Informe Nº: Enfoques de Políticas Sanitarias N°7620/09/2024
La medicina privada no está como para asignar recursos extraordinarios a una pandemia. Por eso, es importante identificar donde están los costos que ocasiona para evitar las malas decisiones. En este número de los enfoques se presenta un modelo que puede ayudar a los administradores de la medicina privada a prepararse para el coronavirus
El daño del coronavirus
El tema central que ocupa la plana de todas las noticias en el mundo es la pandemia del coronavirus. Por ser precisamente pandémica, su propagación es muy dinámica, por lo que predecir cómo será su desenvolvimiento es un interrogante abierto.
A la hora de escribir estas líneas, a aproximadamente 3 meses de su aparición, el virus venía afectando a 130 mil personas en el mundo de las cuales una 5 mil murieron. Esto arroja una tasa de mortalidad de 3% – 4%. El principal afectado fue China con 2/3 del total y donde la tasa de mortalidad registrada es similar con lo cual en Asia el coronavirus no se ha mostrado –hasta ahora– particularmente letal.
La información internacional y el Ministerio de Salud nacional señalan que la intensidad con que se presenta la afección es en la mayoría de los casos de leve a moderada. En particular, el 80% está catalogado como leve a moderado, un 14% se considera grave en el sentido de que se requeriría atención médica hospitalizada y un 6% se cataloga como crítico que es donde se concentra la mortalidad y que, en general, viene acompañado de comorbilidades y edad avanzada.
Lo que sí es preocupante es que en 3 meses el virus se propagó a 120 países, y seguramente seguirá propagándose, lo cual sugiere que es altamente contagioso. Esto hace que el principal daño del coronavirus no sea tanto humano como económico. Esto se explica a que las autoridades sanitarias de los países en una búsqueda frenética por tratar de detener la propagación toman acciones extremas ligadas con la suspensión de las actividades económicas, sociales y culturales. Esto causa más daño a personas no afectadas por la enfermedad –que son la enorme mayoría– que a las afectadas, de aquí que el daño económico y social es mayor que el sanitario.
De todas formas, una pregunta que cabe hacerse es cuánto le puede llegar a costar al sistema privado de salud el coronavirus. Si bien es muy difícil predecir cómo será su devenir, algunas herramientas se pueden construir para estar preparados.
Un modelo simple
Un modelo económico-sanitario simple se puede construir para tratar de predecir en cuánto puede impactar el coronavirus en los costos de un plan de salud bajo determinadas condiciones que se establecen ad-hoc. No se trata de predecir el futuro. Se trata de explicitar ciertos parámetros de población, incidencia, intensidad de la incidencia, requerimientos médicos y precios de referencia para estimar en cuánto crecerían los costos de un plan de salud privado por cada persona que se contagie del coronavirus.
Los parámetros poblaciones pueden ser los que se presentan en el Cuadro 1. La fuente originaria es la encuesta anual que elabora la Comisión de Asesores Médicos de ADEMP. Tomando como población de referencia a 1 millón de personas (la encuesta de ADEMP es representativa de 1.144.553 afiliados a planes de salud privados), se tiene que el 77% tiene más de 20 años de edad, que es la población más expuesta –hasta ahora– a contraer el coronavirus.
Suponiendo que un 10% de la población expuesta contrae el coronavirus, con una intensidad de incidencia equivalente a la proporción que se viene observando se tendría que habría 62 mil enfermos leves a moderados, 11 mil graves y 5 mil críticos totalizando 77 mil enfermos (en una población de 1 millón).
Cabe aclarar que en Argentina ocurren 65 mil muertes anuales por enfermedades respiratorias, la mayoría neumonías e influenza, y en personas mayores, por lo que 77 mil enfermos con este nuevos virus no parece un número extraño. Aunque la realidad luego dirá que será la que sucederá.
