La pobreza no la genera el dólar sino la baja productividad - IDESA

Informe Nº: 81714/07/2019

La pobreza no la genera el dólar sino la baja productividad

Nuevamente se polemiza sobre el dólar. Un valor alto es asociado a elevados costos sociales, un valor bajo a proximidad de una crisis económica. El debate es tan persistente como inconducente. El tema relevante es cómo diseñar políticas públicas que induzcan aumentos de productividad en base a mejores instituciones. Un cruce de declaraciones entre el […]

Un cruce de declaraciones entre el actual Ministro de Hacienda y su antecesor en torno al valor del dólar reabrió una vieja polémica. El anterior Ministro de Economía y otros economistas alertan sobre la inconveniencia de dejar que el tipo de cambio se retrase. El argumento es que un dólar barato haría crecer de nuevo las importaciones y el turismo al exterior trayendo una nueva crisis como la sufrida en el 2018. El Ministro de Hacienda, en cambio, sostiene que un dólar más caro alimentaría una mayor inflación y eso aumentaría, o no ayudaría a bajar, la pobreza.

En esta discusión subyace de manera implícita el poder de compra de los salarios. Dólar alto implica salarios bajos. Esto induce menos importaciones, tanto de bienes de consumo como intermedios y de capital, menos viajes al exterior y alentaría las exportaciones. Por el contrario, cuando el dólar es barato aumenta el salario. Junto con ello aumentan las importaciones, el turismo al exterior y se hace más complicado exportar.

Una manera de ilustrar estas interacciones es comparando las variaciones de los últimos años del salario medido en dólares y las importaciones, que es la variable que más rápidamente reacciona a alteraciones en el tipo de cambio. Según datos de los Ministerios de Hacienda y de Trabajo se observa que:

  • En el 2017 el salario era de U$S 1.170 mensual y Argentina importaba bienes y servicios (incluyendo turismo en el exterior) por  U$S 92 mil millones anuales.
  • En el 2018 el salario bajó a U$S 830 y las importaciones de bienes y servicios se redujeron a U$S 89 mil millones.
  • En el 2019 el salario se mantiene en U$S 802 y las importaciones de bienes y servicios se desplomarían a U$S 74 mil millones anuales.

Estos datos muestran cómo cuando se produce una gran devaluación, como la del 2018 y que se sostuvo en lo que va del 2019, el salario medido en dólares baja y junto con ello el consumo de bienes importados y el turismo al exterior. Curiosamente esta dinámica avalaría las argumentaciones de ambos Ministros. Con un dólar alto bajan los salarios y esto evita una crisis externa porque se reducen las importaciones. Como contracara, la menor capacidad adquisitiva de la población que ayuda a impedir la crisis externa, es la que produce mayor pobreza y genera riesgos de una crisis interna.

Solo ampliando la perspectiva se puede salir de esta desalentadora encrucijada. Si las empresas en Argentina fueran más productivas podrían exportar más, aun pagando salarios en dólares más altos. Con mayores exportaciones habría más dólares disponibles para importar bienes y servicios y financiar el turismo en el exterior. La antinomia en la que se enredan ambos ministros toma como dato el marco institucional argentino que desalienta la productividad. Ambos pasan por alto que los bajos salarios y los costos sociales que de ello se derivan, son el resultado  de tener reglas de juego que hacen que la mayoría de los sectores productivos no sean competitivos internacionalmente.

Por eso el debate importante no es el valor del dólar sino cómo construir un Estado equilibrado, que se financie con impuestos menos distorsivos y que brinde servicios de calidad. Eliminando el déficit fiscal se puede aspirar a tasas de inflación y de interés similares a otros países, ingrediente fundamental para que las empresas puedan proyectar a largo plazo, invertir e innovar. Mejorando el sistema tributario y la manera en que se gestionan los recursos públicos, el Estado dejaría de ser una carga para las empresas y las familias. Más importante aún es generar mejores instituciones. Un ejemplo de institucionalidad que corroe la productividad es el modelo centralizado y anquilosado de negociación colectiva. En lugar de reglas que promuevan el dialogo para mejorar la productividad y distribuir equitativamente sus beneficios, en las relaciones laborales prevalecen la burocratización, la corrupción y los comportamientos prebendarios.

Con reglas que premian el lobby, el sindicalismo burocratizado, las actividades parasitarias, la búsqueda de rentas improductivas, el dólar alto es el mecanismo que permite financiar todos estos privilegios deprimiendo el salario real. Por eso, de esta lógica perversa no se sale manipulando el tipo de cambio sino abordando, con mucha valentía y espíritu innovador, un profundo replanteo de las instituciones y las políticas públicas.

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