Informe Nº: 53302/02/2014
Las reservas del Banco Central duplican en términos nominales el nivel del 2001, pero ajustadas por inflación de precios en las importaciones apenas superan el nivel que había cuando cayó la convertibilidad. El agravante es que el coeficiente de importaciones (porcentaje de importaciones en relación al PBI) prácticamente duplica al que prevalecía en el 2001. […]
Las reservas del Banco Central duplican en términos nominales el nivel del 2001, pero ajustadas por inflación de precios en las importaciones apenas superan el nivel que había cuando cayó la convertibilidad. El agravante es que el coeficiente de importaciones (porcentaje de importaciones en relación al PBI) prácticamente duplica al que prevalecía en el 2001. Esto indica que la crisis de divisas que sufre el país es severa lo que evidencia la necesidad de cambios de estrategia.
El primer mes del 2014 mostró una aceleración en la caída de las reservas internacionales a pesar de la fuerte devaluación del dólar oficial. Durante enero se aplicó una devaluación del 23%, cuando en todo el año pasado la devaluación fue de 33%. Las reservas, por su parte, cayeron en aproximadamente U$S 2 mil millones sólo en un mes. Comparados con los U$S 12 mil millones que cayeron en todo el 2013, el primer mes del año 2014 muestra que el ritmo al que caen las reservas del Banco Central se duplicó.
En un país con un mercado cambiario único y libre, el nivel de reservas en el Banco Central tiene poca entidad porque las importaciones se pagan con las divisas que obtienen los exportadores quienes las transan libremente en el mercado de cambios. Pero cuando el mercado cambiario está fuertemente intervenido, como ocurre en la Argentina, las reservas del Banco Central pasan a ser una variable de alta relevancia, ya que de ellas dependen las posibilidades de sostener las importaciones que son esenciales para mantener el nivel de actividad productiva.
Para evaluar la suficiencia de las reservas actuales resulta pertinente analizar la información oficial. Según datos del Banco Central y el Ministerio de Economía, entre los años 2001 y 2014 se observa que:
· Las reservas pasaron de U$S 15.232 millones a U$S 28.250 millones.
· Los precios de las importaciones argentinas se incrementaron en un 52%.
· Esto significa que las reservas, ajustadas por inflación de importaciones, equivalen en términos reales a U$S 18.600 millones a precios del 2001.
Estos datos muestran que el poder de compra de los U$S 28 mil millones actuales de reservas es apenas un 22% superior al que tenían los U$S 15 mil millones del año 2001. A esto se agrega, como agravante, que en la actualidad el coeficiente de importaciones es mucho mayor. En el año 2001, las importaciones representaban apenas un 8% del Producto Bruto Interno (PBI) mientras que actualmente representan cerca del 15% del PBI. Dicho en otras palabras, la economía es mucho más dependiente de las importaciones que en el año 2001, con un nivel de reservas reales (o sea, ajustadas por inflación de importaciones) bastante similar. Las evidencias son contundentes de que nuevamente se está, como muchas veces ocurrió en la historia argentina, frente a un “cuello de botella” que se manifiesta en escasez de divisas. Aunque el contexto externo es inéditamente favorable, las malas políticas internas llevaron a que la “restricción externa” vuelva a poner límites a las posibilidades de crecimiento.
La estrategia de las autoridades para superar la restricción externa fue acelerar la devaluación del tipo de cambio oficial. Esto permitiría licuar costos laborales y, por esa vía, mejorar la rentabilidad de los sectores exportadores. Además, la licuación beneficia las finanzas públicas ya que reduce, en términos reales, salarios y jubilaciones. Pero el éxito de esta estrategia depende decisivamente de que salarios y jubilaciones no se actualicen al mismo ritmo de la devaluación y la inflación. Se trataría de reeditar el “modelo productivo” de los años 2003 – 2008 cuyo base principal fue la profunda licuación de salarios reales y gasto público que produjo la mega-devaluación del año 2002.
En esta estrategia resulta central que el Ministerio de Trabajo presione sobre la negociación colectiva para que los salarios se deterioren respecto al crecimiento del dólar y los precios. Esta es la única manera de reeditar el “modelo” tal como se aplicó desde al año 2003 y que perduró en su dinamismo hasta que los salarios reales recuperaron el nivel que tenían antes de la crisis del año 2002.
Las visibles muestras de impericia del equipo económico pueden llevar a la confusión de que la solución para la crítica situación actual dependen de un cambio de ministro. Muy por el contrario, la crisis cambiaria actual es intrínseca a un “modelo” cuya bases son devaluación y salarios reales bajos lo que resulta política y socialmente muy resistido. Por eso el tema relevante no es el cambio de personas sino el cambio de modelo.