Al dólar no le gustó la segunda etapa del plan - IDESA

Informe Nº: 08/07/2024

Al dólar no le gustó la segunda etapa del plan

Exagerar la importancia de una medida de relativamente baja sustancia fue percibido como un síntoma de improvisación y desorientación. El resultado era previsible. ¿Qué debería contener la segunda etapa del plan?

Ilustración Eric Zampieri.

Ilustración Eric Zampieri

Por Virginia Giordano, jefa de investigaciones de IDESA

Las cuentas públicas nacionales muestran, por primera vez en mucho tiempo, un primer semestre con resultado financiero positivo. Este logro no es menor frente al antecedente de que gastar por encima de los ingresos ha sido una práctica seguida por administraciones de todos los colores políticos. Se trata de un cambio muy disruptivo, esencial para salir de los riesgos de hiperinflación y comenzar a salir de la decadencia.

El superávit fiscal le permitió al Gobierno mantener el dólar controlado y bajar inflación. Así se transitó el primer semestre con relativa calma en lo financiero y apoyo de la población. El aspecto más negativo, además del enorme sacrificio que impone sobre la sociedad la caída en los ingresos y en la producción, son las dificultades que se enfrentaron para avanzar en las reformas estructurales.

Por eso es una muy buena noticia que finalmente el Congreso aprobó la Ley Bases y el paquete tributario. No solo por las trasformaciones que estas normas contienen, sino porque permitió demostrar que aún en un contexto político adverso es posible hacer reformas. Frente a estos antecedentes resulta muy paradójico que en el mercado financiero se suscitaran reacciones negativas. ¿Cómo se explica las subas del dólar y del riesgo país?

Voto negativo a la segunda etapa del plan

El equipo económico anunció, como segunda etapa del plan, la intención de continuar con la estrategia de migrar la deuda del Banco Central de la República Argentina (BCRA) al Tesoro. Exagerar la importancia de una medida de relativamente baja sustancia fue percibido como un síntoma de improvisación y desorientación. El resultado era previsible: al dólar no le gustó la segunda etapa del plan del presidente Javier Milei.

Hay dudas de variada naturaleza. Probablemente, la más acuciante sea convencer que se puede acumular reservas manteniendo la “tablita” de devaluación del 2% mensual y el cepo. No parece simple que la inflación rápidamente converja al 2% mensual para que el tipo de cambio no se siga deteriorando. A esto se suma un segundo semestre complicado por los vencimientos de deuda, y Brasil, nuestro principal socio comercial, devaluando su moneda.

También debería clarificarse cómo se piensa sostener en el segundo semestre el superávit fiscal. El presidente se muestra muy decidido a hacerlo, pero los desafíos son tan grandes que, además de mostrar convicción, tranquilizaría mostrar los instrumentos que se está pensando utilizar. Las presiones por flexibilizar el ajuste aplicado en el primer semestre son muchas, variadas y crecientes (solo, a manera de ejemplo, el expresidente Macri pidiendo que se le pague las deudas de la Nación a Caba). A esto se suma la promesa de reducir el impuesto Pais y ahora a hacerse cargo íntegramente de los intereses de la deuda del Banco Central.

Medidas imprescindibles

Las ambigüedades y las contradicciones en relación con el régimen monetario son las principales fuentes de incertidumbre. Dentro del Gobierno, parecería que la intención es ir hacia una dolarización endógena. Esto implica que el Banco Central no solo deje de emitir para financiar el déficit fiscal y para pagar intereses de su deuda (que se la trasladará al Tesoro), sino también que, una vez que se acumulen suficientes reservas, deje de emitir para comprar dólares. Con una oferta de pesos fija se iría hacia la dolarización, como ocurre en El Salvador.

La otra alternativa, que es la que sostienen los técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y una parte importante de los economistas argentinos, es converger a régimen de “competencia de monedas” como el que, con muy buenos resultados, adoptó Perú. En este caso, el BCRA sigue interviniendo en el mercado cambiario y conviven el dólar con el mismo estatus legal que al peso. Un primer paso sería desdoblar el mercado cambiario, con un tipo de cambio oficial regulado por el Banco Central para todas las exportaciones e importaciones de bienes y un mercado libre para los servicios, incluido el turismo, y los movimientos financieros.

Pero aún más desafiante es mostrar con mayor claridad el camino hacia el ordenamiento de la economía en general y en particular del sector públicos. El ajuste fiscal del primer semestre es contundente, pero rudimentario. Para erradicar la inflación y crear un entorno propicio para la inversión y el empleo de calidad, no solo es imprescindible equilibrar las cuentas públicas, sino también demostrar que este equilibrio será sostenido en el tiempo y, simultáneamente, comenzar a resolver los severos déficits en la calidad de gestión del Estado.

Si los agentes económicos sospechan que, debido a resistencias sociales, políticas o judiciales, el equilibrio fiscal no perdurará, los beneficios se evaporarán. Lo mismo ocurre en el plano de la calidad del gasto y de los impuestos que aplica el Estado. Con razón, el Gobierno plantea que devaluar no es la solución para los problemas de competitividad. Pero para ser competitivo hay que eliminar, por ejemplo, las retenciones y el Impuesto a los Ingresos Brutos. También mejorar la infraestructura y las instituciones laborales. Resulta contradictorio rechazar los planteos de defender la competitividad vía devaluaciones y simultáneamente no agilizar las reformas estructurales.

Que todavía no se haya promulgado la Ley Bases y tributaria, ni mucho menos su reglamentación, o que en los primeros trazos de la ley de presupuesto se explicite que se mantendrán el año próximo las retenciones, son algunas de las señales que alimenta la preocupación y el escepticismo. Para revertir este proceso, el Gobierno debería volver a enunciar la segunda etapa del plan. Pero ahora conteniendo medidas sustanciales. Por un lado, delinear el régimen monetario y las secuencias para llegar a él. Por el otro, empoderar al equipo responsable de implementar y dar continuidad a las transformaciones.

Fuente: la voz

 

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