Inflación
La aceleración de la inflación está “licuando” prestaciones sociales e inversiones. Pero no alcanza a compensar el fuerte crecimiento de los subsidios económicos y los intereses de deuda. Por estos dos componentes, el gasto público aumenta más que los ingresos, generando déficits que se financian con emisión monetaria potenciando a su vez la inflación. Con más inflación se retroalimenta este recesivo y regresivo esquema. Para generar alternativas superadoras es imprescindible apelar a menos demagogia y más profesionalismo en la gestión del Estado.
VEREl INDEC informó que la distribución del ingreso no empeoró, a pesar de que la calidad de los empleos viene cayendo y las remuneraciones aumentan menos que la inflación. El principal factor que explica este fenómeno es la creciente incidencia del impuesto a las ganancias sobre las remuneraciones más altas. Aunque la aspiración a que se reduzca la carga impositiva es legítima, para no caer en planteos reaccionarios previamente hay que reorganizar el sector público.
VEREl “modelo” instaurado a partir del año 2003 se basó en los superávits gemelos (fiscal y externo). Como ambos estuvieron sustentados en la licuación de salarios reales que produjo la mega-devaluación, la economía perdió impulso cuando las remuneraciones recuperaron el nivel previo a la crisis. Para restablecer el “modelo” se requiere no solo devaluar sino también lograr que los aumentos de salarios sean inferiores a los del dólar y la inflación. Una alternativa socialmente más promisoria para crecer sin deteriorar las remuneraciones reales es impulsar políticas públicas que promuevan la productividad y la competitividad.
VERLas reservas del Banco Central duplican en términos nominales el nivel del 2001, pero ajustadas por inflación de precios en las importaciones apenas superan el nivel que había cuando cayó la convertibilidad. El agravante es que el coeficiente de importaciones (porcentaje de importaciones en relación al PBI) prácticamente duplica al que prevalecía en el 2001. Esto indica que la crisis de divisas que sufre el país es severa lo que evidencia la necesidad de cambios de estrategia.Las reservas del Banco Central duplican en términos nominales el nivel del 2001, pero ajustadas por inflación de precios en las importaciones apenas superan el nivel que había cuando cayó la convertibilidad. El agravante es que el coeficiente de importaciones (porcentaje de importaciones en relación al PBI) prácticamente duplica al que prevalecía en el 2001. Esto indica que la crisis de divisas que sufre el país es severa lo que evidencia la necesidad de cambios de estrategia.
VERLa aceleración de la inflación insinúa el final de un ciclo de expansión basado en el estímulo al consumo. Se trata de una experiencia ya vivida en el pasado, cuya única particularidad en esta ocasión es que el ciclo fue más largo gracias al contexto internacional inéditamente favorable. Pero el final es similar: estancamiento del empleo y aumentos de salarios que no compensan la inflación. Para superar el agotamiento del modelo es fundamental un profundo ordenamiento del sector público y reglas que estimulen la inversión y la generación de empleos.
VEREl nuevo gabinete debuta impulsando otro aumento de impuestos. Aunque el argumento oficial es que se busca castigar consumos “suntuarios” que drenan divisas, en realidad es una continuidad del proceso que llevó la presión tributaria a niveles récords. Para reducir de manera genuina el déficit fiscal, la inflación y la fuga de divisas una estrategia alternativa es comenzar a desmantelar el perverso mecanismo de subsidios económicos a empresas públicas y privadas. Esto, además, permitirá preservar muchos empleos de calidad.
VERApelando a un instrumento de excepción –un Decreto de Necesidad y Urgencia– el gobierno explicitó el acelerado crecimiento del gasto público. El déficit fiscal es un potente generador de inflación que provoca inevitables presiones sobre el dólar. Más allá de que se adopten paliativos, como oficializar el desdoblamiento cambiario, la cuestión más importante y compleja es ordenar las cuentas fiscales. Agotada la alternativa de seguir aumentando la presión tributaria, no queda otro camino que reducir los subsidios a empresas públicas y privadas.
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