Sólo el 12% de los jóvenes pobres accede a la universidad - IDESA

Informe Nº: 40417/11/2011

Sólo el 12% de los jóvenes pobres accede a la universidad

La calidad y el acceso a la educación en la Argentina son muy diferentes según el estrato socioeconómico al que pertenecen los niños y jóvenes. En general, los pobres son expulsados muy tempranamente de la educación básica lo que les impide acceder a la universidad, aun cuando sea libre y gratuita. Mientras que en Chile […]

La calidad y el acceso a la educación en la Argentina son muy diferentes según el estrato socioeconómico al que pertenecen los niños y jóvenes. En general, los pobres son expulsados muy tempranamente de la educación básica lo que les impide acceder a la universidad, aun cuando sea libre y gratuita. Mientras que en Chile la baja accesibilidad de los pobres a la educación es motivo de intenso debate, en la Argentina prevalece un pasivo conformismo frente a las regresivas consecuencias que tiene asociada la mala organización del sistema educativo.

La crisis política en Chile presenta como tema central el cuestionamiento al funcionamiento del sistema educativo. Las críticas apuntan a las inequidades en el acceso a los recursos y a la calidad educativa que sufren las poblaciones más postergadas. Más allá de las diferentes posturas y la radicalización del conflicto, es destacable la demanda generalizada de la población por lograr accesos más igualitarios a la educación de calidad.

En la Argentina, el rasgo más notable de los últimos años ha sido el crecimiento del gasto público en educación. Es un esfuerzo importante, aunque diluido por el mayor incremento de gasto público que se dio en otras áreas menos prioritarias, como la de los subsidios a empresas públicas y privadas. Otro aspecto muy relevante es que el crecimiento del gasto público en educación fue liderado por los mayores recursos destinados al sistema universitario. Esto impone la necesidad de evaluar en cuánto ha beneficiado a los pobres la priorización de los recursos educativos en favor de las universidades.

Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, en el grupo de jóvenes con edades entre 20 y 25 años de edad aparecen las siguientes tendencias:

  • El 24% del total de los jóvenes cursa estudios universitarios, mientras que el 17% no estudia, ni trabaja, ni busca trabajo.
  • Entre el 20% de los hogares de más altos ingresos, el 43% de los jóvenes cursa estudios universitarios mientras que menos del 5% no estudia, ni trabaja, ni busca trabajo.
  • En cambio, entre el 20% de los hogares más pobres, sólo el 12% cursa estudios universitarios mientras que el 30% no estudia, ni trabaja, ni busca trabajo.

Los datos oficiales señalan que para las familias pobres el acceso a la universidad es una alternativa remota. La mayoría de los jóvenes pobres desertó mucho antes de estar en condiciones de ingresar a la universidad y los pocos que terminan el nivel medio lo hacen con severas deficiencias de formación. Por eso, los que ingresan tienen pocas probabilidades de permanecer en la universidad y el resto tampoco tiene como alternativa el ingreso al mercado de trabajo por sus déficits formativos. Prueba de ello es que casi un tercio de los jóvenes pobres declara no estudiar, no trabajar y ni siquiera estar buscando un empleo. No es difícil asociar esta situación al fenómeno de la delincuencia juvenil.

Estas evidencias sugieren que gran parte del aumento en la inversión en educación se está dilapidando. Este es el resultado previsible de haber colocado mayores recursos en un sistema mal organizado. Se ha tomado el aumento del presupuesto en educación como prioridad absoluta y excluyente, cuando el desafío más importante y complejo es mejorar la gestión del sistema. Por ejemplo, la agenda educativa está monopolizada por el tema salarial, y muy poco se discute sobre lo que los docentes retribuyen a la sociedad por sus remuneraciones. Bajo estas condiciones, el sistema educativo opera como un lastre que no contribuye al crecimiento económico y menos aun a la movilidad social.

En las mediciones internacionales, el deterioro que sufre la Argentina en calidad educativa es notorio. Según PISA, la Argentina califica 5º, detrás de Chile, Uruguay, Colombia y Brasil. A esto se le agrega los datos de la EPH que demuestran que la universidad, aun cuando se declame libre y gratuita, en la práctica es altamente elitista. Estos resultados son consecuencia de gruesos errores estratégicos. Para revertirlos, es fundamental dar prioridad en la asignación de los recursos a la educación básica e incorporar incentivos que induzcan una mejor gestión educativa.

Los conflictos de Chile son traumáticos y dolorosos. Pero alientan la esperanza de que asumiendo los problemas con realismo exista la posibilidad de instrumentar soluciones. En la Argentina, la desigualdad educativa y el deterioro de la calidad se esconden detrás de la gratuidad y el acceso irrestricto a la universidad. Prevalece el conformismo y la mediocridad, apelando a aumentar el gasto público en educación para evitar colisionar con los intereses corporativos que conspiran contra la calidad. Así, con mucha demagogia e hipocresía se perpetúa la discriminación educativa que sufren los jóvenes pobres.

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