Informe Nº: 02/05/2023
Seguramente todos los candidatos serán enfáticos afirmando que “ellos” revertirán el deterioro educativo
Jorge Colina Presidente de IDESA
La crisis educativa en Argentina es muy severa. Las últimas pruebas Aprender señalan que la mitad de los niños terminan la primaria sin saber leer, escribir, sumar y restar como corresponde. Son niños que entran a la secundaria con severas debilidades de aprendizaje que luego se traducen en altas tasas de deserción en la secundaria.
Apenas el 40% de los adolescentes termina la secundaria en tiempo y forma. Además, también se observan enormes desigualdades educativas entre las provincias.
Ante esta crisis, los expertos en educación hacen mucho énfasis en que se necesita una Política Nacional de Educación y seguramente que todos los candidatos a presidentes serán enfáticos en la campaña afirmando que “ellos” revertirán el deterioro educativo y garantizarán que todos los niños de la Argentina tengan las mismas oportunidades.
Para ello, propondrán colocar alguna persona prominente en el Ministerio de Educación nacional. Un especie de Sarmiento del Siglo XXI que mejore la enseñanza en todas las escuelas del país para garantizar la igualdad de oportunidades.
Bueno, hay que alertar que esto no va a salir bien.
En primer lugar, en los países federales la educación básica es una responsabilidad exclusiva de las provincias constitutivas. Esto implica que no hay un sistema educativo sino que hay tantos sistemas educativos como provincias. En el caso de Argentina, hay 24. Entonces, primer escollo: no se necesita un Sarmiento, se necesitan 24 Sarmientos.
Segundo escollo. Muchos expertos en educación creen que el sistema educativo en Argentina está “descentralizado” en las provincias. De la idea de que en Argentina hay un único sistema educativo, se pasa a creer que las provincias son meros instrumentos operativos que gestionan las escuelas en nombre de una Política Nacional de Educación.
No es así. En un régimen federal, las provincias son la fuente originaria del poder político. Son las provincias las que delegan poder en el Estado nacional y no al revés. En Argentina, el artículo 5° de la Constitución Nacional dice que las provincias se reservan para sí la educación básica. Así que, aun cuando se tenga un equipo de 24 Sarmientos, si las provincias no los quieren hacer jugar, no juegan. Porque las provincias no son entes operativos del Estado Nacional. Son entes autónomos del Estado Federal.
Entonces aparece la tercera idea que es tener, en el Ministerio de Educación Nacional, programas nacionales que distribuyan fondos entre las provincias compensando asimetrías o usándolos como palo y zanahoria para que las provincia se auto-dirijan hacía metas educativas comunes. Esto es lo que hay hoy y no funciona.
El Ministerio de Educación nacional tiene 10 programas nacionales desde los cuales paga una parte ínfima de los salarios docente (que son empleados provinciales) con el Fondo de Incentivo Docente y hacen pequeñas reparaciones, distribución de equipamiento, libros, etc. entre escuelas de provincias elegidas a dedo. El total de programas nacionales en educación no llegan a representar el 10% de los presupuestos provinciales en educación. Por lo tanto, no compensan ninguna asimetría y no son ninguna zanahoria.
El problema de estos programas nacionales es que interfieren y burocratizan la gestión de las escuelas y, lo peor, inducen a que las provincias eludan sus responsabilidades y la rendición de cuentas por los malos resultados.
Sí. Hay que dejar de pensar en esquemas centralizados y respetar la organización federal. El Ministerio de Educación nacional debería ser convertido en una agencia técnica de medición de resultados y cerrar los 10 programas nacionales para que no interfieran en la gestión de las provincias. Lo único que debería hacer esta agencia nacional es medir los resultados educativos de las provincias e informar intensamente a la sociedad para que la gente con su voto castigue a su gobernador por la mala educación.
Obviamente, que esto no garantiza que se mejoren los resultados educativos y menos la igualdad de oportunidad. Cierto. Pero con esta regla hay países federales que son muy exitosos con la educación.
Por ejemplo Canadá, país federal. Según las pruebas PISA 2018 tiene de los mejores resultados en educación. En Canadá apenas el 16% de los jóvenes no alcanza el nivel básico en matemática, en Argentina en cambio el 70% no alcanza el nivel básico.
En la provincia de Quebec en Canadá, el 12% de los jóvenes no alcanza nivel básico en matemática, mientras que en Manitoba el 25%. No hay igualdad. Pero la brecha (13 p.p.) es mucho menor que en Argentina. En CABA, el 43% de los jóvenes no alcanza nivel básico en matemática, mientras que en Tucumán el 76%. O sea, la brecha es 33 p.p.
O sea, en Canadá, si bien no se llega a la igualdad, al menos la brecha es mucho más reducida que en el fracasado sistema argentino donde no se sabe quién es el responsable por los malos resultados: el Ministerio de Educación nacional o el provincial o los dos.
Para cerrar. Canadá no tiene Ministerio de Educación nacional. Cada provincia de Canadá es responsable por la integralidad de la gestión y por rendir cuentas ante sus ciudadanos por los resultados de sus hijos en educación. Federalismo en educación, se llama.
Fuente: El Economista