El descalabro monetario es creciente.
Tomando el 1° semestre del 2023 y comparando con el mismo período del año anterior, ajustado por inflación, se observa que la base monetaria es 28% inferior y el total de dinero líquido en poder del público (efectivo, cuentas corrientes y cajas de ahorro -M2-) también cayó 11% en términos reales.
Esto señala que la demanda de dinero por parte de la población se desmorona. La gente retiene menos liquidez (caída del M2) y la caída todavía mayor de la base monetaria significa que el Banco Central tiene cada vez menos espacio para meterle más emisión a la gente.
Seguir metiendo más emisión es seguir subiendo la inflación y el dólar paralelo.
De aquí que, cuando se compara para el mismo período, la evolución de las Leliq aparece que crecieron 16% en términos reales en consonancia con un aumento real del 7% de los depósitos a plazo del sector privado en los bancos.
Es decir, el Banco Central todavía absorbe plazos fijos con Leliq aunque a un costo muy alto: el monto de lo pagado en intereses por la Leliq es 173% mayor en el 1° semestre del 2023 respecto a igual período del 2022, medido en términos reales.
Esta es la famosa “bola de nieve” de la Leliq que -claramente- no se licua con la inflación.
Al contrario, por ser un aumento autónomo de la emisión, la “bola de nieve” es una generadora más de inflación.
Ante este panorama es indefectible que el nuevo Gobierno quiera ir (o deba ir) a un cambio de régimen monetario.
Sería la forma más directa de buscar recuperar la demanda de pesos por parte de la gente y desactivar la “bola de nieve”.
Claro, pero esta no es la solución.
Un nuevo régimen monetario exige -si o si- la reducción del déficit fiscal.
¿Cómo vienen los números fiscales del Estado Nacional?
Aquí conviene hacer la misma comparación: 1° semestre 2023 contra 1° semestre 2022.
La inflación en este período fue de 108%.
Los ingresos totales del Estado nacional subieron 90% mientras que el gasto primario (antes del pago de intereses) subió 96%. Esto implica que en el 1° semestre del 2023 hubo un crecimiento del déficit primario. En particular, creció 150%.
O sea que los números fiscales vienen mal. Esto implica que antes de lanzarse a cambiar el régimen monetario hay que pensar en qué hacer para bajar el crecimiento del déficit fiscal.
Aquí entra a jugar la “Gran Tentación” del próximo Gobierno.
Ciertamente que la sequía influyó en la caída real de los ingresos fiscales. Con lo cual, el próximo Gobierno puede pasar a hacer la cuenta de que el año que viene, cuando pase la sequía, la recaudación puede mejorar.
Además, si finalmente se concluye el gasoducto de Vaca Muerta pueden entrar más recursos fiscales. Si el litio toma fuerza también pueden entrar más recursos. Parecería que los ingresos fiscales pueden mejorar a partir del año que viene.
Por el lado del gasto primario, lo que se observa es que hay 4 componentes que representan el 60% del gasto primario y están licuados por la inflación. Son las jubilaciones (crecieron 90%), los subsidios económicos (crecieron 80%), las transferencias discrecionales a provincias (crecieron 60%) y las asignaciones familiares (crecieron 50%). Recuérdese que la inflación en el período fue de 108%.
La Gran Tentación consistiría en mantener licuados estos gastos con la inflación (seguir haciéndolos crecer por debajo de la inflación) para aprovechar el aumento de los ingresos públicos y así reducir el déficit fiscal.
Esto bajaría el déficit fiscal en términos financieros, pero preservando la decadencia de la gestión del Estado con su correlato en pésimos servicios públicos y sociales a la población.
Se mantendrían licuadas las jubilaciones (total le damos bonos a las jubilaciones más bajas) y más viva que nunca la industria del juicio previsional; se mantendría el desorden en los servicios públicos (energía y transporte) con la Nación subsidiando a CABA y el Conurbano, y el resto de las provincias limosneando subsidios a la energía y transporte; se mantendrían las transferencias discrecionales a provincias (las cuales deben terminarse, no licuarse); se mantendría licuada por inflación la Asignación Universal por Hijo (total se compensa a las familias más pobres con la limosna de la tarjeta alimentaria).
También se mantendría el horrible sistema tributario que tiene la Argentina donde, sobre una misma venta, la Nación cobra IVA, las provincias Ingresos Brutos, los municipios tasas de industria y comercio; un régimen de coparticipación que castiga a las regiones productivas para premiar a las atrasadas; y los programas nacionales que no son otra cosa que limosnas que los funcionarios nacionales reparten en provincias y municipios.
En otras palabras, la Gran Tentación es que el nuevo Gobierno mantenga toda la decadencia de gestión en el Estado, en los tres niveles de gobierno, como está, aunque, eso sí, con menos déficit fiscal y una nueva moneda.
Difícil que salga bien.
Fuente: El economista