El mercado laboral argentino exhibe profundas segmentaciones. Probablemente la más clara y trascendental es la que separa a quienes tienen una ocupación formal de quienes trabajan en la informalidad. Según los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC -que cubre a los grandes aglomerados urbanos- para el 1º semestre de 2009, poco más de la mitad de la fuerza laboral (52% del total) posee un trabajo formal. El 39% tiene una inserción informal, ya sea como asalariado público o privado no registrado, como cuentapropista no profesional, como empleada de servicio doméstico, o como beneficiario de subsidio estatal o trabajador sin salario. El 9% restante no tiene empleo y declara estar buscando uno activamente. La informalidad masiva constituye un fenómeno de carácter estructural. Una evidencia concreta al respecto son los modestos progresos alcanzados en la fuerte expansión de la actividad económica que se observara entre 2004 y 2008. Si bien el PIB creció un 37% en este período, la informalidad se redujo en sólo 6 puntos porcentuales desde el 45% de la fuerza laboral en el año 2004 al 39% en 2009 (cf. Empleo y Desarrollo Social Nro. 24). Aún en una fase del ciclo económico muy favorable los niveles de informalidad laboral no dejaron de ser elevados.





