Informe Nº: 82829/09/2019
Las evidencias disponibles no sostienen la afirmación de que los pobres viven de las transferencias del Estado financiadas con impuestos que paga la clase media. La razón es que el sector público administra de manera desordenada y arbitraria una enorme masa de recursos que, en su mayor parte, no beneficia a los pobres. El […]
El INDEC publicó información sobre la distribución del ingreso entre los hogares urbanos al 2° trimestre del 2019. Un aspecto interesante es que desagrega el origen de los ingresos de las familias. Por un lado, mide los ingresos laborales. Por otro, los ingresos no laborales que aglutinan las transferencias del Estado –fundamentalmente, jubilaciones y pensiones y, en menor medida, transferencias asistenciales– y transferencias privadas –rentas, cuotas alimentarias, entre otros–. Por la importancia de sus magnitudes, la mayor parte de los ingresos no laborales son transferencias del Estado.
En el total de los hogares urbanos en la Argentina, el 74% de los ingresos son de fuente laboral y el 26% restante son de fuentes no laborales. Este promedio esconde grandes diferencias entre segmentos sociales. Entre las familias de menores ingresos sólo el 46% de los ingresos son de fuente laboral mientras que el 54% restante proviene de fuentes no laborales. En contraposición, el 30% de los hogares de mayores ingresos, que son los de clase media, aparece que el 80% de sus ingresos proviene de fuente laboral mientras que sólo el 20% viene de fuente no laboral.
Planteado de esta manera parecerían que los pobres viven de las transferencias que reciben por los impuestos que paga la clase media. Sin embargo, desagregando el total de ingresos no laborales (que, como se dijo, están fuertemente determinados por las transferencias del Estado) entre estratos socioeconómicos, aparece que:
Estos datos muestran que, si bien los hogares pobres son más dependientes de los ingresos no laborales –ya que la mitad de sus ingresos viene de esta fuente–, no son los que más recursos reciben por esta vía. Del total de ingresos no laborales que reciben las familias, sólo un quinto va hacia los hogares de bajos ingresos, mientras que el doble de esa proporción va en favor de los hogares de altos ingresos. Si bien se trata de evidencias aproximadas, estas proporciones sugieren que la mayor parte de las transferencias del Estado no tienen como destinatarios a los hogares pobres.
El principal componente de las transferencias del Estado y, por lo tanto, de los ingresos no laborales, son las jubilaciones y pensiones. Dentro del gasto previsional, una parte importante se genera por los regímenes especiales de jubilación (los denominados “regímenes de privilegio”) que pagan haberes muy superiores a los del régimen general y la doble cobertura previsional que superpone beneficios de jubilación y pensión. Estos fondos públicos van mayoritariamente en favor de los estratos socioeconómicos medios y altos. En contrapartida, las transferencias asistenciales, que mayoritariamente focalizan en sectores más vulnerables –como la Asignación Universal por Hijo y los planes sociales–, son de magnitudes bajas en comparación con el gasto previsional.
Esta manera arbitraria e inequitativa de redistribuir ingresos marca la importancia de abordar un ordenamiento del sector público. Por el tamaño de los recursos involucrados, es imprescindible ordenar el sistema previsional. Esto incluye revisar los regímenes especiales y la doble cobertura. Para el ordenamiento del resto del gasto público es necesario eliminar las acciones nacionales solapadas con las provincias. En este sentido, una de las áreas donde más se podría mejorar es en el gasto público social. También es clave el ordenamiento del sistema tributario. Aquí hay que fusionar impuestos y recaudar más vía impuestos patrimoniales, ganancias e IVA, junto con mecanismos de devolución del IVA e ingresos brutos a los sectores más vulnerables por compras con dinero bancario. Con estas reformas estructurales se podría lograr la estabilidad macroeconómica, cuya ausencia hoy es el principal factor generador de pobreza.
El antagonismo entre pobres que viven del Estado versus clase media y alta que paga impuestos para sostenerlos es tan simplista como equivocado. La verdadera dicotomía es entre gente que recibe arbitrariamente ingresos del Estado (la mayoría no pobres) y gente (de altos ingresos y pobres) que paga impuestos para sostener el desorden del Estado.