Informe Nº: 85826/04/2020
El confinamiento está controlando el contagio de coronavirus. Pero a su vez genera una fuerte parálisis productiva que implica menos ingresos para la población. Paliar esta situación con masiva emisión monetaria no evita el sacrificio. Vía mayor inflación, el costo del confinamiento lo pagarán los hogares más pobres. La Argentina adoptó muy tempranamente la estrategia […]
La Argentina adoptó muy tempranamente la estrategia más extrema en la prevención por el coronavirus: el aislamiento obligatorio. Se prohibió la salida a la calle, salvo para la compra de alimentos y medicamentos, y se implementaron duras medidas de represión legal a personas que circulan por la vía pública sin motivos fundados y esenciales. La medida tuvo un fuerte apoyo, incluso de los medios masivos de comunicación que desplegaron una monolítica campaña a favor del encierro de las personas.
Según la información oficial, la cantidad de casos reportados es de unos 3.800 que contrajeron la enfermedad, de los cuales 190 fallecieron, 1.100 se recuperaron y 144 están en estado crítico. Seguramente estas cifras subestiman la extensión del contagio ya que Argentina se destaca por hacer pocos tests. Pero la meta de que el sistema de salud no colapse se viene logrando. Es más, tanto los hospitales públicos y privados están prácticamente vacíos. Esto tiene un costado muy negativo porque refleja que se están desatendiendo otros temas sanitarios y porque los prestadores médicos privados están sufriendo un grave problema económico debido a la caída en sus ingresos.
El otro aspecto negativo es la caída en los ingresos de quienes tiene prohibido ir a trabajar. El gobierno intenta contrarrestar las consecuencias con más emisión monetaria. Según la información publicada por el Banco Central, se observa que:
Estos datos muestran que la emisión monetaria venía aumentando de manera importante antes del aislamiento. Con la gente confinada y la actividad económica parada, el ritmo de la emisión monetaria más que se duplicó. La mayor parte de esta masiva emisión no es por aumento de las reservas (que se mantienen constantes) sino para cubrir el déficit fiscal. Esto llevó a que el valor implícito del dólar –suponiendo que todos los pesos disponibles se vuelcan a su compra– supere los $110. Esta es la referencia que miran los operadores financieros y que indujo a que el dólar paralelo suba a casi $120.
Desde el punto de vista infectológico, es decir tomando como referencia la cantidad de contagios, el asilamiento viene siendo exitoso. Desde el punto de vista sanitario, productivo y social es un fracaso. Por un lado, porque se está provocando el agravamiento de muchas enfermedades existentes que son desatendidas y se están generando nuevas enfermedades producto de la inactividad física y en la salud mental de la gente. Por el otro, porque la parálisis productiva tiene impactos sociales muy negativos.
El gobierno trata de que el confinamiento no impacte sobre los ingresos de la gente apelando a la emisión monetaria para pagar salarios públicos, jubilaciones, la asistencia social y apoyar a las empresas para que continúen pagando los salarios. Se trata de una opción muy atractiva desde el punto de vista político, pero lamentablemente muy inconsistente. La emisión monetaria no genera más bienes y servicios. Si con emisión monetaria se sostienen los niveles de ingresos, pero la oferta de bienes y servicios cae, la inflación recrudecerá. La escapada del dólar paralelo es sólo un anticipo de lo que está por venir con el resto de los precios. En el fondo, lo que sucede es que si hay menos producción de bienes y servicios alguien tiene que hacer el esfuerzo equivalente para que la demanda agregada se reduzca a un nivel consistente con la menor oferta agregada.
Mucho más honesto sería explicitar que la sociedad tiene que hacer un sacrificio equivalente a la perdida de producción que genera el aislamiento. O lo hacen los sectores de ingresos medios y altos aceptando menores remuneraciones mientras dure el aislamiento, o el grueso del sacrificio se concentrará en las familias de más bajos ingresos a través de una mayor inflación. En otras palabras, las familias más humildes pagarán un doble sacrificio con el confinamiento: la pérdida de ingresos por no poder ir a trabajar y la pérdida en el valor real de los magros ingresos que le quedan por la mayor inflación.
Para más información, puede comunicarse con el Economista Jorge Colina. Mail: jcolina@idesa.org Tel: +54 9 11 4550 6660.