El llamado de atención del FMI por las manipulaciones sobre el índice de precios resulta anecdótico en comparación con las graves consecuencias sociales y económicas que se derivan de la alta inflación. El aumento en los precios es la contrapartida de crecimientos en los costos laborales muy por encima de los aumentos de la productividad. […]
El llamado de atención del FMI por las manipulaciones sobre el índice de precios resulta anecdótico en comparación con las graves consecuencias sociales y económicas que se derivan de la alta inflación. El aumento en los precios es la contrapartida de crecimientos en los costos laborales muy por encima de los aumentos de la productividad. Para romper este círculo inflacionario perverso, los esfuerzos no deberían centrarse en imponer topes a los aumentos de salarios sino, por el contrario, poner como prioridad que el sector público genere condiciones propicias para que las empresas incrementen la productividad.
El Costo Laboral Unitario es un indicador de sustentabilidad económica que permite monitorear la relación entre la evolución de los salarios y la presión sobre los precios. Operativamente se obtiene del cociente entre el costo laboral (es decir, la suma de la remuneración de bolsillo más los costos no salariales) y la productividad. La productividad, por su parte, se mide como las cantidades físicas producidas por hora de trabajo.
Si el Costo Laboral Unitario aumenta existen presiones inflacionarias ya que las empresas están enfrentado una expansión en sus erogaciones que no se compensa por una mayor producción por hora trabajada. Esta inconsistencia deriva en que las empresas, más temprano que tarde, trasladen los aumentos de salarios a los precios. Por el contrario, la estabilidad en el Costo Laboral Unitario señala que existen condiciones favorables para la estabilidad de precios con crecimiento del salario real. Esto es consecuencia de que las remuneraciones pueden crecer y las empresas absorber dichos aumentos sin aumentar los precios porque logran compensarlos con una mayor productividad.
En la Argentina, la información oficial disponible se refiere sólo a la industria manufacturera. De todas formas, es muy relevante dado que se trata de un sector muy importante y dinamizador del resto de la economía. Según datos del INDEC, entre los años 2002 y 2012, período en el que resurge la alta inflación en Argentina, se observan las siguientes tendencias:
• El costo laboral por trabajador aumentó un 848%.
• La productividad, o sea la producción industrial por hora de trabajo, creció un 60%.
• Esto significa que el Costo Laboral Unitario en todo el período aumentó un 493%.
Un crecimiento de casi el 500% en el Costo Laboral Unitario tiene asociado una muy fuerte presión inflacionaria. Por eso no sorprende que, según las propias estadísticas oficiales del INDEC, los precios mayoristas al productor crecieran en el mismo período un 407%. Con datos oficiales se confirma que las inconsistencias entre los aumentos de salario y la productividad fatalmente se pagan con aumentos en los precios, más allá de las declaraciones altisonantes, las presiones a las empresas y los controles de precios. Dicho de otra manera, la principal causa de la inflación es la carencia de estrategias estatales que estimulen una mayor eficiencia productiva.
Como referencia puede observarse lo que sucede en Europa. Entre los años 2002 y 2012, el Costo Laboral Unitario en la industria manufacturera en Grecia creció un 30%, en Italia un 28% y en España un 20%. Al formar parte de la Unión Europea y tener al Euro como moneda común, estos países no tienen la posibilidad de compensar la inconsistencia con aumentos de precios. Por eso, están inmersos en una severa crisis de competitividad que no será superada, como algunos sugieren, volviendo a contar con una moneda propia que les permita tener más inflación sino a través de cambios institucionales que permitan a las empresas de esos países ser más dinámicas en materia de eficiencia productiva.
En la Argentina, el año 2012 fue particularmente crítico. La productividad prácticamente no aumentó y los costos laborales siguieron creciendo. El aumento de los precios fue muy alto, pero insuficiente para compensar el desequilibrio. Por eso, más allá de la manipulación en la medición de la inflación y el llamado de atención de la comunidad internacional a través del Fondo Monetario Internacional (FMI), la disparada del dólar paralelo es la prueba de esta preocupante profundización de los problemas de competitividad en la que, hasta la alta inflación, no alcanza a compensar el desequilibrio entre costos laborales y productividad.
Las autoridades parecen haber tomando conciencia de las inconsistencias acumuladas. Pero lamentablemente, al menos por ahora, están optando por el camino equivocado al poner como prioridad que en las paritarias se fijen aumentos por debajo de la inflación. Se está obviando que se puede recuperar la estabilidad de precios, sin inducir caídas del salario real, a través de generar condiciones para que las empresas aumenten la productividad. Un testimonio muy ilustrativo es Alemania donde el Costo Laboral Unitario, a diferencia de Grecia, Italia o España, se mantiene estable gracias a que los aumentos de salarios se sustentan en incrementos equivalentes de la productividad.