Informe Nº: 13/10/2022
Históricamente en Argentina tener un empleo de calidad era sinónimo de pertenecer a la clase media. Con crisis y vaivenes esta fue una constante inalterable. Hoy en día esa realidad cambió, y para peor. Revertir años de deterioro luce difícil, pero no imposible.
Hace treinta o cuarenta años conseguir un empleo de calidad en Argentina implicaba un ingreso automático a la clase media. Con el correr de los años, eso además aseguraba ascender en la pirámide de ingresos para llegar a la edad de jubilarse con una base patrimonial a heredar a las generaciones posteriores. Eran frecuentes los casos de obreros industriales propietarios de un 0km, o empleados de comercio propietarios de sus viviendas. A su vez, el sistema educativo del país permitía una rápida inserción laboral de los egresados. Con crisis y vaivenes eso se mantenía, pero hoy ya no. Veamos la evidencia.
La primera esfera de análisis respecto al poder adquisitivo de un asalariado medido en bienes durables es la capacidad de acceso a un automóvil 0km. Particularmente en Argentina esta dimensión es de fundamental importancia, donde acceder a un 0km se constituye como un sinónimo de inicio en la escala de “ascenso social”. Ahora bien, según datos de ACARA, históricamente hicieron falta entre 10 y 14 salarios para adquirir un 0km de entrada. Por la crisis actual este número se disparó a 43 salarios. En pocos años prácticamente se cuadruplicó el esfuerzo que deben realizar los trabajadores para acceder a un automóvil.
Otra dimensión relevante es el acceso de las familias a la propiedad. En Argentina tiene la connotación de ser un rasgo fundamental en el “ascenso social”: si un auto significa el inicio, entonces una vivienda es la consolidación. Según datos de INDEC, en el 2004 había un 73% de familias propietarias. En el 2022, ese porcentaje descendió a 68%. Esta diferencia puede parecer menor a simple vista, pero implica que, con tan solo haber mantenido el porcentaje de familias propietarias del 2004, hoy habría casi 500.000 familias que serían propietarias de sus viviendas y no lo son. Todo esto en un periodo de menos de 20 años.
La última arista trascendental para la clase media tiene que ver con la educación. Si bien en Argentina creció la tasa de egreso al final del secundario, su desempeño en la región ha sido muy mediocre. Según datos de UNESCO respecto a dicha tasa, mientras que en el 2000 Argentina se encontraba octava de un total de 25 países de Latinoamérica y el Caribe, en 2018 descendió a la decimoquinta posición. Así, al problema de bajos salarios para quien ya accede a un empleo, se agrega que hay un problema en la formación de las personas, lo que dificulta el acceso de los jóvenes al mercado laboral.
¿Qué se puede hacer?
Encarar un problema tan diverso como lo es el deterioro de la clase media no puede ser abordado de manera lineal con una única política. Es más bien un problema que requiere de una economía sana que funcione con un sector público ordenado. Hace falta como prerrequisito estabilizar la macroeconomía, y para ello es necesario resolver los profundos desequilibrios fiscales y el desorden de responsabilidades entre los diferentes niveles de gobierno.
Pero si se quiere reconstituir una pujante clase media hay que capacitar a los jóvenes para que puedan acceder a un trabajo y, por otro lado, favorecer la creación de empleo registrado. Consecuentemente, hay que avanzar en reformar la gestión educativa, orientando el sistema a la preparación de jóvenes con las capacidades necesarias para acceder al mercado laboral, y modernizar las instituciones laborales, que datan de hace más de 50 años y excluyen a cerca de la mitad de los trabajadores.