El siguiente paso sería definir los requerimientos médicos para atender a estos 77 mil enfermos con diferentes niveles de intensidad de la enfermedad. Sin ánimo de entrar en discusiones médicas, y sólo a los efectos de ilustrar cómo funcionaría el modelo, se podría estimar que los requerimientos médicos básicos son los que se presentan en el Cuadro 2.
En el caso de los enfermos leves a moderados requerirían como mínimo una consulta de urgencia más posiblemente algún tipo de estudio, los enfermos graves requerirán hospitalización y los críticos hospitalización en cuidados críticos.
Teniendo la incidencia de la población y los requerimientos médicos por nivel de intensidad se puede calcular la cantidad de prestaciones médica que demandará atender el coronavirus. Dichas cantidades se presentan en el Cuadro 3.
Teniendo el aumento en la cantidad de prestaciones médicas que ocasionará la enfermedad, hay que ponerle precio a las prestaciones. Esta es la zona más resbalosa.
En primer lugar, los precios de referencia de la encuesta de la Comisión de Asesores Médicos de ADEMP corresponden a un promedio del 2018. En base a un relevamiento informal de mercado se pueden ajustar estos precios al 2019 y dado que el coronavirus posiblemente alcance su pico en el período invernal de la Argentina se hizo una proyección a junio del 2020. En un país con tanta volatilidad inflacionaria, adivinar la senda futura de los precios es tan incierto como adivinar la dinámica del coronavirus. Pero de lo que se trata es de dar un marco de referencia. El ajuste de precios arrojó que entre el 2018 y el 2020 los precios de estas prestaciones médicas habrán subido a razón del 38% anual, que es lo que se viene observando que sucede cuando la inflación general está en el orden del 40% – 50%.
En segundo lugar, el costo de las prestaciones médica en el tratamiento al coronavirus puede ser mayor que en las prestaciones convencionales debido a que se requiere condiciones especiales, como aislamiento, sobredemanda de aparatos de respiración, cuidados especiales del personal de salud, etc. Esto reduce la capacidad de oferta prestacional y aumenta los costos extraordinarios haciendo que el costo por prestación sea mayor. Pero, en cualquier caso, estos efectos pueden ser objeto de ajustes posteriores cuando vayan apareciendo los datos observados.
De los ajustes realizados, surge que los precios promedios de las prestaciones básicas que demandará el coronavirus a la medicina privada podrían ser los que se presenta en el Cuadro 4.
Con el aumento en el consumo de prestaciones y la estimación de precios de referencia se puede obtener el mayor gasto per cápita que ocasionaría el coronavirus. Este mayor gasto sería de unos $185 por persona por mes. Según las proyecciones en base a la encuesta de ADEMP a junio 2020, el gasto per cápita total de esta población de referencia ascenderá a $3.435 por persona por mes. Esto significa que el gasto per cápita de un plan privado de salud subiría con el coronavirus un 5,4%.
Aquí no hay que perder de vista el punto de partida del modelo. En el Cuadro 1 se hizo el supuesto de que la tasa de contagio era de 10% de la población expuesta al riesgo. Por lo tanto, el resultado debe ser leído de la siguiente manera:
Por cada 10% de contagio de la población expuesta el riesgo, el costo del plan médico subiría un 5,4%
El detalle de los resultados se presenta en el Cuadro 5.
Es importante recalcar que este modelo no pretende hacer una predicción sino estimar cuál sería el impacto en los costos de un plan médico privado si se dan estas condiciones de incidencia, intensidad, requerimientos médicos y precios de las prestaciones. En cualquier caso, los números de estas condiciones se pueden cambiar y observar qué pasa con el costo médico. Esto es de gran utilidad para los tomadores de decisiones en las instituciones de la medicina privada a fin de no tomar decisivas apresuradas y tomar aquellas que sean de mayor costo-efectividad.
