Las Leliq y el rey desnudo - IDESA

Informe Nº: 11/10/2023

Las Leliq y el rey desnudo

Milei tiene razón: el rey está desnudo. El Estado abandonó a su suerte al peso argentino. Las mágicas ropas (Leliq) ya no sirven más. Pero los otros candidatos también tienen razón: es mucho más prudente vestir al rey antes de que la gente se convenza de que está desnudo.

BCRA

Por Jorge Colina, presidente de Idesa.

Una antigua fábula llamada “El traje nuevo del emperador” o también conocida como “El rey desnudo” trata de un rey que tenía mucho esmero por su ropa y cae en el engaño de unos tejedores que le hacen creer que le tejen la mejor ropa cuya característica es que es invisible para los incapaces de verlas.

Obviamente, todos los cortesanos y gran parte de la plebe no se animaban a manifestar que no veía las hermosas ropas del rey, por temor a quedar desacreditado o desautorizar al rey.

Hasta que un niño desde su inocencia dijo “pero si el rey está desnudo”, y se terminó la fantasía de creer que las bellas ropas del rey eran invisibles.

La metáfora alude a la equivocación colectiva producida por el temor a decir lo que las evidencias están mostrando. Ese temor muchas veces no reside en el eventual castigo de quien tiene el poder de castigar (en este caso el rey) sino en la condena de los propios pares de ser calificado de incapaz si la creencia colectiva de la invisibilidad de la ropa se mantiene.

Con las Leliq pasa algo similar

En los 40 años que van entre la década del ’50 y el ’90, la acumulación de déficits fiscales en Argentina se financió con sobreendeudamiento público y emisión monetaria. Esto trajo alta y crónica inflación, dos hiperinflaciones (1975 y 1989) y varias crisis cambiarias donde las últimas recordadas son los planes Bonex de 1989 y del 2001.

A partir del 2002, prevalece un consenso -como la invisibilidad de las ropas del rey- de que la Argentina cambió para siempre y, para muchas personas, para bien. Ciertamente que entre el 2002 y el 2012, gracias al comercio externo favorable, Argentina vivió una inédita bonanza. Lo que no permitió ver que se reconstruían las raíces de las históricas crisis: el déficit fiscal, el sobreendeudamiento y la emisión monetaria espuria.

Esto último se empezó a manifestar a finales del 2012, cuando las condiciones externas dejaron de ser tan favorables y hubo que ir al cepo cambiario (control de capitales: viejo conocido de la historia argentina).

Claro, pero el déficit fiscal continuaba creciendo y con cepo la emisión monetaria es altamente inflacionaria. Entonces, apareció la idea de las finas ropas del rey: los pasivos remunerados del Banco Central, que por entonces se llamaron Lebac y luego Leliq.

Estas finas ropas del rey tenían la magia de “esterilizar” los efectos inflacionarios de la emisión.

Al comienzo, en el 2013, esta fina ropa del rey (Lebac) representaban el 40% de la emisión monetaria (base monetaria). En el 2015 cuando asume el gobierno de Cambiemos representaban cerca de 60% de la emisión. En el 2018 la mágica ropa de esterilizar emisión monetaria llegaba al 120% de la emisión monetaria. Aquí los inversores internacionales dijeron: “parece que este rey está desnudo o camino a estarlo, así que nos vamos” y se fueron, trayendo la crisis cambiaria y al FMI.

Cambiemos le entrega al poder al actual gobierno con Lebac convertidas en Leliq por el equivalente a 60% de la emisión. El Gobierno siguió emitiendo espuriamente y esterilizando su efecto inflacionario con la mágica ropa del rey llegando a agosto del 2022 con una relación de Leliq sobre emisión (base) de 1,5 veces. Aquí, se empezó a sospechar que el rey estaba desnudo, pero nadie quiso decir nada (para no quedar como un incapaz).

Al comienzo, en el 2013, esta fina ropa del rey (Lebac) representaban el 40% de la emisión monetaria (base monetaria). En el 2015 cuando asume el gobierno de Cambiemos representaban cerca de 60% de la emisión. En el 2018 la mágica ropa de esterilizar emisión monetaria llegaba al 120% de la emisión monetaria. Aquí los inversores internacionales dijeron: “parece que este rey está desnudo o camino a estarlo, así que nos vamos” y se fueron, trayendo la crisis cambiaria y al FMI.

Cambiemos le entrega al poder al actual gobierno con Lebac convertidas en Leliq por el equivalente a 60% de la emisión. El Gobierno siguió emitiendo espuriamente y esterilizando su efecto inflacionario con la mágica ropa del rey llegando a agosto del 2022 con una relación de Leliq sobre emisión (base) de 1,5 veces. Aquí, se empezó a sospechar que el rey estaba desnudo, pero nadie quiso decir nada (para no quedar como un incapaz).

Entonces, apareció el “niño” de esta fábula: el candidato Milei.

Dijo que no hay que renovar plazos fijos en pesos porque el peso no vale un excremento. O sea, “el rey está desnudo”. Las Leliq son una ropa invisible que ya no frena la inflación.

Los otros candidatos presidenciales y el colectivo de colegas economistas lo acusan de irresponsable. Subyace en esta condena que, lo socialmente recomendable, es tratar de mantener la mentira colectiva de que “el rey no está desnudo” (las Leliq siguen sirviendo para contener la inflación) y ver la forma de vestirlo al rey, sin que nadie se dé cuenta, con ropas de verdad (desarmar las leliq sin generar una crisis financiera).

¿Quién tiene razón?

Los dos.

Milei en decir la verdad: “El rey está desnudo”, porque lo está. El Estado Nacional argentino abandonó a su suerte al peso argentino. Las mágicas ropas (las Leliq) ya no sirven más.

Los otros candidatos y el colectivo de colegas economistas también tienen razón en que es mucho más prudente vestir al rey antes de que la gente se convenza de que está desnudo.

También hay que hacer una autocrítica: las ropas del rey (las Leliq) siempre fueron invisibles en el control de la inflación. Por eso estamos con inflación de 3 dígitos y creciente.

Pero siempre confiamos en que el rey se iba a vestir solo (o sea, que el tema de las Leliq y la creciente inflación se iban a resolver solos). Ahora, el rey está desnudo y nadie sabe cómo vestirlo con ropas de verdad sin que la gente se dé cuenta.

Fuente: el economista

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