Informe Nº: 29/12/2024
El futuro económico de Argentina estará indudablemente influenciado por el desenlace de la crisis en Brasil, pero no podemos permitirnos depender únicamente de las circunstancias externas.
Por Virginia Giordano, Jefa de investigación de IDESA
La devaluación del real está siendo celebrada por miles de argentinos que planean disfrutar de sus vacaciones en Brasil. Para muchas familias, esto significa la oportunidad de viajar a precios más accesibles, un respiro en medio de un contexto económico doméstico complicado. Sin embargo, esta ventaja temporal para los turistas argentinos pone en evidencia un problema estructural: la competitividad. La situación responde a factores internos de Brasil. Pero es necio no asumirlo también como una alerta que explicita problemas internos en la Argentina.
La devaluación del real
Brasil ha experimentado una devaluación abrupta de su moneda. El programa económico presentado por el gobierno de Lula da Silva para reducir el déficit fiscal no logró convencer a los mercados financieros, lo que llevó al real a depreciarse un 26% en lo que va del año, alcanzando un máximo de 6,30 por dólar.
El economista Alberto Cavallo puso en números esta situación. En la red social X, compartió un gráfico que muestra cómo los precios de una canasta de miles de productos idénticos, incluyendo alimentos, combustibles y electrónicos, han evolucionado en ambos países desde 2016. Su conclusión es contundente: “Argentina es hoy un 19% más cara que Brasil en dólares para una canasta idéntica de productos”. Estamos caros en dólares, pero mucho más en términos de reales.
Esta dinámica tiene implicancias profundas para la industria local. Con una Argentina más cara en comparación con su principal socio comercial, las exportaciones hacia Brasil enfrentan crecientes dificultades, mientras que las importaciones brasileñas se vuelven más competitivas en el mercado argentino. El resultado es una balanza comercial cada vez más desfavorable y una presión creciente sobre la producción nacional.
Brasil avanza, Argentina sigue estancada
Argentina viene atravesando un proceso muy acelerado de fortalecimiento de su moneda. El fenómeno está asociado a su plan de estabilización, pero es potenciado por la crisis de Brasil. La situación lleva a aumentar las urgencias por avanzar en un proceso de reformas que permitan hacer más competitiva la Argentina.
El desafío que plantea el tipo de cambio demanda un enorme esfuerzo de reconversión interna de las empresas para rápidamente mejorar la competitividad. Pero esto también demanda un profundo cambio de entorno. Por ejemplo, la competitividad de la producción nacional depende de mejorar el estado de las rutas y abaratar los costos logísticos, de la eliminación de impuestos distorsivos, de la desburocratización del Estado.
Curiosamente, Brasil -además de ser la principal fuente de presión competitiva para la producción nacional- también ofrece testimonios muy pertinentes sobre reformas estructurales que generan condiciones más favorables para convivir con la apreciación cambiaria. No son cambios simples ni fáciles. Pero demuestra que son cambios posibles.
La reforma laboral de 2017 marcó un antes y un después en las relaciones laborales brasileñas. Su principal característica fue la descentralización de las negociaciones colectivas, priorizando los acuerdos individuales y por empresa sobre los convenios sectoriales. Esto permitió, por ejemplo, negociar jornadas laborales más flexibles, adaptarse a escenarios de empleo volátil o implementar esquemas de remuneración basados en productividad.
Además, la reforma incluyó medidas para reducir la litigiosidad laboral, como multas para demandas infundadas y la aplicación de normas similares a las de las denuncias civiles. Según un informe reciente del FMI, esta reforma ha resultado en una significativa disminución de los litigios laborales desde su implementación.
En paralelo, Brasil está avanzando en una ambiciosa reforma tributaria que busca unificar varios impuestos sobre las ventas en un solo Impuesto al Valor Agregado (IVA). La intención es mantener la presión tributaria actual, pero reemplazando impuestos distorsivos por uno más eficiente y de mayor calidad. De acuerdo con el mismo informe del FMI, esta simplificación tributaria podría aportar un crecimiento adicional de 0,5% anual al PIB brasileño, gracias a la mayor eficiencia que genera en el sistema económico.
En contraste, Argentina sigue atrapada en un entramado de instituciones arcaicas y regulaciones que sofocan la producción y dificultan la competitividad. El futuro económico del país estará indudablemente influenciado por el desenlace de la crisis en Brasil, pero no podemos permitirnos depender únicamente de las circunstancias externas. Imitar algunas de las reformas que Brasil está implementando no es sólo deseable, es imperativo si aspiramos a reinsertarnos en la competencia económica regional y global.
En el corto plazo es clave cómo resuelve Brasil su crisis. Pero la cuestión de fondo es cómo la Argentina reforma su legislación laboral descentralizando la negociación colectiva y logra eliminar ingresos brutos y tasas municipales junto con establecer un esquema alternativo al perverso régimen de coparticipación federal.
Fuente: El Perfil