Informe Nº: 42522/01/2012
Uno de los principales motores de la actividad económica es la fuerte demanda de Brasil. Coadyuvan a este proceso la integración económica y, fundamentalmente, la apreciación de la moneda brasileña. Sin embargo, por el vertiginoso ritmo al que suben los precios internos en Argentina, especialmente los costos laborales, esta ventaja está desapareciendo. En el año […]
Uno de los principales motores de la actividad económica es la fuerte demanda de Brasil. Coadyuvan a este proceso la integración económica y, fundamentalmente, la apreciación de la moneda brasileña. Sin embargo, por el vertiginoso ritmo al que suben los precios internos en Argentina, especialmente los costos laborales, esta ventaja está desapareciendo. En el año 2012, con pautas salariales del orden del 20%, los costos laborales argentinos medidos en reales brasileños superarán el promedio histórico. Este problema no se resuelve controlando importaciones sino sumando esfuerzos, públicos y privados, para elevar la productividad.
Antes de que concluyera enero quedó planteada la discusión sobre el porcentaje de aumento de salarios de convenios para las negociaciones colectivas del año 2012. El Gobierno ha fijado su expectativa de que los incrementos se ubiquen en el 18%. La posición sindical es que el piso debería ser el 25%. Mirado con objetividad, todo esto apuntaría a que los salarios acompañen el crecimiento de los precios.
Es legítima la aspiración de que los salarios mantengan el poder adquisitivo. Sin embargo, la dinámica de altos incrementos nominales de precios y salarios tiende a socavar la competitividad. Esto reduce la capacidad de exportar y de competir con las importaciones. Prueba de ello es que, desde hace varios años, los costos laborales medidos en dólares están por encima de los observados en la convertibilidad. El fenómeno fue disimulado por la apreciación del real brasileño, pero esta ventaja también se está agotando.
La pérdida de competitividad con Brasil se puede observar con la evolución del costo laboral argentino (salario mas cargas sociales) medido en moneda brasileña (el real) y corregido por la inflación brasileña. Según datos oficiales este indicador muestra que:
• En el año 2011, para contratar “en blanco” a un asalariado en la Argentina el empleador eroga unos $6.970, equivalentes a unos 2.724 reales brasileños.
• Este valor es un 44% inferior al del año 2001, cuando Brasil había devaluado y la Argentina todavía no.
• Sin embargo, es similar al del año 1996 (2.794 reales) y al promedio histórico de los últimos 15 años, o sea, el período 1996 – 2011 (2.780 reales).
Entre los años 2002 y 2011, el costo laboral argentino –medido en moneda brasileña– se mantuvo por debajo del promedio histórico. Esto implica que la Argentina tuvo facilidad para exportar y competir con las importaciones de Brasil. El proceso estuvo asociado originalmente a la megadevaluación del peso argentino del año 2002 y, posteriormente, a la gran revaluación del real brasileño originada en el fuerte ingreso de capitales que recibió Brasil. La ventaja competitiva de contar con costos laborales relativamente bajos respecto a Brasil se fue diluyendo debido al vertiginoso crecimiento de los precios internos argentinos. Prueba de ellos es que el costo laboral argentino, medido en moneda de Brasil, esta muy cerca del nivel que prevalecía antes de la gran devaluación brasileña de los ’90 y de su promedio histórico. En otras palabras, el año 2011 marca el fin del período de costos laborales “licuados” respecto de Brasil.
Si para el año 2012 se plantean aumentos de salarios del orden del 20%, el costo laboral argentino medido en términos de la moneda brasileña se colocará por encima del promedio histórico (salvo que se permita una devaluación del peso argentino con respecto al real brasileño de similar magnitud). De esta forma, la ventaja que gozaba el sector productivo nacional –gracias a la gran revaluación de la moneda brasileña– se habrá esfumado. Esto no es consecuencia de factores exógenos sino del ritmo vertiginoso al que aumentan los costos de producción en Argentina. Tampoco son los aumentos de salario el origen del problema (ya que apenas compensan el aumento de los precios), sino la muy alta inflación.
Frente a la velocidad con que se erosiona la capacidad competitiva del aparato productivo argentino, la estrategia de controlar importaciones no sólo es inconducente sino que agrava el problema. Por un lado, porque obliga al Estado a dilapidar esfuerzos en establecer y administrar controles cada vez más complejos y discrecionales. Por el otro, porque el sector privado, en lugar de concentrase en producir, es inducido a distraer esfuerzos y recursos para cumplir con regulaciones cada vez más irracionales.
Una alternativa inteligente y eficaz es acordar una estrategia para canalizar todos los esfuerzos, públicos y privados, hacia el objetivo de mejorar la productividad. Esta es la manera genuina de atacar los problemas de competitividad. Su principal ventaja es que no requiere reducir el salario real –como plantea el Gobierno al trazar una pauta de aumento del 18%, que está por debajo de la inflación–, sino rediseñar regulaciones e impuestos para que sea factible tener empleos y altos salarios con fortaleza del sector productivo nacional.