Informe Nº: 16/06/2021
El régimen de monotributo se creó en el año 1998 como una alternativa para registrar personas que desarrollan actividades económicas en la informalidad. Este régimen fue inicialmente concebido para que funcionara como un puente temporario entre la economía en negro y el régimen general de impuestos, en donde mediante un único pago se abonara IVA, Impuesto a las Ganancias y aportes previsionales, que incluyen aportes jubilatorios y obra social.
Actualmente nuclea a 2 millones de trabajadores y, desde el 2012 creció un 36,2% mientras que los autónomos cayeron un 6,7% y los asalariados privados cayeron un 3,4%. Esta dinámica se da porque, por un lado, hay contribuyentes que deberían pertenecer al régimen general, pero por su complejidad y poca armonización entre regímenes optan por subfacturar y quedarse en el monotributo, o PyMEs que no pueden afrontar los altos costos laborales y dificultosas regulaciones y deciden encubrir la relación laboral a través del monotributo. Así, lejos de ser un régimen de tránsito, se convirtió en uno permanente al cual acuden cada vez más trabajadores, la mayoría de ellos no profesionales.
La pregunta que surge entonces es: ¿cuál es el problema con que el monotributo funcione como un régimen permanente? En términos fiscales implica una menor capacidad recaudatoria, ya que sólo recauda el 2,5% de la recaudación de Seguridad Social, pero lo más problemático es que, al ser un sistema de transición entre la informalidad y el régimen general, no está diseñado para ser sostenible en términos previsionales o de salud.
Sobre el plano jubilatorio: al jubilarse, los monotributistas reciben una jubilación mínima sin importar la categoría a la cual pertenecieron. Hoy un monotributista categoría A aporta el equivalente al 4,4% de una jubilación mínima, mientras que uno categoría K (la última) aporta el 11,3%. Esto trae injusticias, ya que no hay incentivos para aportar más y gozar de una mejor jubilación.
Por otro lado, el aporte en todas las categorías y especialmente en las más bajas tiene un desacople con el beneficio recibido posteriormente, algo natural en este tipo de regímenes, pero en Argentina el aporte termina siendo meramente testimonial.
Respecto a la cobertura de salud: el aporte es el mismo para todas las categorías, cercano a los $1.500. El inconveniente que se presenta es que este monto sólo representa aproximadamente la mitad del costo del Programa Médico Obligatorio (PMO) lo que lleva a un racionamiento en las prestaciones autorizadas por las obras sociales. En los hechos, los monotributistas deben complementar dichos aportes para acceder a una cobertura de salud.
Algunas soluciones:
En resumen, hoy el monotributo es utilizado como una solución permanente cuando fue ideado como un paso transitorio. Por ello no es sostenible y se requieren medidas para favorecer la registración de empleo asalariado.