La idea de un modelo es ir observando cómo se van comportando las variables de base, para ir ajustándolo y así tener una medición más precisa del impacto de la enfermedad en los costos médicos.
Conclusión y recomendaciones de política
El mejor escenario es que el coronavirus se detenga. Pero este modelo muestra que, por lo repentino y masivo del aumento en la demanda de prestaciones, una tasa de contagio controlada, como podría ser que apenas el 1% de la población expuesta al riesgo se infecte, el impacto extraordinario en los costos de los planes médicos de la medicina privada puede ser del orden del 0,5%. El porcentaje parece bajo a simple vista. Pero en un sector como la medicina privada que está en déficit, sin márgenes, por pequeño que sea el porcentaje el cimbronazo en la ecuación económica se sentirá.
Máxime cuando el coronavirus no ataca sólo a las personas afectadas sino a las no afectadas, debido a los costos económicos de suspender las actividades económicas, culturales y sociales. En los últimos 2 años (2018 – 2019), la economía se contrajo un -7%, la base de aportantes al sistema privado de salud (que son los asalariados privados con registro en la seguridad social) se contrajo en 300 mil personas o sea -5% y el salario real de estas personas se contrajo además un -16%. Es decir, la masa salarial que soporta el sistema privado de salud se contrajo por efecto de caída del empleo privado y del salario formal en un -20%. En esta coyuntura tomar medidas apresuradas que impliquen acelerar bruscamente el proceso de caída de la actividad económica y de ingresos de la población agravan el desfinanciamiento de la medicina privada.
En esta instancia entra a tallar el criterio médico. Hay que sopesar el costo de la enfermedad con el costo del remedio. A bajos niveles de contagio el costo de la enfermedad no es muy alto, pero el costo del remedio de profundizar la caída en la actividad económica, el empleo y los salarios es altísimo. El peor de los escenarios sería pagar un alto precio del remedio (caída de actividad, empleo y salarios) y que no se contenga la tasa de contagio. Esto demostraría que el remedio no ha sido costo-efectivo, y esto sí que sería catastrófico.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud no recomienda la cancelación de eventos masivos. En su directiva señala que la decisión de no llevar adelante una reunión masiva debe basarse en una evaluación cuidadosa de los riesgos y cómo gestionar dichos riesgos. La evaluación debe involucrar a todas las partes interesadas en el evento, y las autoridades sanitarias. Señala también que si el evento se lleva a cabo en una ciudad con un sistema de salud que pueda atender una eventual brote y que además el evento dure unas pocas horas, ni siquiera amerita ser considerado “reunión masiva” a los efectos de evaluar su cancelación. Lo mismo dice respecto a las actividades de rutina, como el trabajo y el estudio, donde recomienda extremar las precauciones de aseos de manos, superficies y el aire, pero no apresurarse a cortar las actividades.
Por esto, la recomendación de política pública es, en primer lugar, no profundizar el desfinanciamiento del sistema de salud sobre-reaccionando con medidas extra-sanitarias, creyendo que así se tendrá efectividad sanitaria. La sociedad tiene que seguir trabajando y viviendo en normalidad para generar los recursos necesarios enfrentar la pandemia.
En segundo lugar, para detener el contagio no hay que tirarse alocadamente a usar más recursos sanitarios. Este modelo muestra que si con información a la población se pueden reducir las consultas de urgencia, si con buen manejo de los casos en consulta programada se pueden reducir hospitalizaciones y con una buena gestión de las hospitalizaciones reducir los costos de los cuidados críticos, el impacto en los costos médicos de la pandemia será menor y más contenido, que si se entra en desesperación. Para esto se necesita información científica y racional a la población y a los equipos médicos.
En salud, los gobernantes deben tomar medidas pensadas con criterio de costo-efectividad. Tomar muchas y cualquier tipo de medida con tal de mostrar a la población que “se están ocupando del tema” puede llegar a agravar el problema.
Jorge Colina. Economista de IDESA.