pasado la pobreza se haya colocado por encima del 40% de la población.
Este año, los 3 millones de ocupados informales que habían perdido el empleo el año pasado se recuperaron plenamente. En principio, esto hacía presuponer que la pobreza se colocaría por debajo del 40%, como era en la pre-pandemia. Pero se mantuvo por encima del 40%. ¿Qué pasó?
Lo primero que hay que señalar (con énfasis) es que los hogares pobres no viven del asistencialismo. El asistencialismo los ayuda, pero ellos viven fundamentalmente de los ingresos laborales, o sea, viven de su trabajo. Para ilustrar esto sirve tomar los datos de distribución del ingreso del Indec.
En el 2019, el 25% de los hogares eran pobres. Cuando se observa cómo era la composición de los ingresos de los hogares que están en el 30% de menores ingresos, surge que del total de ingresos del hogar el 72% proviene de fuente laboral y el 28% restante del asistencialismo.
En el 2020, la ocupación en la informalidad cayó abruptamente (como se dijo al principio de esta nota), por lo que la composición de los ingresos de los hogares de bajos ingresos pasó a ser 54% ingresos laborales y 46% ingresos asistenciales. Esto elevó a 30% el porcentaje de hogares pobres porque los adultos de estos hogares se quedaron sin trabajo.
En el 2021, la composición de los hogares de bajos ingresos volvió a ser como la del 2019, 73% para los ingresos laborales y 27% para los ingresos asistenciales. Pero la pobreza se mantuvo en 30% de los hogares (en lugar de 25% como era en 2019). Lo que sucedió es que los ingresos asistenciales de la pandemia (el IFE) se retiraron en el 2021 y la gente de los hogares pobres recuperó el empleo informal, pero la inflación les licuó los ingresos laborales por lo que ?en términos reales? la recuperación de los ingresos laborales no compensó la salida del IFE.
Esto tiene una connotación central en la estrategia electoral del Gobierno. La gente pobre no está pidiendo más “platita en el bolsillo” con planes asistenciales. Lo que está pidiendo es que la inflación no le desvalorice lo que obtiene con su trabajo que es más que lo recibe de los planes. Esto además surge de las propias encuestas donde la inflación está a la cabeza de las preocupaciones de la gente. Nadie clama por más “platita en el bolsillo”. Si claman por menos inflación.
También tiene fuertes connotaciones desde el punto de vista de política pública. Si normalmente 3 de cada 4 pesos de los ingresos de los hogares pobres provienen de su trabajo, lo que hay que mejorar es la calidad de los empleos y la empleabilidad de los hogares pobres, no aumentar el asistencialismo. Suponiendo que se duplicara la ayuda asistencial entre los hogares pobres, se tendría que estos hogares tendrían $1 más por cada $4 que están obteniendo, algo que se podría lograr mejorando en sólo un tercio sus ingresos laborales. Por esto, el camino es mejorar los ingresos laborales de los pobres.
La forma de mejorar los ingresos laborales no es con la proclama de “convertir los planes en empleos”. El camino es ordenando al Estado para que pueda funcionar con equilibrio fiscal, una presión impositiva tolerable para la producción y brindar servicios estatales de alta calidad y profesionalismo. Con esto, se puede tener una macroeconomía ordenada, una tasa de inflación de un dígito y una legislación tributaria y laboral mucho más moderna que transforme el crecimiento económico en mayores empleos de calidad. También es muy importante mejorar la calidad de la educación en las escuelas del Estado para que los niños y jóvenes de los hogares pobres tengan mayor empleabilidad que sus padres.
Cuando se declara “convertir los planes en empleos” se presupone que los pobres viven sólo de los planes. Los datos oficiales están mostrando que los planes son un complemento menor de lo que los pobres obtienen con su trabajo.