Informe Nº: 19/07/2024
Sería muy sano para la Argentina tener una central obrera como la CGT transparente y democrática. No una CGT que es un atavismo corporativista que choca contra la nueva sociedad de sana democracia y valores liberales.
Por Jorge Colina, Presidente de IDESA
En el año 1930 se crea la Confederación General del Trabajo (CGT) como una central obrera fusionadora de varios sindicatos.
La década de 1930 es frecuentemente recordada por la vuelta al autoritarismo militar y las votaciones fraudulentas. Pero se deja de lado (o se ignora) que también fue una década en que la intensa agitación social generada por sindicatos anarquistas, comunistas y socialistas, desde la década de 1910, se mantuvo con toda su intensidad.
Era una agitación social con mucha raigambre de trabajadores inmigrantes que traían ideas revolucionarias de la agitación que ocurría en Europa a raíz de la revolución bolchevique y en la Alemania liberal de Weimar durante la década de 1920.
En las décadas de 1910 y 1920, el Coronel Perón observaba esta agitación con consternación y hasta temor. Según varios autores de la historiografía de la época (Potash, Page, Halperín Donghi y otros), Perón era un admirador de la sociedad germánica. Al hombre le preocupaba sobremanera el avance del bolchevismo y la flacidez del liberalismo de la Alemania de Weimar para contener el avance del comunismo.
En la década del 1920, el Coronel estuvo en la Italia de Mussolini y allí aprendió las artes del fascismo corporativista. Básicamente, El Duche enseñaba que la democracia liberal sólo conducía a la exacerbación de la agitación social de izquierda. Por lo tanto, lo que había que hacer es organizar la sociedad en corporaciones. La Sociedad Organizada.
Una corporación debían ser los sindicatos unidos; otra los empresarios unidos; otra las fuerzas armadas (obvio); otra la iglesia; los artesanos; los profesionales y también podían sumarse las ligas de amas de casa. Lo importante no era el número de corporaciones sino que todas las corporaciones debían responder a un poder central: el Estado.
Con esta agitación social comunista, anarquista, socialista perseverante en las décadas de 1930 y principios de 1940, Perón asume el Departamento Nacional de Trabajo.
En octubre de 1945 institucionaliza -aunque la venía practicando desde 1943- la personería gremial con el Decreto 23.852/45 de “Asociación Profesionales”. Se reconoce la libertad de constituir sindicatos.
Pero sujeta a dos tipos de asociaciones: las simplemente inscriptas y las con personería gremial. Estas últimas eran las únicas con derecho a firmar convenios colectivos. De esta forma, se institucionaliza el monopolio de la negociación en la parte sindical tal como lo establecía la Carta del Lavoro de Mussolini (1927).
Esto es, Perón institucionaliza la personería gremial o el poder de la corporación CGT. Figura jurídica que es reafirmada en 1953 con la Ley 14.250 de Negociación Colectiva, hoy vigente.
La personería gremial le otorga el monopolio de la negociación colectiva a los sindicatos de la CGT. De esta forma, la corporación sindical (la CGT) se erige en el pilar del modelo corporativista de Perón el cual sostiene que hay que organizar la sociedad en corporaciones para canalizar la agitación revolucionaria de izquierda hacia la construcción de una potencia industrial y militar que lleva a una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. Y olvidarse del libertinaje que provocaba la democracia libre.
Cuestión es que, a partir de la década de 1950, el mundo en reconstrucción de posguerra va hacia una integración del comercio internacional.
Argentina, con gobierno militares que declamaban la “desperonización”, mantuvieron la personería gremial de los sindicatos. O sea, la organización corporativa de los trabajadores o el poder de la CGT.
Aramburu, Onganía y la dictadura militar de 1976, confesos antiperonistas, hacían gala de intervenir la CGT. Pero dejaban impoluta la personería gremial para no sacarle el poder (que querían usar). Preservaron el resabio corporativista que legó Perón para mantener el poder sobre los trabajadores.
Llegó finalmente la democracia de verdad. Las elecciones son libres, transparentes y -más allá de que alguno que se queda “calentito” con el resultado de alguna elección por el cual pasa a denunciar fraude- es innegable que las elecciones democráticas en Argentina son implacables. El país de los fracasos tiene para mostrar un solo logro: su democracia.
La Argentina empieza a transitar 40 años de hermosa democracia, que no estuvo exenta de intentos de golpes de Estado, crisis económicas y políticas, pero no nunca cayó; ni siquiera trastabilló.
El punto es que tampoco nunca desarmó la herencia corporativista de Perón que es la personería gremial. El dispositivo legal-administrativo que le da el poder a la “temible” CGT. Si habrán sufrido Alfonsín, Menem, Duhalde, Néstor, Cristina, Mauricio y Alberto las presiones y amenazas de la “temible” CGT.
Esta hermosa democracia permitió que el pueblo libremente se expida para llevar al poder al Rey de la Libertad: Javier Milei.
El Presidente quiere construir una sociedad totalmente basada en la libertad.
Pero llama a negociar la libertad a la CGT.
La CGT le responde algo así como (según los medios): “Para empezar a negociar, tenés que revisar el Impuesto a las Ganancias de la ley tributaria y la reforma laboral de la Ley de Bases“.
Leyes ambas propuestas por el Presidente elegido por el pueblo y aprobadas por mayoría de la Cámara de Diputado y de Senadores elegidas por el pueblo.
El poder legal-administrativo otorgado por una atávica regulación corporativista, como es la personería gremial, que le da un enorme poder a la CGT (que de otra forma no lo tendría).
O la voluntad del soberano (el Pueblo) que se expidió en la urnas en una sana democracia para votar al Presidente, a los diputados y a los senadores que aprobaron las leyes que no le gustan a la “temible” CGT.
Sería muy sano para la Argentina tener una central obrera como la CGT transparente y democrática. No una CGT que es un atavismo corporativista que choca contra la nueva sociedad de sana democracia y valores liberales.
Si le preguntan al General, seguro que optaría por lo segundo. Porque el tipo era pragmático y se adaptaba a los tiempos. Los argentinos parece que todavía no.
En lugar de invitar a la CGT a negociar, hay que modernizarles la personería gremial.
Fuente: El Economista