Informe Nº: 17/08/2024
El organismo que tiene una función clave en evitar la devaluación y el rebrote inflacionario es la Secretaría de Trabajo descentralizando la determinación de los salarios.
Por Jorge Colina, Presidente de IDESA
La inflación de julio dio 4% mensual. No es poca cosa, dado que la última vez que la Argentina tuvo una inflación mensual inferior al 4% fue en enero del 2022, cuando el país salía de la larga recesión -por ende, baja inflación- del confinamiento por la pandemia. De hecho, a partir de febrero del 2022 la cosa se desmadra al punto tal que ese año termina con una inflación anual, promedio mensual, del 6% y el 2023 del 10% promedio mensual.
Vamos por el buen camino. Ahora, no hay que perder de vista que la abrupta baja de la inflación se logra por un importante caída de la actividad económica y la estabilidad del tipo de cambio oficial. Si bien el tipo de cambio oficial no es fijo (es un crawling peg de 2% mensual), el hecho de que la tasa de devaluación mensual sea inferior a la inflación mensual implica que el tipo de cambio actúa como un ancla antiinflacionaria o, desde el punto de vista práctico, como si fuera un tipo de cambio fijo.
Desde la constitución de la República Argentina en 1862 hasta el advenimiento del peronismo, la Argentina fue relativamente disciplinada desde el punto de vista monetario. En general, se rigió con esquemas de patrón oro o similares e inclusive, a partir de 1930, cuando el país se ve obligado por la crisis mundial a salir del patrón oro, pasa a una caja de conversión que el gran Raúl Prebisch supo manejar con frugalidad.
El peronismo tuvo una conjunción primaveral de muchas reservas en el Banco Central porque en el período previó, durante la 2° guerra mundial, la Argentina sólo exportaba y no importaba, ya que sus proveedores estaban ocupados en conflagrar entre sí, y la inmediata posguerra fue de una gran bonanza de términos de intercambio favorables porque los que conflagraban decidieron hacer la paz e iniciar la reconstrucción. El excelente escenario internacional tentó al peronismo a la laxitud fiscal y monetaria lo que se tradujo en altas tasas de inflación.
Viene Frondizi en 1958 y lo trae a Alsogaray de Ministro de Economía. Clavan el tipo de cambio, liberan los precios reprimidos y la inflación amaina por dos años. Después, devaluación y vuelta a la inflación.
Casi 10 años después, en 1967, viene Onganía y lo trae a Krieger Vasena de Ministro de Economía. Clavan el tipo de cambio, liberan los precios reprimidos y la inflación amaina por dos años. Después, devaluación y vuelta a la inflación.
Casi 20 años después, viene Alfonsín y lo trae a Sourrouille de Ministro de Economía. Clavan el tipo de cambio, ajustan los precios reprimidos y la inflación amaina por dos años. Después, devaluación y vuelta a la inflación.
Unos 5 años después, en 1991, viene Menem y lo trae a Cavallo de Ministro de Economía. Clavan el tipo de cambio, liberan los precios reprimidos y la inflación amaina por diez años!!! Nada mal. Pero, después, devaluación y vuelta a la inflación.
Luego vinieron Néstor y Cristina que les tocó la suerte de vivir un escenario muy similar al del primer Perón. Muchas reservas en el Banco Central y grandiosos términos del intercambio. Al igual que Perón, cayeron en la tentación de la displicencia fiscal y monetaria.
Luego vino Macri y lo trajo a Dujovne de Ministro de Economía. No clavaron el tipo de cambio, porque el tipo de cambio era libre, pero la afluencia de capitales especulativos fue tan grande que a los efectos prácticos el dólar se quedó estable como si fuera un tipo de cambio fijo. La inflación amainó por dos años. Después, devaluación y vuelta a la inflación.
Después vino Alberto Fernández y trajo a Massa de Ministro de Economía. Clavan el tipo de cambio oficial con el “cepo”, se les vuela el tipo de cambio paralelo y como la indisciplina fiscal y monetaria era tan abusa la cosa casi termina en hiperinflación.
Antes de entrar a la presidencia de Javier Milei y su Ministro de Economía Toto Caputo conviene hacer un recuento de los elementos comunes que tuvieron todas estas experiencias antiinflacionarias que comenzaron con éxito y terminaron en fracaso.
El lector advertirá que el elemento común fue el tipo de cambio como ancla. Es decir, el tipo de cambio fijo. El tema es que el autor hizo trampa y omitió el otro elemento en común que tuvieron todas estas experiencias antiinflacionarias: la negociación colectiva centralizada que determina los aumentos de salarios de manera general para toda la economía.
Tanto las experiencias de Frondizi (1958), Krieger Vasena (1967) y Sourrouille (1985) tuvieron éxito cuando instrumentaban congelamientos generalizados de salarios y pasaron al fracaso cuando la presión social llevó a dar aumentos generalizados de salarios.
El caso de la convertibilidad (1991 – 2001) no explotó por aumentos generalizados de salarios, pero el haber mantenido la centralización de la negociación colectiva produjo una excesiva rigidez de los salarios que trasuntó en alto desempleo o informalidad, que es la forma de flexibilizar los salarios. En el gobierno de Macri la devaluación fue producto de una reversión de los flujos de capitales especulativos, pero fueron las paritarias centralizadas las que retroalimentaron el proceso inflacionario que gatillado.
La inflación está siendo domada con un dólar oficial que se comporta casi como un tipo de cambio fijo. La centralización en la determinación de los salarios sigue intacta. La experiencia muestra que el problema en Argentina no es el tipo de cambio fijo sino la centralización en la determinación de los salarios que surge de un modelo de negociación colectiva centralizado.
El gobierno sostiene que el dólar no está atrasado, sino que los precios de la economía están elevados. Por eso, creó el Ministerio de Desregulación para que incorpore competencia y bajen los precios así no hay necesidad de devaluación. Está bien.
Pero el organismo que tiene una función clave en evitar la devaluación y el rebrote inflacionario es la Secretaría de Trabajo descentralizando la determinación de los salarios.
Esto es, habilitando la opción que a las pymes con sus trabajadores puedan tener sus propios convenios colectivos de trabajo, absteniéndose de aplicar el convenio colectivo sectorial y las paritarias generales. En otras palabras, llevar la negociación de salarios a nivel de las empresas saliendo de la determinación generalizada de aumentos de salarios.
Parece, pero no es difícil. Se puede. Es por aquí.
Fuente: el economista