Informe Nº: 12/08/2021
La polémica de Toyota hizo que el ojo público reflexione sobre la educación secunadaria y el empleo en Argentina.
Por Jorge Colina, Presidente de IDESA
El presidente de la empresa Toyota señaló que no pudieron conseguir 200 jóvenes para incorporar a la planta debido a que no terminaron la secundaria. La declaración provocó revuelo en la dirigencia política porque se sintió aludida y lo vio como una exageración. Pero el presidente de la automotriz tiene razón. Lo que pasa es que hay que profundizar un poco el análisis para ver bien el fenómeno.
Tomando datos del Ministerio de Educación correspondientes a 2019, surge que el 69% de los jóvenes menores de 24 años tienen la secundaria completa. Unos 46 puntos porcentuales la terminó a los 18-19 años y los 23 puntos restantes la terminó con retraso en las escuelas para adultos. Aquí ya aparece que hay 31% de jóvenes de 24 años que no terminó la secundaria.
Bueno, donde hay que colocar la lupa ahora es en el nivel de ingreso familiar de los jóvenes. Entre el 40% de los jóvenes menores de 24 años de mayor nivel de ingreso, el 88% terminó la secundaria. En el otro lado, entre el 40% de los jóvenes de menor nivel de ingreso (la mayoría pobres), tienen la secundaria completa sólo el 52%. Aquí es donde se produjo el problema de la firma japonesa.
Los jóvenes de mayor nivel de ingreso terminan casi en su totalidad la secundaria pero luego van a la universidad o prosiguen algún tipo de educación superior intermedia, y muchos hasta consiguen experiencia e inserción laboral. Por esto, no les resulta atractivo un puesto de trabajo que tiene como requisito secundaria completa.
En cambio, los jóvenes de menor nivel de ingresos, a quienes esta oferta de la automotriz les cambiaría la vida, en su mayoría no terminó la secundaria. Aquí es donde buscó Toyota y se encontró con la realidad.
Seguramente que la firma luego se encontró con otra realidad y es que los chicos de los hogares más humildes que terminan la secundaria presentan bajos niveles de aprendizajes. En ese sentido, los datos del Ministerio de Educación también señalan que el 47% de los estudiantes de las escuelas del Estado no alcanzan el nivel satisfactorio en lengua y el 81% no lo alcanza en matemáticas. Con estas habilidades cognitivas es muy difícil que puedan tener un desempeño razonable en puestos de trabajo de calidad.
En Argentina es cada vez más viralizada la pregunta: ¿cómo convertir los planes sociales en empleos decentes?
A corto plazo se ve muy difícil porque las personas adultas (mayores de 24) que viven de los planes sociales no terminaron la secundaria y ya es muy tarde para que la terminen. Podrán cumplir con la formalidad de obtener un título de educación media en las escuelas para adultos, con algún programa social de “terminalidad educativa”. Pero sus niveles de aprendizajes serán iguales o peores que los arriba mencionados que corresponden a jóvenes que están en la secundaria en edad. Entonces, el título será el símbolo de un logro, pero no un medio para un empleo de calidad.
En el mediano plazo la cosa debería ser diferente. Para ello, los hijos de los que hoy viven de los planes sociales tienen que terminar la secundaria y las escuelas del Estado tienen que mejorar sustancialmente la calidad de la enseñanza. Una forma de incentivar a los hijos de las familias más humildes a terminar la secundaria y mejorar la calidad educativa es como hacen países como Alemania, Austria, Holanda, Dinamarca, Australia, entre otros.
Ellos tienen la secundaria pensada en dos ramas. Una es la que prepara a los chicos para los estudios superiores (sean terciarios o universitarios) y la otra es la que prepara para el mundo del trabajo. Esta última rama se llama educación vocacional. Tiene un condimento indispensable y es que las escuelas secundarias y las empresas interrelacionan muy estrechamente. Al punto tal que los chicos en los últimos años de la secundaria toman cursos de formación en las empresas y hacen prácticas en el lugar de trabajo. Cuando ese chico termina la secundaria, está preparado para ocupar un empleo de calidad.
Lo más importante es que ese chico y los padres le ven un valor a la secundaria. Cosa que en la Argentina no está sucediendo porque la secundaria está pensada sólo para los estudios superiores. No le da nada a un chico que tenga como proyecto de vida comenzar a trabajar cuando termine la secundaria.
Entonces, para convertir los planes sociales en empleos decentes hay que repensar la educación secundaria incorporando lo que en la experiencia internacional se conoce como educación vocacional. Para concretar esa idea, en Argentina hay que superar visiones obsoletas tanto del ámbito educativo (que consideran que las escuelas no están para formar mano de obra para las empresas) como de la legislación laboral (que le impide a los jóvenes formarse en ámbitos laborales).